En la foto, el periodista español José Couso, asesinado por los marines en Bagdad
En menos de 20 años Bagdad ha estallado en llamas más de una vez: en 1991, la primera Guerra del Golfo dejó 30.000 iraquíes muertos. Hace 7 años, la toma por parte del ejército norteamericano, convirtió “el regalo de Dios” en una ciudad desgarrada por tanques cargados de miedo y destrucción.
Esta semana, en el aula 107 de la Universidad de los Andes, analizamos como periodistas en construcción, el video-denuncia que la cadena española Telecinco produjo en homenaje a su camarógrafo José Couso; era como si desde la memoria, la verdad enviara un S.O.S.: Couso y el ucraniano de Reuters, Taras Prostyuk, murieron cuando el tanque MI Abrams del ejército norteamericano disparó contra el Hotel Palestina, donde se alojaban los corresponsales extranjeros.
El telón blanco que según hora y maestro, se cubre de elipses o de eclipses, de códigos de Hammurabi o mapas de la NASA, se vistió para nosotros con los testimonios de soldados y periodistas; presidentes y choferes; monjas, médicos y camarógrafos que tenían algo que decir sobre el ataque al hotel de la prensa.
El salón -oscurecido por el blackout que cierra los párpados de las ventanas- se alumbraba con los abominables relámpagos de la guerra.
Las preguntas recorrieron el cemento de los muros, el termo del café, el paño azul de los asientos; se metieron en la tristeza por los muertos, en la rabia por la guerra, en la angustia porque los otros son mucho o algo de nosotros. ¿Fue un ataque deliberado contra los periodistas, o un error de información? ¿Cómo se articulan en los manuales de reportería, los misiles y las denuncias; la palabra desarmada y el testimonio irrevocable; la sangre derramada y la tinta que navega por el computador?
En Bogotá llueve por horas, por días, por desquites del cielo; las montañas irrumpen en la niebla, y dejan una franja abierta, para que el arco iris atraviese los Andes como si viviéramos en paz.
El verano de Bagdad marca 50° a la sombra; el Tigris parte la ciudad en dos mitades desiguales, y cada cien años cae -como un velo de las Mil y una noches- una delgadita capa de nieve.
En ‘el regalo de Dios’, en la ‘tierra de la labranza’ o en cualquier parte, la guerra es un desierto lleno de cráteres.
Donde se amenacen periodistas se amenaza la historia, la palabra, la libertad; cuando alguien decide bombardear soldados, civiles o insurgentes, la democracia ya está herida, desde antes de disparar.
Nada más absurdo y oscuro que el destello de la guerra: es el único juego en el que todos pierden, y ¡cuántos se matan por jugar!
ariasgloria@hotmail.com
En menos de 20 años Bagdad ha estallado en llamas más de una vez: en 1991, la primera Guerra del Golfo dejó 30.000 iraquíes muertos. Hace 7 años, la toma por parte del ejército norteamericano, convirtió “el regalo de Dios” en una ciudad desgarrada por tanques cargados de miedo y destrucción.
Esta semana, en el aula 107 de la Universidad de los Andes, analizamos como periodistas en construcción, el video-denuncia que la cadena española Telecinco produjo en homenaje a su camarógrafo José Couso; era como si desde la memoria, la verdad enviara un S.O.S.: Couso y el ucraniano de Reuters, Taras Prostyuk, murieron cuando el tanque MI Abrams del ejército norteamericano disparó contra el Hotel Palestina, donde se alojaban los corresponsales extranjeros.
El telón blanco que según hora y maestro, se cubre de elipses o de eclipses, de códigos de Hammurabi o mapas de la NASA, se vistió para nosotros con los testimonios de soldados y periodistas; presidentes y choferes; monjas, médicos y camarógrafos que tenían algo que decir sobre el ataque al hotel de la prensa.
El salón -oscurecido por el blackout que cierra los párpados de las ventanas- se alumbraba con los abominables relámpagos de la guerra.
Las preguntas recorrieron el cemento de los muros, el termo del café, el paño azul de los asientos; se metieron en la tristeza por los muertos, en la rabia por la guerra, en la angustia porque los otros son mucho o algo de nosotros. ¿Fue un ataque deliberado contra los periodistas, o un error de información? ¿Cómo se articulan en los manuales de reportería, los misiles y las denuncias; la palabra desarmada y el testimonio irrevocable; la sangre derramada y la tinta que navega por el computador?
En Bogotá llueve por horas, por días, por desquites del cielo; las montañas irrumpen en la niebla, y dejan una franja abierta, para que el arco iris atraviese los Andes como si viviéramos en paz.
El verano de Bagdad marca 50° a la sombra; el Tigris parte la ciudad en dos mitades desiguales, y cada cien años cae -como un velo de las Mil y una noches- una delgadita capa de nieve.
En ‘el regalo de Dios’, en la ‘tierra de la labranza’ o en cualquier parte, la guerra es un desierto lleno de cráteres.
Donde se amenacen periodistas se amenaza la historia, la palabra, la libertad; cuando alguien decide bombardear soldados, civiles o insurgentes, la democracia ya está herida, desde antes de disparar.
Nada más absurdo y oscuro que el destello de la guerra: es el único juego en el que todos pierden, y ¡cuántos se matan por jugar!
ariasgloria@hotmail.com