En las últimas horas el Jefe de Estado, reveló que existían dos posibles propuestas por parte del Gobierno del Mapocho, la una de una salida por medio de un corredor al norte de Chile, en territorio de Arica, con playa o puerto en el mar, en esas aguas en las que, en la década de los 70, los bolivianos nos lavamos los pies con añoranza de que el retorno era una realidad.
Esta propuesta, que tuvo grandes repercusiones en el ámbito nacional e internacional, fue la que se concretó entre los dos países, entre los entonces Presidentes Banzer y Pinochet, pero ante la intervención y consulta al Perú, la misma quedó "en agua de borrajas", ante la oposición de los inquilinos del Palacio de Pizarro.
Pero ¿hubo una real voluntad entonces, por parte de La Moneda, para que esa reivindicación se concretara?, nos preguntamos, para respondernos que NO, por cuanto la negociación y el "Abrazo de Charaña", fue producto de la estrategia defensiva chilena, para evitar que los peruanos se levantaran en armas para recuperar sus territorios, usurpados también después de la Guerra del Pacífico.
Pinochet había advertido a Banzer en ese tiempo que si se concretaba la negociación a él lo iban a colgar en Chile, mientras que a su par le iban a levantar un monumento en Bolivia. No sucedió nada, ni colgamientos, ni monumentos, y menos una salida libre y soberana al mar.
El enclave, también es un "cuento" que data desde 1950, tiempo en el que los vecinos trasandinos pretendieron, a cambio, las aguas del Lago Titicaca, proyecto lógicamente rechazado en nuestro país y también en el Perú, considerando que ambos países son copropietarios de ese lago, que es considerado el más alto del mundo y que en este tiempo está a punto de ser declarado como "Maravilla Natural de la Humanidad".
Es decir, las negociaciones van y vienen. Nuestros políticos, como no podía ser de otra manera, "pican el anzuelo" y se sumergen en las profundas aguas de la diplomacia chilena, llena de "mieles" y de "cerveza", como sucedió en la época del Melgarejo, cuando un diplomático de Santiago servía esa bebida de cebada al caballo "Holofernes" del dictador, Jefe de Estado, Mariscal y otros calificativos de las Fuerzas Armadas de Chile.
Es una constante, lamentablemente, en la que nos embarcamos desde Algarve, en Portugal, hasta las playas chilenas donde debía erigirse una planta de licuefacción para exportar gas a ultramar, con una inversión de más de 5.000 millones de dólares, pero de mar soberano y territorio con idénticas características, sólo para crear o contribuir a crear un clima de "confianza mutua", discurso que se ha convertido en una retahila, a la que solamente falta música.
Diplomacia de "servilletas", diplomáticos bolivianos que llegaban con el mar en las maletas, abrazos, piropos, y también insultos y duros discursos en la palestra internacional y nacional, no han mellado en lo más mínimo esa armadura de la usurpación y de la invasión, de la que se encuentra investido Chile desde 1879, cuando empezó la depredación de nuestros territorio y mar en Antofagasta.
¿Nos encontramos en la continuación de esa historia o de ese "cuento sin fin?. Al parecer sí, ya que lo avanzado en estos tres años, en esa agenda de trece puntos, de las tantas que se han elaborado entre las dos naciones, solamente existen esas propuestas, seguramente archivadas en papeles ya amarillentos en la Cancillería chilena, pero que en cualquier tiempo y lugar, clase social o de posición económica y política, se convierte en la "varita mágica" para "hipnotizar" a nuestros gobernantes y parar cualquier campaña nacional e internacional clamando por los derechos usurpados.
Pero, en honor a la verdad, debemos continuar negociando, insistiendo, perseverando, para que quizá se cumpla ese refrán, de que "la gota labra la piedra".
Esta propuesta, que tuvo grandes repercusiones en el ámbito nacional e internacional, fue la que se concretó entre los dos países, entre los entonces Presidentes Banzer y Pinochet, pero ante la intervención y consulta al Perú, la misma quedó "en agua de borrajas", ante la oposición de los inquilinos del Palacio de Pizarro.
Pero ¿hubo una real voluntad entonces, por parte de La Moneda, para que esa reivindicación se concretara?, nos preguntamos, para respondernos que NO, por cuanto la negociación y el "Abrazo de Charaña", fue producto de la estrategia defensiva chilena, para evitar que los peruanos se levantaran en armas para recuperar sus territorios, usurpados también después de la Guerra del Pacífico.
Pinochet había advertido a Banzer en ese tiempo que si se concretaba la negociación a él lo iban a colgar en Chile, mientras que a su par le iban a levantar un monumento en Bolivia. No sucedió nada, ni colgamientos, ni monumentos, y menos una salida libre y soberana al mar.
El enclave, también es un "cuento" que data desde 1950, tiempo en el que los vecinos trasandinos pretendieron, a cambio, las aguas del Lago Titicaca, proyecto lógicamente rechazado en nuestro país y también en el Perú, considerando que ambos países son copropietarios de ese lago, que es considerado el más alto del mundo y que en este tiempo está a punto de ser declarado como "Maravilla Natural de la Humanidad".
Es decir, las negociaciones van y vienen. Nuestros políticos, como no podía ser de otra manera, "pican el anzuelo" y se sumergen en las profundas aguas de la diplomacia chilena, llena de "mieles" y de "cerveza", como sucedió en la época del Melgarejo, cuando un diplomático de Santiago servía esa bebida de cebada al caballo "Holofernes" del dictador, Jefe de Estado, Mariscal y otros calificativos de las Fuerzas Armadas de Chile.
Es una constante, lamentablemente, en la que nos embarcamos desde Algarve, en Portugal, hasta las playas chilenas donde debía erigirse una planta de licuefacción para exportar gas a ultramar, con una inversión de más de 5.000 millones de dólares, pero de mar soberano y territorio con idénticas características, sólo para crear o contribuir a crear un clima de "confianza mutua", discurso que se ha convertido en una retahila, a la que solamente falta música.
Diplomacia de "servilletas", diplomáticos bolivianos que llegaban con el mar en las maletas, abrazos, piropos, y también insultos y duros discursos en la palestra internacional y nacional, no han mellado en lo más mínimo esa armadura de la usurpación y de la invasión, de la que se encuentra investido Chile desde 1879, cuando empezó la depredación de nuestros territorio y mar en Antofagasta.
¿Nos encontramos en la continuación de esa historia o de ese "cuento sin fin?. Al parecer sí, ya que lo avanzado en estos tres años, en esa agenda de trece puntos, de las tantas que se han elaborado entre las dos naciones, solamente existen esas propuestas, seguramente archivadas en papeles ya amarillentos en la Cancillería chilena, pero que en cualquier tiempo y lugar, clase social o de posición económica y política, se convierte en la "varita mágica" para "hipnotizar" a nuestros gobernantes y parar cualquier campaña nacional e internacional clamando por los derechos usurpados.
Pero, en honor a la verdad, debemos continuar negociando, insistiendo, perseverando, para que quizá se cumpla ese refrán, de que "la gota labra la piedra".