Inmigrantes tunecinos y jóvenes italianos protestan en la estación de tren de VentiMiglia, Italia.
En la pequeña estación se amontonan los periodistas italianos que rivalizan en imaginación para comprobar la impermeabilidad de la frontera franco-italiana.
Uno de ellos se dispone a atravesar en coche a Francia con unos tunecinos: "Yo tengo los papeles y ellos también, no hay nada ilegal", asegura.
Ridha, un inmigrante tunecino, ha realizado el camino inverso. Instalado ya en Niza, ha viajado a Ventimiglia, como cada vez más compatriotas suyos, para conseguir el preciado permiso de residencia europea de seis meses entregados desde hace poco por Italia.
Provisto de su "salvoconducto" (un documento similar a un pasaporte, de color verde oscuro, que permite viajar a los refugiados y apátridas residentes en Francia) y del famoso "permiso de residencia", una tarjeta electrónica anaranjada, Ridha planea viajar a Marsella para pedir un pasaporte tunecino con el que residir legalmente en Francia.
"Ningún tunecino hace la travesía marítima a Lampedusa con su pasaporte", justifica.
Francia anunció que rechazará los permisos de residencia temporales italianos si los inmigrantes no disponen también de un pasaporte en regla y de los recursos suficientes.
En el tren de las 11H47 con destino a Niza suben a bordo decenas de inmigrantes sin equipaje. Ridha se instala en un compartimento con una docena de jóvenes.
Sentados entre los turistas, el paisaje bucólico de la costa mediterránea no les interesa. En cada parada, se levantan de sus asientos y permanecen al acecho por si hay algún control policial.
Según un controlador francés, la policía controla "alrededor de uno de cada tres trenes".
Ridha aconseja a sus compañeros más angustiados, como Nourredine, que ya ha tratado de cruzar la frontera en dos ocasiones sin éxito, y Lofti, que lo hace por primera vez.
No se divisan uniformes en Menton (primera localidad del lado francés de la frontera)... Los inmigrantes contienen la respiración en cada una de las paradas que se realizan en una decena de localidades antes de llegar a la estación de Niza.
Cuando se baja del tren en Niza, Ridha enciende un cigarrillo y esboza una sonrisa. La vía está libre. Nourredine y Lofti deciden ir a Grasse, desde donde tomarán un autobús hasta Marsella.
No todos los tunecinos han tenido su suerte. El lunes por la mañana, en el andén de Ventimiglia, ocho inmigrantes rechazados por Francia fueron escoltados por los carabinieri y subidos a un furgón después de haber comprobado su identidad.
"Los llevamos a la administración de policía de la frontera francesa, porque llegaron procedentes de Francia", precisó un policía italiano. En la mayoría de los casos, los clandestinos rechazados por Francia son liberados en Ventimiglia y allí intentan de nuevo pasar a Francia.
Los gendarmes franceses no tienen derecho a realizar controles permanentes en los puntos de paso y sólo pueden realizar controles aleatorios, de ahí que los inmigrantes insistan en su intento de cruzar la frontera.
El lunes por la mañana, en el peaje de la autopista francesa más cercana a Italia, unos gendarmes examinaban algunos vehículos, constató una periodista de la AFP.
En la carretera de la costa, sin embargo, no había ni rastro de gendarmes a la altura de Menton. Dos clandestinos que llegaron a esa población a pie pudieron así continuar tranquilamente su camino.
En la noche anterior, se desplegó en esa zona un impresionante dispositivo policial.
Uno de ellos se dispone a atravesar en coche a Francia con unos tunecinos: "Yo tengo los papeles y ellos también, no hay nada ilegal", asegura.
Ridha, un inmigrante tunecino, ha realizado el camino inverso. Instalado ya en Niza, ha viajado a Ventimiglia, como cada vez más compatriotas suyos, para conseguir el preciado permiso de residencia europea de seis meses entregados desde hace poco por Italia.
Provisto de su "salvoconducto" (un documento similar a un pasaporte, de color verde oscuro, que permite viajar a los refugiados y apátridas residentes en Francia) y del famoso "permiso de residencia", una tarjeta electrónica anaranjada, Ridha planea viajar a Marsella para pedir un pasaporte tunecino con el que residir legalmente en Francia.
"Ningún tunecino hace la travesía marítima a Lampedusa con su pasaporte", justifica.
Francia anunció que rechazará los permisos de residencia temporales italianos si los inmigrantes no disponen también de un pasaporte en regla y de los recursos suficientes.
En el tren de las 11H47 con destino a Niza suben a bordo decenas de inmigrantes sin equipaje. Ridha se instala en un compartimento con una docena de jóvenes.
Sentados entre los turistas, el paisaje bucólico de la costa mediterránea no les interesa. En cada parada, se levantan de sus asientos y permanecen al acecho por si hay algún control policial.
Según un controlador francés, la policía controla "alrededor de uno de cada tres trenes".
Ridha aconseja a sus compañeros más angustiados, como Nourredine, que ya ha tratado de cruzar la frontera en dos ocasiones sin éxito, y Lofti, que lo hace por primera vez.
No se divisan uniformes en Menton (primera localidad del lado francés de la frontera)... Los inmigrantes contienen la respiración en cada una de las paradas que se realizan en una decena de localidades antes de llegar a la estación de Niza.
Cuando se baja del tren en Niza, Ridha enciende un cigarrillo y esboza una sonrisa. La vía está libre. Nourredine y Lofti deciden ir a Grasse, desde donde tomarán un autobús hasta Marsella.
No todos los tunecinos han tenido su suerte. El lunes por la mañana, en el andén de Ventimiglia, ocho inmigrantes rechazados por Francia fueron escoltados por los carabinieri y subidos a un furgón después de haber comprobado su identidad.
"Los llevamos a la administración de policía de la frontera francesa, porque llegaron procedentes de Francia", precisó un policía italiano. En la mayoría de los casos, los clandestinos rechazados por Francia son liberados en Ventimiglia y allí intentan de nuevo pasar a Francia.
Los gendarmes franceses no tienen derecho a realizar controles permanentes en los puntos de paso y sólo pueden realizar controles aleatorios, de ahí que los inmigrantes insistan en su intento de cruzar la frontera.
El lunes por la mañana, en el peaje de la autopista francesa más cercana a Italia, unos gendarmes examinaban algunos vehículos, constató una periodista de la AFP.
En la carretera de la costa, sin embargo, no había ni rastro de gendarmes a la altura de Menton. Dos clandestinos que llegaron a esa población a pie pudieron así continuar tranquilamente su camino.
En la noche anterior, se desplegó en esa zona un impresionante dispositivo policial.