Cerca de 1,8 millones de brasileños de origen japonés viven en Brasil, un poco menos de 1% de la población total del gigante sudamericano. Un 60% reside en el estado de Sao Paulo, con otras grandes concentraciones en los estados de Paraná y Matto Grosso.
Su número ha crecido en años recientes a raíz del retorno a Brasil de decenas de miles de brasileños de origen japonés que se mudaron al país asiático durante el boom económico de los años '70 y '80.
Pero el crecimiento espectacular de Brasil, sexta economía del mundo, sumado a la desaceleración económica japonesa, ha traído de regreso a Brasil desde 2008 a aproximadamente un tercio de los estimados 300.000 inmigrantes nipo-brasileños que habían salido del país.
La fuerza de la comunidad japonesa en Brasil quedó en evidencia en el Festival Anual de Japón, el mayor de toda América Latina, que culminó el domingo en Sao Paulo.
Un récord de 190.000 personas, la mitad de ellas no japonesas, participaron en los tres días de celebraciones de todo lo japonés, según KENREN, la Federación de Asociaciones de Provincias Japonesas, que organizó el evento.
"Tenemos descendientes de japoneses representando las 47 provincias de Japón y muestran sus respectivas comidas, danzas y música", dijo a la AFP Erika Yamauti, coordinadora del Japanfest.
"Más y más visitantes vienen todos los años, y la mitad no son japoneses. Vienen por la comida, a aprender sobre Japón", indicó.
El evento, que comenzó a realizarse hace 15 años, se ha transformado en un megafestival que atrae a japoneses que residen en países vecinos como Paraguay, Argentina y Perú, añadió.
"La esencia del festival es la gastronomía y la diversidad culinaria de sus 47 provincias", dijo Nelson Maeda, presidente del comité organizador de la fiesta.
"Pero el principal objetivo, más allá de la preservación de la cultura japonesa, es profundizar la integración de las comunidades japonesa y brasileña", insistió.
"Este año marcó el 104 aniversario de la inmigración japonesa a Brasil. Tenemos gente de la primera, la segunda, la tercera y la cuarta generación", dijo Maeda. "Somos muy bien aceptados por la comunidad brasileña y queremos ser recíprocos abriéndoles nuestras puertas.
Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, estatal), los primeros inmigrantes japoneses -un grupo de 781 personas- llegaron al país para trabajar como campesinos en 1908.
Estos inmigrantes fueron exitosos, compraron tierras y hasta hoy grandes cooperativas dirigidas por japoneses proveen de fruta y vegetales frescos a los mercados de Rio y Sao Paulo.
La comunidad japonesa es vista en Brasil como una minoría bien integrada y exitosa, con un alto nivel de educación. Muchos de ellos poseen altos cargos en el gobierno, las finanzas, la vida académica y los negocios.
"Los jóvenes brasileños-japoneses están bien integrados", dijo Maeda. "Pero muchos de ellos no hablan japonés. Por eso tratamos de exponerlos a las tradiciones japonesas, no sólo a la comida sino también al lenguaje, las artes, las danzas".