Aisha Chithira, de origen africano, vivía con su hija y su marido en Irlanda. Estaba embarazada, pero como sufría una enfermedad y ya había dado a luz a dos mellizos que nacieron muertos, decidió abortar. Como en Irlanda está prohibido, optó por viajar al Reino Unido. Esperó un mes por el visado y finalmente se trasladó a Londres en la semana 22 de gestación. Pero nunca podrá regresar: sufrió un colapso en el taxi poco después de la intervención y murió.
Irlanda tiene una de las leyes contra el aborto más restrictivas de Europa, que en opinión de los críticos obliga a las mujeres a someterse a abortos en países extranjeros y en un estado más avanzado de gestación.
Este viernes 25 de mayo más de tres millones de irlandeses están convocados a votar en un referéndum para decidir si legalizan la interrupción voluntaria del embarazo.
"Sabemos que cada año miles de mujeres irlandesas de todos los distritos del país viajan al extranjero para abortar. Sabemos que muchas mujeres reciben por correo píldoras abortivas para acabar con su embarazo", argumenta en defensa de la consulta el primer ministro, Leo Varadkar, que es médico de profesión.
En Irlanda únicamente se permite la interrupción del embarazo si corre peligro la vida de la madre o si podría suicidarse. En 2017 se practicaron por estas causas 25 abortos en el país. El aborto está prohibido incluso en caso de violación, incesto o si el feto sufre alguna enfermedad. Quien incumpla la ley puede ser castigado con hasta 14 años de cárcel, pero no si la mujer aborta en el extranjero.
"Sólo Malta, Andorra y San Marino tienen en Europa una ley de aborto más restrictiva", explica Leah Hoctor, del Centro de Derechos Reproductivos. En estos países está prohibido abortar incluso aunque corra peligro la vida de la madre. Otros países con regulaciones estrictas son Lichtenstein, Mónaco, Polonia e Irlanda del Norte, según la experta de la ONG.
El problema en Irlanda es que una enmienda constitucional establece que los no nacidos tienen tanto derecho a la vida como sus madres, algo que, según los críticos, hace prácticamente imposible el aborto en el país. Las mujeres "son tratadas como máquinas reproductoras", señalaba en un informe la organización de derechos humanos Amnistía Internacional.
Incluso el comité de derechos humanos de la ONU consideró que la prohibición del aborto es "cruel, inhumana y humillante" e instó al Gobierno irlandés a reformar la ley. Grupos a favor y en contra del aborto se han manifestado desde entonces.
Mediante el referéndum se propone eliminar la enmienda constitucional, lo que permitiría que el Parlamento autorizara el aborto hasta la semana 12 de gestación. En casos excepcionales, el plazo se podría ampliar a la semana 22. Las encuestas muestran que la mayoría de los irlandeses está a favor del cambio.
Según los datos de la sanidad británica, que registra el lugar de residencia de las pacientes, entre 1980 y 2016 abortaron en su territorio más de 168.700 mujeres irlandesas. Otro de los países al que suelen acudir es a Holanda, pero las cifras son más bajas.
La Iglesia católica se opone a la legalización, y se da la casualidad de que solo tres meses después de la consulta viajará al país el papa Francisco. El religioso participará el 25 y 26 de agosto en el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín.
La Sociedad Irlandesa de Planificación Familiar está convencida de que Chithira podría estar viva si hubiese estado permitido el aborto en Irlanda. Es inaceptable que una embarazada con un historial médico como el suyo tuviera que ocuparse por sí misma de buscar dónde abortar en el extranjero, dice el gerente de la organización, Niall Behan.
Sin embargo, para quienes se oponen a la interrupción del embarazo, como la Sociedad de Protección del Niño no Nacido (SPUC), su muerte es una prueba de "los bajos estándares éticos de la industria del aborto", que no tiene en cuenta la vida humana.
Chithira murió de una hemorragia interna. En Londres, los empleados de la clínica están siendo juzgados y un experto independiente dijo hace poco que los médicos habían juzgado erróneamente las complicaciones y cometido errores. El juicio no la devolverá a la vida, pero su caso quizás sí puede tener efecto sobre el referéndum, esperan los defensores de legalizar el aborto.
Irlanda tiene una de las leyes contra el aborto más restrictivas de Europa, que en opinión de los críticos obliga a las mujeres a someterse a abortos en países extranjeros y en un estado más avanzado de gestación.
Este viernes 25 de mayo más de tres millones de irlandeses están convocados a votar en un referéndum para decidir si legalizan la interrupción voluntaria del embarazo.
"Sabemos que cada año miles de mujeres irlandesas de todos los distritos del país viajan al extranjero para abortar. Sabemos que muchas mujeres reciben por correo píldoras abortivas para acabar con su embarazo", argumenta en defensa de la consulta el primer ministro, Leo Varadkar, que es médico de profesión.
En Irlanda únicamente se permite la interrupción del embarazo si corre peligro la vida de la madre o si podría suicidarse. En 2017 se practicaron por estas causas 25 abortos en el país. El aborto está prohibido incluso en caso de violación, incesto o si el feto sufre alguna enfermedad. Quien incumpla la ley puede ser castigado con hasta 14 años de cárcel, pero no si la mujer aborta en el extranjero.
"Sólo Malta, Andorra y San Marino tienen en Europa una ley de aborto más restrictiva", explica Leah Hoctor, del Centro de Derechos Reproductivos. En estos países está prohibido abortar incluso aunque corra peligro la vida de la madre. Otros países con regulaciones estrictas son Lichtenstein, Mónaco, Polonia e Irlanda del Norte, según la experta de la ONG.
El problema en Irlanda es que una enmienda constitucional establece que los no nacidos tienen tanto derecho a la vida como sus madres, algo que, según los críticos, hace prácticamente imposible el aborto en el país. Las mujeres "son tratadas como máquinas reproductoras", señalaba en un informe la organización de derechos humanos Amnistía Internacional.
Incluso el comité de derechos humanos de la ONU consideró que la prohibición del aborto es "cruel, inhumana y humillante" e instó al Gobierno irlandés a reformar la ley. Grupos a favor y en contra del aborto se han manifestado desde entonces.
Mediante el referéndum se propone eliminar la enmienda constitucional, lo que permitiría que el Parlamento autorizara el aborto hasta la semana 12 de gestación. En casos excepcionales, el plazo se podría ampliar a la semana 22. Las encuestas muestran que la mayoría de los irlandeses está a favor del cambio.
Según los datos de la sanidad británica, que registra el lugar de residencia de las pacientes, entre 1980 y 2016 abortaron en su territorio más de 168.700 mujeres irlandesas. Otro de los países al que suelen acudir es a Holanda, pero las cifras son más bajas.
La Iglesia católica se opone a la legalización, y se da la casualidad de que solo tres meses después de la consulta viajará al país el papa Francisco. El religioso participará el 25 y 26 de agosto en el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín.
La Sociedad Irlandesa de Planificación Familiar está convencida de que Chithira podría estar viva si hubiese estado permitido el aborto en Irlanda. Es inaceptable que una embarazada con un historial médico como el suyo tuviera que ocuparse por sí misma de buscar dónde abortar en el extranjero, dice el gerente de la organización, Niall Behan.
Sin embargo, para quienes se oponen a la interrupción del embarazo, como la Sociedad de Protección del Niño no Nacido (SPUC), su muerte es una prueba de "los bajos estándares éticos de la industria del aborto", que no tiene en cuenta la vida humana.
Chithira murió de una hemorragia interna. En Londres, los empleados de la clínica están siendo juzgados y un experto independiente dijo hace poco que los médicos habían juzgado erróneamente las complicaciones y cometido errores. El juicio no la devolverá a la vida, pero su caso quizás sí puede tener efecto sobre el referéndum, esperan los defensores de legalizar el aborto.