Las autoridades ucranianas estiman que unos 5 millones de personas -ucranianos, bielorrusos y rusos- "sufrieron" por esta catástrofe. Buena parte de ellos vive aún en los territorios contaminados.
Para la organización Greenpeace, los efectos de la contaminación radiactiva (cáncer, daños al sistema inmunitario, efermedades cardíacas...) podrían causar de 100.000 a 400.000 muertos en esos tres países.
Cifras que contrastan con el balance de la ONU, que estimó en 2005 en 4.000 la cantidad de personas muertas por las radiaciones.
Un comité científico de la ONU, UNSCEAR, sólo reconoce los efectos de la radiación como causa de la muerte de 31 operadores y bomberos e imputa a "diferentes razones" la de otros 19 "liquidadores" fallecidos antes de 2006.
Volodymyr Palkin, un ucraniano de 69 años que trabajaba en la central en el momento del accidente, contó a la AFP que pasa por lo menos dos meses por año en el hospital y que sufrió hemorragias en la garganta y los intestinos.
"Tenía una salud de hierro, hoy tengo unas treinta enfermedades", dice sentado en su cama en una clínica especializada de Kiev.
"Tengo dificultad para caminar, mis huesos se desmigajan, tengo problemas de tiroides", precisa.
Tras la explosión del reactor número 4 de la central el 26 de abril de 1986, unos 600.000 soviéticos fueron enviados desde todo el país para participar durante meses en los trabajos para frenar la propagación de las radiaciones, aislar los restos del reactor y limpiar la zona contaminada alrededor de esta central atómica.
La única consecuencia incuestionable de la catástrofe es un fuerte aumento de cáncer de tiroides. El último informe de la UNSCEAR publicado en febrero dio cuenta de 6.000 casos de esta enfermedad, 15 de ellos fatales.
El médico bielorruso Iuri Bandajevski, autor de numerosos estudios sobre Chernobyl, estima que los informes oficiales minimizaron el impacto de la catástrofe por la presión del lobby nuclear.
"Durante 25 años, las estucturas estatales hicieron todo por esconder las informaciones en provecho del lobby nuclear, el más poderoso del mundo, que dicta sus condiciones", asegura a la AFP.
Bandajevski, que fue encarcelado por acusaciones de corrupción que, según denuncia, estaban relacionadas con sus críticas al poder bielorruso, acusa a las autoridades de las ex repúbicas soviéticas de no hacer nada para proteger a las millones de personas que viven en los territorios contaminados.
Otro médico, el ucraniano David Belyi, que trabaja en el Centro Científico de Medicina Nuclear de Kiev, rechaza las acusaciones de presiones. "Nadie nos prohíbe nada", afirmó a la AFP.
"Si se estudia la frecuencia de las enfermedades de órganos internos en las víctimas de Chernobyl, no encontraremos un aumento en relación a la población en general", afirma.
"La esperanza de vida de estas personas es la misma que la de los otros ucranianos", es decir 61 años para los hombres y 73 para las mujeres, según él.
Conclusiones que pueden aún cambiar en el futuro, admite el científico, pues, dice, "no hay que tener miedo de revisar sus conocimientos y reconocer sus errores".
Para la organización Greenpeace, los efectos de la contaminación radiactiva (cáncer, daños al sistema inmunitario, efermedades cardíacas...) podrían causar de 100.000 a 400.000 muertos en esos tres países.
Cifras que contrastan con el balance de la ONU, que estimó en 2005 en 4.000 la cantidad de personas muertas por las radiaciones.
Un comité científico de la ONU, UNSCEAR, sólo reconoce los efectos de la radiación como causa de la muerte de 31 operadores y bomberos e imputa a "diferentes razones" la de otros 19 "liquidadores" fallecidos antes de 2006.
Volodymyr Palkin, un ucraniano de 69 años que trabajaba en la central en el momento del accidente, contó a la AFP que pasa por lo menos dos meses por año en el hospital y que sufrió hemorragias en la garganta y los intestinos.
"Tenía una salud de hierro, hoy tengo unas treinta enfermedades", dice sentado en su cama en una clínica especializada de Kiev.
"Tengo dificultad para caminar, mis huesos se desmigajan, tengo problemas de tiroides", precisa.
Tras la explosión del reactor número 4 de la central el 26 de abril de 1986, unos 600.000 soviéticos fueron enviados desde todo el país para participar durante meses en los trabajos para frenar la propagación de las radiaciones, aislar los restos del reactor y limpiar la zona contaminada alrededor de esta central atómica.
La única consecuencia incuestionable de la catástrofe es un fuerte aumento de cáncer de tiroides. El último informe de la UNSCEAR publicado en febrero dio cuenta de 6.000 casos de esta enfermedad, 15 de ellos fatales.
El médico bielorruso Iuri Bandajevski, autor de numerosos estudios sobre Chernobyl, estima que los informes oficiales minimizaron el impacto de la catástrofe por la presión del lobby nuclear.
"Durante 25 años, las estucturas estatales hicieron todo por esconder las informaciones en provecho del lobby nuclear, el más poderoso del mundo, que dicta sus condiciones", asegura a la AFP.
Bandajevski, que fue encarcelado por acusaciones de corrupción que, según denuncia, estaban relacionadas con sus críticas al poder bielorruso, acusa a las autoridades de las ex repúbicas soviéticas de no hacer nada para proteger a las millones de personas que viven en los territorios contaminados.
Otro médico, el ucraniano David Belyi, que trabaja en el Centro Científico de Medicina Nuclear de Kiev, rechaza las acusaciones de presiones. "Nadie nos prohíbe nada", afirmó a la AFP.
"Si se estudia la frecuencia de las enfermedades de órganos internos en las víctimas de Chernobyl, no encontraremos un aumento en relación a la población en general", afirma.
"La esperanza de vida de estas personas es la misma que la de los otros ucranianos", es decir 61 años para los hombres y 73 para las mujeres, según él.
Conclusiones que pueden aún cambiar en el futuro, admite el científico, pues, dice, "no hay que tener miedo de revisar sus conocimientos y reconocer sus errores".