Incluso el dirigente druso Walid Jumblat se escandalizó en un tuit de que “murciélagos de noche , a sueldo de empresas inmobiliarias, arrancasen la placa del edificio”. En su primer piso vivió plácidamente de Gaulle con su mujer Yvone, su hijo Philipe y sus hijas Elisabeth y Aana, durante su misión en el Estado mayor de las tropas del Levante. Era un piso con un salón de columnas al estilo libanés abierto a una amplia terraza, un gran comedor, tres dormitorios y un espacioso cuarto de baño. Cundió el rumor de que la vivienda había sido vendida para edificar uno de los inmuebles que brotan en todos los barrios de Beirut, en esta fiebre que se extiende por todas partes, aunque después sea difícil vender o alquilar las nuevas viviendas. El alcalde y el mohafez o gobernador de la capital desmintieron que se hubiese concedido ninguna licencia de obras.
En 1984, en plena guerra de los quince años, fue arrancada también la placa de la fachada, restablecida en una posterior ceremonia oficial con diplomáticos franceses y autoridades locales. La propietaria del edificio había velado para evitar su ocupación por alguna banda de milicianos que se apoderaban, en un abrir y cerrar de ojos, de viviendas de Beirut.
De Gaulle fue destinado durante el Mandato francés del Líbano de 1920 a 1943 en aplicación de los acuerdos de Sykes Picot que configuraron los nuevos estados árabes sobre los despojos del Imperio otomano. En su estancia efectuó varias misiones militares, pronunció conferencias, escribió una historia sobre “Las tropas del levante de 1916 a 1933” y otros textos que incluyó en su posterior libro “Le fil de lepee”. En una de sus mas evocadas conferencias instó a la juventud libanesa a construir un Estado. “Es el único lugar del mundo donde el Islam y el Cristianismo –dijo- han conseguido una convivencia que propician sus instituciones políticas. Para el futuro de las relaciones de civilizaciones del Mediterráneo, es un precedente ejemplar”.
Los libaneses sintieron una gran devoción por De Gaulle. Recuerdan, a menudo, algunas de sus frases como “Voy a un Oriente complicado con ideas simples” o “Hacer política en El Líbano es como pisar huevos”.
En 1941 volvió a Beirut para establecer la autoridad de la ‘France libre’ durante los combates con los partidarios del régimen de Vichy y del nazismo, en medio de intrigas políticas británicas en Oriente Medio. Pero fue sobre todo durante su gobierno cuando condeno a Israel por la guerra de 1967 con los países árabes, y cuando en 1968 ordenó el embargo de todas las armas destinadas al Estado judío tras su bombardeo al aeropuerto de Beirut en el que fueron destruidos todos los aviones de la compañía nacional aérea, en represalia por un atentado palestino contra un avión en el aeropuerto de Atenas, que alcanzó una gran popularidad.
Estaba en Beirut en la muerte de De Gaulle en noviembre del 1970. El gobierno libanés declaro tres días de luto nacional, toda la prensa elogió su política- “De Gaulle es como Nasser”, “Es el único estadista de Occidente que defiende a los árabes”-. Las librerías expusieron sus obras en los escaparates., y una delegación acudió a su entierro en Colombet les Deux Eglises, con un plantel de cedros para sus sepultura.
Hay una notable bibliografía sobre el general en Beirut del exembajador Jean Pierre Lafon, de France D Harcourt, o del prolífico novelista y promotor de la francofonía, Alexander Najar. A veces durante la guerra civil era frecuente escuchar exclamaciones como “¡Ay! Si viviese De Gaulle, protegería al Líbano”. “Mientras este en el gobierno -relata en sus memorias el exembajador Camille Aboussuan- no permitiré que nadie haga daño al Libano”.
Las imágenes difundidas por internet de la desaparición de la placa conmemorativa, han sido como un ultraje a su memoria.
Tomás Alcoverro
En 1984, en plena guerra de los quince años, fue arrancada también la placa de la fachada, restablecida en una posterior ceremonia oficial con diplomáticos franceses y autoridades locales. La propietaria del edificio había velado para evitar su ocupación por alguna banda de milicianos que se apoderaban, en un abrir y cerrar de ojos, de viviendas de Beirut.
De Gaulle fue destinado durante el Mandato francés del Líbano de 1920 a 1943 en aplicación de los acuerdos de Sykes Picot que configuraron los nuevos estados árabes sobre los despojos del Imperio otomano. En su estancia efectuó varias misiones militares, pronunció conferencias, escribió una historia sobre “Las tropas del levante de 1916 a 1933” y otros textos que incluyó en su posterior libro “Le fil de lepee”. En una de sus mas evocadas conferencias instó a la juventud libanesa a construir un Estado. “Es el único lugar del mundo donde el Islam y el Cristianismo –dijo- han conseguido una convivencia que propician sus instituciones políticas. Para el futuro de las relaciones de civilizaciones del Mediterráneo, es un precedente ejemplar”.
Los libaneses sintieron una gran devoción por De Gaulle. Recuerdan, a menudo, algunas de sus frases como “Voy a un Oriente complicado con ideas simples” o “Hacer política en El Líbano es como pisar huevos”.
En 1941 volvió a Beirut para establecer la autoridad de la ‘France libre’ durante los combates con los partidarios del régimen de Vichy y del nazismo, en medio de intrigas políticas británicas en Oriente Medio. Pero fue sobre todo durante su gobierno cuando condeno a Israel por la guerra de 1967 con los países árabes, y cuando en 1968 ordenó el embargo de todas las armas destinadas al Estado judío tras su bombardeo al aeropuerto de Beirut en el que fueron destruidos todos los aviones de la compañía nacional aérea, en represalia por un atentado palestino contra un avión en el aeropuerto de Atenas, que alcanzó una gran popularidad.
Estaba en Beirut en la muerte de De Gaulle en noviembre del 1970. El gobierno libanés declaro tres días de luto nacional, toda la prensa elogió su política- “De Gaulle es como Nasser”, “Es el único estadista de Occidente que defiende a los árabes”-. Las librerías expusieron sus obras en los escaparates., y una delegación acudió a su entierro en Colombet les Deux Eglises, con un plantel de cedros para sus sepultura.
Hay una notable bibliografía sobre el general en Beirut del exembajador Jean Pierre Lafon, de France D Harcourt, o del prolífico novelista y promotor de la francofonía, Alexander Najar. A veces durante la guerra civil era frecuente escuchar exclamaciones como “¡Ay! Si viviese De Gaulle, protegería al Líbano”. “Mientras este en el gobierno -relata en sus memorias el exembajador Camille Aboussuan- no permitiré que nadie haga daño al Libano”.
Las imágenes difundidas por internet de la desaparición de la placa conmemorativa, han sido como un ultraje a su memoria.
Tomás Alcoverro