La decisión de rechazar la instalación de la imagen, adoptada el jueves por mayoría en la Junta Departamental de Montevideo, que hace las veces de parlamento de la ciudad, tuvo el respaldo del gobernante Frente Amplio (izquierda).
Luego de más de un año de polémica por este proyecto que pretendía instalar la imagen religiosa en la rambla (malecón) de Montevideo, uno de los paseos más tradicionales de este país laico del Cono Sur, los representantes zanjaron el asunto y pusieron punto final a la discusión.
En su comunicado difundido en la página web de la Conferencia Episcopal del Uruguay, y leído por el cardenal Daniel Sturla, la iglesia reconoce que existen ya símbolos en Montevideo relacionados con su credo.
El más visible de ellos, es una gigantesca cruz de color blanco en uno de los centros neurálgicos de la ciudad para recordar la visita del papa Juan Pablo II en 1987 y que está muy próxima a la propia Plaza de la Bandera, donde flamea el pabellón Nacional, y al Obelisco que recuerda la primera Constitución del país.
La negativa a instalar la estatua "es un claro acto de discriminación hacia la comunidad católica que nos retrotrae a más de un siglo de distancia, a tiempos de duros enfrentamientos que parecían ya superados", señaló la iglesia.
Citado por el diario El País, el ecónomo de la arquidiócesis montevideana, Pablo Coimbra, fue más allá, y dijo: "Cada uno sabrá su fundamentación y la grey católica sabrá lo que hacer con su voto".
El mensaje del sacerdote es una clara alusión a futuras elecciones departamentales, luego de que la propuesta fuera rechazada por acción de la mayoría del gobernante Frente Amplio en la Junta Departamental, aunque fue apoyada por el intendente capitalino, Daniel Martínez.
El debate previo estuvo marcado por una fuerte campaña de la iglesia, y prominentes personalidades de la política uruguaya dieron su opinión en contra.
Citado el año pasado por el diario El País, el ex presidente de la República Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), había señalado: "El cardenal Sturla, que trata de recuperar (y lo comprendemos) el brío algo disminuido de la Iglesia Católica, se equivoca cuando va más allá. Incluso acusa de 'anticlericalismo' a quienes discrepan con su propuesta, sin advertir que justamente él está cayendo en un 'clericalismo' que hiere la concepción republicana de nuestra democracia".
En Uruguay, un país laico por excelencia, Estado e Iglesia están separados desde 1917.