La mayor exposición de Gabriel Orozco organizada hasta la fecha en el Reino Unido abarca los más de 20 años de trayectoria de este veracruzano (Xalapa, 1962) que se ha impuesto en poco tiempo como uno de los más importantes y cotizados artistas contemporáneos.
Aunque la muestra incluye esculturas, pinturas, dibujos e incluso fotografías, visualmente destacan sobre todo las instalaciones creadas durante su experimentación con diversos objetos -naturales o fabricados por el hombre- que le han valido a Gabriel Orozco el calificativo de "poeta de lo efímero".
"No invento, sólo reinterpreto", ha dicho en varias ocasiones el mexicano, que explora con humor y poesía las huellas que va dejando en el entorno la acción de los diferentes objetos, que pueden ser desde un automóvil hasta un ascensor, pasando por un ventilador.
"Mis esculturas hablan del cuerpo, del movimiento, del cuerpo actuando en la vida cotidiana de muchas maneras diferentes", explicó Orozco, quien al igual que los objetos tampoco está muy quieto, pues divide su tiempo principalmente entre el Distrito Federal, París y Nueva York.
"Para mí es importante el cuerpo, no como identidad en términos de sexualidad o nacionalidad, sino como generador de residuos, de erosión", agregó durante la presentación a la prensa.
Este concepto está presente en su última obra, "Chicotes", creada a partir de los pedazos de ruedas reventadas de todos los tamaños que abundan en las carreteras mexicanas, colocada como si fuera un paisaje -aunque con un fuerte olor a goma- en un espacio del museo situado en una antigua central eléctrica a orillas del Támesis.
También es palpable en "Lintels", otra sorprendente instalación en la que los trapos que cuelgan del tendedero fueron creados a partir de las pelusas que se acumulan en los filtros de las secadoras de ropa.
Entre las instalaciones, destacan también varias dedicadas a los juegos, como "Carambola con Péndulo" (1996), que representa una mesa de billar francés en la que la bola roja cuelga del techo, o "Caballos corriendo sin fin", una variante del ajedrez en el que todas las piezas son caballos.
"Trato de hacer mis propios juegos para tratar de entender el mundo", dijo el artista, quien tiene la esperanza de poder comunicar esta conciencia personal con el público.
En todo caso, el artista mexicano, que según Jessica Morgan, la comisaria de la muestra, es "uno de los artistas contemporáneos más importantes de los últimos 15 años", ya hizo una pequeña revolución en su mundo.
"Con él, las obras cambian, las ideas cambian, la manera de hacerlo cambia, explicó. Siempre hay una nueva aproximación (...) Esto ha cambiado la manera de pensar de toda una generación sobre la forma de hacer arte", agregó.
La retrospectiva, que podrá verse hasta el 25 de abril, confirma también el compromiso creciente de la Tate, que el año pasado cumplió 10 años, con el "vibrante" arte latinoamericano.
"Hubo un gran cambio en los últimos seis o siete años, con un mayor interés por América Latina", señaló Morgan. "Hicimos un gran esfuerzo para establecer este arte dentro de la colección, donde ahora se puede ver no sólo obra reciente, sino también histórica".
Aunque la muestra incluye esculturas, pinturas, dibujos e incluso fotografías, visualmente destacan sobre todo las instalaciones creadas durante su experimentación con diversos objetos -naturales o fabricados por el hombre- que le han valido a Gabriel Orozco el calificativo de "poeta de lo efímero".
"No invento, sólo reinterpreto", ha dicho en varias ocasiones el mexicano, que explora con humor y poesía las huellas que va dejando en el entorno la acción de los diferentes objetos, que pueden ser desde un automóvil hasta un ascensor, pasando por un ventilador.
"Mis esculturas hablan del cuerpo, del movimiento, del cuerpo actuando en la vida cotidiana de muchas maneras diferentes", explicó Orozco, quien al igual que los objetos tampoco está muy quieto, pues divide su tiempo principalmente entre el Distrito Federal, París y Nueva York.
"Para mí es importante el cuerpo, no como identidad en términos de sexualidad o nacionalidad, sino como generador de residuos, de erosión", agregó durante la presentación a la prensa.
Este concepto está presente en su última obra, "Chicotes", creada a partir de los pedazos de ruedas reventadas de todos los tamaños que abundan en las carreteras mexicanas, colocada como si fuera un paisaje -aunque con un fuerte olor a goma- en un espacio del museo situado en una antigua central eléctrica a orillas del Támesis.
También es palpable en "Lintels", otra sorprendente instalación en la que los trapos que cuelgan del tendedero fueron creados a partir de las pelusas que se acumulan en los filtros de las secadoras de ropa.
Entre las instalaciones, destacan también varias dedicadas a los juegos, como "Carambola con Péndulo" (1996), que representa una mesa de billar francés en la que la bola roja cuelga del techo, o "Caballos corriendo sin fin", una variante del ajedrez en el que todas las piezas son caballos.
"Trato de hacer mis propios juegos para tratar de entender el mundo", dijo el artista, quien tiene la esperanza de poder comunicar esta conciencia personal con el público.
En todo caso, el artista mexicano, que según Jessica Morgan, la comisaria de la muestra, es "uno de los artistas contemporáneos más importantes de los últimos 15 años", ya hizo una pequeña revolución en su mundo.
"Con él, las obras cambian, las ideas cambian, la manera de hacerlo cambia, explicó. Siempre hay una nueva aproximación (...) Esto ha cambiado la manera de pensar de toda una generación sobre la forma de hacer arte", agregó.
La retrospectiva, que podrá verse hasta el 25 de abril, confirma también el compromiso creciente de la Tate, que el año pasado cumplió 10 años, con el "vibrante" arte latinoamericano.
"Hubo un gran cambio en los últimos seis o siete años, con un mayor interés por América Latina", señaló Morgan. "Hicimos un gran esfuerzo para establecer este arte dentro de la colección, donde ahora se puede ver no sólo obra reciente, sino también histórica".