El autor de "La región más transparente" y "La muerte de Artemio Cruz" atesoró siempre "un apetito de ensayar formas", ya que "no se sentía cómodo con los límites del lenguaje", dice Ortega a dpa.
El crítico literario peruano, que conoció al mexicano en 1969, presentó ayer en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara su libro "Imagen y semejanza de Carlos Fuentes" (Orfila).
El catedrático de literatura hispánica en la Universidad de Brown traza allí de manera fragmentaria y analítica la historia intelectual del laureado escritor mexicano (1927-2012), con quien compartió debates en diversos foros literarios.
Ortega, estudioso de los escritores latinoamericanos consagrados, también sigue de cerca a los talentos más jóvenes, como da cuenta su antología "Muestra del nuevo relato mexicano" (Orfila), asimismo presentada durante la FIL.
El ensayista y poeta peruano destaca que esta nueva generación de narradores se caracteriza por su "capacidad de juego, sorpresa, creatividad y formas de innovación".
dpa: ¿Cómo conoció a Fuentes, cómo definiría su relación con él? ¿Cómo era Fuentes en el contacto personal?
Ortega: Lo conocí en 1969, cuando México todavía estaba bajo el trauma de Tlatelolco. Todas las respuestas estaban en la literatura. En la más reciente e innovadora, de la que se sentía parte. Carlos tuvo siempre una energía extra, una disciplina feroz y una libertad feliz, que lo convertían en un escritor total.
dpa: ¿Qué habría sido de la literatura latinoamericana sin Fuentes?
Ortega: Le habría costado demasiado tiempo ponerse al día. La narrativa, para él, era de unas formas privilegiadas de la actualidad. Tuvo siempre un apetito de ensayar formas, proyectar nuevas versiones, y no se sentía cómodo con los límites del lenguaje o del formato narrativo. He concluido que Fuentes fue de los primeros en ensayar el formato como el espacio donde la literatura se inventa cada vez.
dpa: ¿Cómo interactúan imagen y semejanza de Fuentes en su libro?
Ortega: Imagen remite a representación, semejanza a asociación. En sus novelas hay siempre una representación situada y creíble, pero también una semejanza de asociaciones metódicas, que problematizan lo que vemos. Es un narrador que busca exceder el realismo explicando sus procesos de invención. Ese despliegue de tensiones sitúan su trabajo en el vértice de lo nuevo, de la invención como práctica y poética.
dpa: ¿De qué manera dialoga la obra de Fuentes con la identidad mexicana y con su propia trashumancia?
Ortega: Para él, la identidad era la mezcla, o sea un flujo de energía creativa cuya forma se decidía en la página, no en las ideologías.
dpa: A poco más de cinco años de la muerte de Fuentes, ¿cuál es la vigencia actual de su obra en un México convulsionado por la violencia?
Ortega: En una de sus últimas novelas, "La voluntad y la fortuna", nos propuso un análisis de la naturaleza del mal. No una versión esencialista del mal sino su poder como destino individual, hecho en el crimen y la mentira. La sangre derramada en su país la convirtió en una tinta desplegada como una sombra herida.
dpa: ¿Qué rasgos comunes destacaría entre los autores de "Muestra del nuevo relato mexicano"?
Ortega: La gran diferencia entre los nuevos narradores y los de una generación anterior es la capacidad de juego, sorpresa, creatividad y formas de innovación. Es como si el mundo literario hubiese dado la vuelta en este conjunto de narradores. No es ésta ya una narrativa traumática, bronca o sombría, sino una que trama la cultura popular, apropia las formas lúdicas, contamina los géneros de la verdad con el juego de sus alternativas y, por esas vías, celebra otra vez el mundo en su relato.
JULIO ORTEGA (Casma, 1942): Tras estudiar Literatura en la Universidad Católica de Lima y publicar su primer libro de crítica, "La contemplación y la fiesta" (1968), emigró a Estados Unidos. Desde 1989 es catedrático en la Universidad de Brown, donde dirige el Proyecto de Estudios Trasatlánticos. Enseñó en diversas universidades latinoamericanas, europeas y estadounidenses. Publicó numerosos libros, entre ellos los ensayos "Retrato de Carlos Fuentes", "Una poética del cambio" y "La imaginación crítica" y las ficciones "Adiós Ayacucho" y "Habanera". Editó la novela póstuma de Fuentes "Aquiles o El guerrillero y el asesino".
El crítico literario peruano, que conoció al mexicano en 1969, presentó ayer en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara su libro "Imagen y semejanza de Carlos Fuentes" (Orfila).
El catedrático de literatura hispánica en la Universidad de Brown traza allí de manera fragmentaria y analítica la historia intelectual del laureado escritor mexicano (1927-2012), con quien compartió debates en diversos foros literarios.
Ortega, estudioso de los escritores latinoamericanos consagrados, también sigue de cerca a los talentos más jóvenes, como da cuenta su antología "Muestra del nuevo relato mexicano" (Orfila), asimismo presentada durante la FIL.
El ensayista y poeta peruano destaca que esta nueva generación de narradores se caracteriza por su "capacidad de juego, sorpresa, creatividad y formas de innovación".
dpa: ¿Cómo conoció a Fuentes, cómo definiría su relación con él? ¿Cómo era Fuentes en el contacto personal?
Ortega: Lo conocí en 1969, cuando México todavía estaba bajo el trauma de Tlatelolco. Todas las respuestas estaban en la literatura. En la más reciente e innovadora, de la que se sentía parte. Carlos tuvo siempre una energía extra, una disciplina feroz y una libertad feliz, que lo convertían en un escritor total.
dpa: ¿Qué habría sido de la literatura latinoamericana sin Fuentes?
Ortega: Le habría costado demasiado tiempo ponerse al día. La narrativa, para él, era de unas formas privilegiadas de la actualidad. Tuvo siempre un apetito de ensayar formas, proyectar nuevas versiones, y no se sentía cómodo con los límites del lenguaje o del formato narrativo. He concluido que Fuentes fue de los primeros en ensayar el formato como el espacio donde la literatura se inventa cada vez.
dpa: ¿Cómo interactúan imagen y semejanza de Fuentes en su libro?
Ortega: Imagen remite a representación, semejanza a asociación. En sus novelas hay siempre una representación situada y creíble, pero también una semejanza de asociaciones metódicas, que problematizan lo que vemos. Es un narrador que busca exceder el realismo explicando sus procesos de invención. Ese despliegue de tensiones sitúan su trabajo en el vértice de lo nuevo, de la invención como práctica y poética.
dpa: ¿De qué manera dialoga la obra de Fuentes con la identidad mexicana y con su propia trashumancia?
Ortega: Para él, la identidad era la mezcla, o sea un flujo de energía creativa cuya forma se decidía en la página, no en las ideologías.
dpa: A poco más de cinco años de la muerte de Fuentes, ¿cuál es la vigencia actual de su obra en un México convulsionado por la violencia?
Ortega: En una de sus últimas novelas, "La voluntad y la fortuna", nos propuso un análisis de la naturaleza del mal. No una versión esencialista del mal sino su poder como destino individual, hecho en el crimen y la mentira. La sangre derramada en su país la convirtió en una tinta desplegada como una sombra herida.
dpa: ¿Qué rasgos comunes destacaría entre los autores de "Muestra del nuevo relato mexicano"?
Ortega: La gran diferencia entre los nuevos narradores y los de una generación anterior es la capacidad de juego, sorpresa, creatividad y formas de innovación. Es como si el mundo literario hubiese dado la vuelta en este conjunto de narradores. No es ésta ya una narrativa traumática, bronca o sombría, sino una que trama la cultura popular, apropia las formas lúdicas, contamina los géneros de la verdad con el juego de sus alternativas y, por esas vías, celebra otra vez el mundo en su relato.
JULIO ORTEGA (Casma, 1942): Tras estudiar Literatura en la Universidad Católica de Lima y publicar su primer libro de crítica, "La contemplación y la fiesta" (1968), emigró a Estados Unidos. Desde 1989 es catedrático en la Universidad de Brown, donde dirige el Proyecto de Estudios Trasatlánticos. Enseñó en diversas universidades latinoamericanas, europeas y estadounidenses. Publicó numerosos libros, entre ellos los ensayos "Retrato de Carlos Fuentes", "Una poética del cambio" y "La imaginación crítica" y las ficciones "Adiós Ayacucho" y "Habanera". Editó la novela póstuma de Fuentes "Aquiles o El guerrillero y el asesino".