Luisa Valenzuela
En cada visita la casa ha cambiado, pero hay algo que permanece constante: jamás sucumbe a los convencionalismos. Como en un cuento bien escrito, cada elemento tiene un por qué, una razón que no es la que dictan ni el sentido común ni las revistas de decoración. Es un pequeño mundo dentro del mundo. Quizás por eso, al salir, uno tiene la sensación de estar volviendo lentamente de una largo viaje. En este viaje particular, Valenzuela nos ayudó a recorrer los lugares más secretos de su última novela, El Mañana.
−¿Cómo surgió esta historia que une una trama de acción por un lado y una reflexión acerca de lo que es la literatura por el otro?
−Partí de una pregunta: ¿por qué? No por qué pusieron presas a las escritoras de las que hablo en mi novela, porque primero tuvieron que ponerlas presas para que yo me pregunte la razón. A mí me sorprende el trabajo creativo, toda esa parte inconsciente, toda esa parte que va aflorando, precisamente, con la historia. Quise indagar en eso y en la cuestión del lenguaje. Empecé con una anécdota: la cuestión de las mujeres que tienen un arresto domiciliario, que no se sabe por qué asistían a ese congreso. Cuando me pregunto por qué, empiezo por escribir eso: qué función cumple esa historia y me doy cuenta de que tiene que ver con lo no dicho. Comienzo a indagar y los personajes van surgiendo en la medida en que mi propia indagación va avanzando. En un principio, no me dirigía a ninguna parte, no tenía un plan predeterminado. La novela va encontrando su propio derrotero. Eso me ocurre a menudo, pero esta vez se centró en aquella pregunta que uno se hace siempre que escribe y la enfoqué de manera directa.
−Hay otra indagación que tiene que ver con lo femenino y la escritura. Aparece, por ejemplo, el tema de la novela histórica, que es un género, según parece, muy femenino.
−Sí, aparece la figura de Juana Azurduy de la mano de la novela histórica.
−Pero está tomado muy visceralmente, no desde afuera, como en buena parte de ese tipo de novela.
−Hay trabajos serios de novela histórica, pero también es cierto que se volvió moda, un pedido de mercado, y se empezó a escribir demasiado de las amantes de los próceres y todo eso. Eso no quita que hay una necesidad de rescatar la presencia de las mujeres a lo largo de toda la historia de la humanidad que siempre ha sido escamoteada. Steiner dice que los griegos pudieron construir la civilización que construyeron porque tenían a los esclavos para los trabajos públicos y a las mujeres que hacían los trabajos del hogar.
−Cuando la protagonista sale de su encierro, va a la villa, que no es la realidad que tenía antes del arresto domiciliario. ¿Por qué?
−Eso es ir hacia los márgenes. ¿Por qué va a la villa miseria? Porque es un nuevo margen. La escritora está en el margen de las cosas. Como escritora no estás en el centro de la acción, estás en un margen contemplando los intersticios, no estás afuera, no dejas de involucrarte, pero sí estás excluida de alguna manera. Sobre todo ahora, que el mundo intelectual está un poco excluido del pensamiento central, hegemónico.
−¿Estar en los márgenes es algo deseable, es bueno?
−Es un lugar cómodo, interesante, positivo. Si te mantenés en el margen, ves las zonas oscuras, las zonas de tinieblas que son las que me interesan explorar.
−¿Qué disparó esta novela?
−Empezó hace mucho. Me llevó muchos años escribirla, porque escribí otras cosas en el medio, porque viajé muchísimo. Creo que me la disparó algún momento en que me sentí medio excluida. Mucho ponderar el margen pero cuando te sentís demasiado marginado, te sentís raro.
−Toda la primera parte, la novela es muy visual.
−No lo sé, puede ser que el desarrollo de una acción en un espacio cerrado produzca eso, pero creo que ya no construyo los textos de una manera tan visual. En cambio, la primera novela que escribí la visualicé como si fuera cine. Ahora oigo las palabras. Evidentemente, cuando estás describiendo algo, tenés que imaginártelo, lo visualizas pero no es un a priori, en cambio antes sí: aparecían las escenas claramente. Tuve que compaginar ese departamento, por la distribución, por las cuestiones de cuando tenía que esconderse, tuve que diseñar un mapita mental.
−Incluso los sótanos, las entrañas de la casa, la luz dorada son tremendamente visual.
−Tenés razón. Como yo estoy siempre tan atenta al sonido, no es que descuide lo visual, porque evidentemente está, pero no lo registro. Es necesario, es imprescindible. Ese mundo debe tener un espacio, una forma, una distribución de los objetos, es un mundo muy acotado.
−Elisa, la escritora, escribe, y las fuerzas represivas se encargan de borrar su escritura. Entonces ella vuelve a escribir. ¿Por qué esa insistencia?
−Cuando estuve en China, en el Templo del Cielo, todo el mundo estaba practicando actividades muy calmas, música, Tai Chi, una especie de tango con música china. En un rincón había un viejito con largo pincel. Lo mojaba en un balde con agua y dibujaba sobre el cemento unos ideogramas que se evaporaban. Era divino ver eso. La marca queda. Aquello que se borra también queda, por eso yo creo en el olvido. Borges cantaba al olvido y era tan memorioso. Siempre queda un sedimento de algo que después va a aflorar por algún lado, por otro lugar, y creo que así escribimos ¿Por qué se arman estas historias tan bien estructuradas sin que uno se lo proponga de alguna manera? Creo que por eso, porque hay también una escritura previa, invisible. Por lo menos para la gente que, como yo, escribe sin un plan previo, eso es muy importante.
−Supongo que debe dar mucho vértigo el escribir sin una planificación. ¿No?
−Hummm… da vértigo, pero esa es la emoción. La escritura aparece como una forma de averiguación constante. Me ha pasado en otras oportunidades pero esta vez de una manera muy drástica, pensé que no iba a escribir nunca más.
−¿Cuándo pensaste en eso?
−Estuve muy enferma, tuve una meningoencefalitis. Me fui del mundo por un mes y pico. Cuando salí de eso, pensé que no quería escribir nunca más. Escribir me daba asco. Me preguntaba para qué debía seguir escribiendo si tenía más de 20 libros publicados. Pero seguí escribiendo precisamente porque escribir es seguir indagando.
−¿Y cómo fue esa experiencia de “irte del mundo”?
−Estuve internada un mes y medio e inconciente un mes. Cuando salí de eso, había perdido entusiasmo por todo. No quería ver a mis perras, no quería leer, no quería nada. Después me di cuenta de que debía seguir escribiendo precisamente para indagar. Cada novela es una búsqueda, no de respuestas, sino de caminos de indagación, de aventura, de ver cómo está hecho el juguete del cerebro.
−¿Recuperaste el entusiasmo?
−Sí, sí. La pereza me quedó, también. Siempre todo es en positivo y en negativo. Hay ganas de escribir y no ganas de escribir
−¿Por qué me decías que te gustan los márgenes, pero que a veces te sentís demasiado marginada?
−Los márgenes son los lugares de exploración por excelencia porque te permiten cierta libertad, pero al mismo tiempo sentirse excluido, por eso a todos nos cuesta escribir, porque te exige aislarte.
−Pensé que hablabas de un lugar que ocupabas.
−Volver de los Estados Unidos fue muy extraño porque allá ocupaba un lugar que acá nunca. Es cierto, fue por voluntad propia. Si elijo estar acá, estoy dispuesta a soportar la situación de acá.
−¿Qué pensás de este momento que atraviesa el país?
−Es un momento interesantísimo. Hay un cambio de paradigmas, pero hay que aguantarlo, porque en 2001 no había país y ahora sí. Cristina trajo muchos cambios. Tiene una fuerza avasalladora. Es una mujer brillante, con una oratoria única, no trastabilla, no se desdice a pesar de tanta agresión, de tanta amenaza. Está cambiando la distribución del poder en el país.
−¿Cómo surgió esta historia que une una trama de acción por un lado y una reflexión acerca de lo que es la literatura por el otro?
−Partí de una pregunta: ¿por qué? No por qué pusieron presas a las escritoras de las que hablo en mi novela, porque primero tuvieron que ponerlas presas para que yo me pregunte la razón. A mí me sorprende el trabajo creativo, toda esa parte inconsciente, toda esa parte que va aflorando, precisamente, con la historia. Quise indagar en eso y en la cuestión del lenguaje. Empecé con una anécdota: la cuestión de las mujeres que tienen un arresto domiciliario, que no se sabe por qué asistían a ese congreso. Cuando me pregunto por qué, empiezo por escribir eso: qué función cumple esa historia y me doy cuenta de que tiene que ver con lo no dicho. Comienzo a indagar y los personajes van surgiendo en la medida en que mi propia indagación va avanzando. En un principio, no me dirigía a ninguna parte, no tenía un plan predeterminado. La novela va encontrando su propio derrotero. Eso me ocurre a menudo, pero esta vez se centró en aquella pregunta que uno se hace siempre que escribe y la enfoqué de manera directa.
−Hay otra indagación que tiene que ver con lo femenino y la escritura. Aparece, por ejemplo, el tema de la novela histórica, que es un género, según parece, muy femenino.
−Sí, aparece la figura de Juana Azurduy de la mano de la novela histórica.
−Pero está tomado muy visceralmente, no desde afuera, como en buena parte de ese tipo de novela.
−Hay trabajos serios de novela histórica, pero también es cierto que se volvió moda, un pedido de mercado, y se empezó a escribir demasiado de las amantes de los próceres y todo eso. Eso no quita que hay una necesidad de rescatar la presencia de las mujeres a lo largo de toda la historia de la humanidad que siempre ha sido escamoteada. Steiner dice que los griegos pudieron construir la civilización que construyeron porque tenían a los esclavos para los trabajos públicos y a las mujeres que hacían los trabajos del hogar.
−Cuando la protagonista sale de su encierro, va a la villa, que no es la realidad que tenía antes del arresto domiciliario. ¿Por qué?
−Eso es ir hacia los márgenes. ¿Por qué va a la villa miseria? Porque es un nuevo margen. La escritora está en el margen de las cosas. Como escritora no estás en el centro de la acción, estás en un margen contemplando los intersticios, no estás afuera, no dejas de involucrarte, pero sí estás excluida de alguna manera. Sobre todo ahora, que el mundo intelectual está un poco excluido del pensamiento central, hegemónico.
−¿Estar en los márgenes es algo deseable, es bueno?
−Es un lugar cómodo, interesante, positivo. Si te mantenés en el margen, ves las zonas oscuras, las zonas de tinieblas que son las que me interesan explorar.
−¿Qué disparó esta novela?
−Empezó hace mucho. Me llevó muchos años escribirla, porque escribí otras cosas en el medio, porque viajé muchísimo. Creo que me la disparó algún momento en que me sentí medio excluida. Mucho ponderar el margen pero cuando te sentís demasiado marginado, te sentís raro.
−Toda la primera parte, la novela es muy visual.
−No lo sé, puede ser que el desarrollo de una acción en un espacio cerrado produzca eso, pero creo que ya no construyo los textos de una manera tan visual. En cambio, la primera novela que escribí la visualicé como si fuera cine. Ahora oigo las palabras. Evidentemente, cuando estás describiendo algo, tenés que imaginártelo, lo visualizas pero no es un a priori, en cambio antes sí: aparecían las escenas claramente. Tuve que compaginar ese departamento, por la distribución, por las cuestiones de cuando tenía que esconderse, tuve que diseñar un mapita mental.
−Incluso los sótanos, las entrañas de la casa, la luz dorada son tremendamente visual.
−Tenés razón. Como yo estoy siempre tan atenta al sonido, no es que descuide lo visual, porque evidentemente está, pero no lo registro. Es necesario, es imprescindible. Ese mundo debe tener un espacio, una forma, una distribución de los objetos, es un mundo muy acotado.
−Elisa, la escritora, escribe, y las fuerzas represivas se encargan de borrar su escritura. Entonces ella vuelve a escribir. ¿Por qué esa insistencia?
−Cuando estuve en China, en el Templo del Cielo, todo el mundo estaba practicando actividades muy calmas, música, Tai Chi, una especie de tango con música china. En un rincón había un viejito con largo pincel. Lo mojaba en un balde con agua y dibujaba sobre el cemento unos ideogramas que se evaporaban. Era divino ver eso. La marca queda. Aquello que se borra también queda, por eso yo creo en el olvido. Borges cantaba al olvido y era tan memorioso. Siempre queda un sedimento de algo que después va a aflorar por algún lado, por otro lugar, y creo que así escribimos ¿Por qué se arman estas historias tan bien estructuradas sin que uno se lo proponga de alguna manera? Creo que por eso, porque hay también una escritura previa, invisible. Por lo menos para la gente que, como yo, escribe sin un plan previo, eso es muy importante.
−Supongo que debe dar mucho vértigo el escribir sin una planificación. ¿No?
−Hummm… da vértigo, pero esa es la emoción. La escritura aparece como una forma de averiguación constante. Me ha pasado en otras oportunidades pero esta vez de una manera muy drástica, pensé que no iba a escribir nunca más.
−¿Cuándo pensaste en eso?
−Estuve muy enferma, tuve una meningoencefalitis. Me fui del mundo por un mes y pico. Cuando salí de eso, pensé que no quería escribir nunca más. Escribir me daba asco. Me preguntaba para qué debía seguir escribiendo si tenía más de 20 libros publicados. Pero seguí escribiendo precisamente porque escribir es seguir indagando.
−¿Y cómo fue esa experiencia de “irte del mundo”?
−Estuve internada un mes y medio e inconciente un mes. Cuando salí de eso, había perdido entusiasmo por todo. No quería ver a mis perras, no quería leer, no quería nada. Después me di cuenta de que debía seguir escribiendo precisamente para indagar. Cada novela es una búsqueda, no de respuestas, sino de caminos de indagación, de aventura, de ver cómo está hecho el juguete del cerebro.
−¿Recuperaste el entusiasmo?
−Sí, sí. La pereza me quedó, también. Siempre todo es en positivo y en negativo. Hay ganas de escribir y no ganas de escribir
−¿Por qué me decías que te gustan los márgenes, pero que a veces te sentís demasiado marginada?
−Los márgenes son los lugares de exploración por excelencia porque te permiten cierta libertad, pero al mismo tiempo sentirse excluido, por eso a todos nos cuesta escribir, porque te exige aislarte.
−Pensé que hablabas de un lugar que ocupabas.
−Volver de los Estados Unidos fue muy extraño porque allá ocupaba un lugar que acá nunca. Es cierto, fue por voluntad propia. Si elijo estar acá, estoy dispuesta a soportar la situación de acá.
−¿Qué pensás de este momento que atraviesa el país?
−Es un momento interesantísimo. Hay un cambio de paradigmas, pero hay que aguantarlo, porque en 2001 no había país y ahora sí. Cristina trajo muchos cambios. Tiene una fuerza avasalladora. Es una mujer brillante, con una oratoria única, no trastabilla, no se desdice a pesar de tanta agresión, de tanta amenaza. Está cambiando la distribución del poder en el país.