Cuando parecía que Washington había agotado su arsenal de justificaciones sobre los supuestos incidentes de salud presentados por su personal diplomático en La Habana, el New York Times salió el sábado 1 de septiembre con una nueva hipótesis, tan insólita como las anteriores.
Douglas Smith, director del Centro de Lesiones Cerebrales y Reparación de la Universidad de Pensilvania, aseguró al diario que los supuestos afectados sufrieron lesiones cerebrales y las microondas son “las principales sospechosas”.
Smith fue uno de los encargados de estudiar a una parte de los diplomáticos estadounidenses que el Departamento de Estado alega presentaron síntomas como dolor de cabeza, dificultades para dormir, pérdida de la audición e incluso daño cerebral entre finales del año 2016 y mediados del 2017.
Pero un reporte suyo sobre esos estudios escrito en febrero pasado para la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés) no hace mención alguna a las microondas, un tipo de onda muy presente en la vida moderna.
Los teléfonos móviles y lo hornos para calentar la comida se cuentan entre los múltiples equipos que utilizan las microondas.
Burda propaganda
“Ya no pueden sostener que la causa es el sonido y están tratando de argumentar que se trata de microondas”, dijo a Cubadebate Mitchel Valdés-Sosa, director General del Centro de Neurociencia de Cuba y miembro del Comité de Expertos cubanos que se estableció para estudiar las alegaciones estadounidenses.
A Valdés-Sosa le resulta llamativo que esta historia llegue justo cuando crecen los cuestionamientos, en Estados Unidos y a nivel internacional, sobre el artículo de la revista JAMA que en primer lugar estableció el supuesto daño cerebral.
Incluso esta hipótesis de las microondas, de acuerdo con el científico cubano, se basa en que todos los diplomáticos están enfermos o que sufren los efectos de un agente externo único. “Eso es cuestionable”.
Valdés-Sosa sostiene que que si uno mira cuidadosamente la evidencia médica presentada hasta el momento, aunque es muy escasa, resulta claro que no existen pruebas conclusivas y la variedad de síntomas presentados puede responder a múltiples causas ajenas a Cuba, como puede ser la hipertensión o traumas anteriores.
Respecto a la posibilidad de que las microondas puedan causar el tipo de efectos que sostiene el New York Times, Valdés-Sosa tampoco se muestra convencido.
“Hay una literatura muy especulativa, muy tipo expedientes X o de teorías de la conspiración, que establece que las microondas se han utilizado para hacer daño a la salud”, dijo. “Ni siquiera las agencias de los Estados Unidos lo aceptan como algo válido”.
Las dudas aumentan si se tiene en cuenta las condiciones descritas por el Departamento de Estado en que supuestamente ocurrieron los incidentes.
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No es posible dirigir una fuente de energía para afectar a una persona en un cuarto cerrado y dejar a las otras intactas, en lugares donde las paredes son además muy gruesas”, señaló Valdés-Sosa.
“Pensamos que es un barraje propagandístico y no hay evidencias sólidas que lo apoyen”,concluyó respecto al escrito del New York Times.
Pobre ejercicio periodístico
El conocido abogado cubano José Pertierra, que tiene su bufete en Washington DC, escribió una carta al diario neoyorquino criticando su ejercicio profesional en el artículo de las microondas.
“Esto es una muestra de pobre periodismo de The New York Times”, dijo. “No hay hallazgos científicos en esta investigación. Todo es pura especulación, expresada en adverbios como tal vez o posiblemente. Nadie expone cuál es la causa de las llamadas enfermedades. Eso es lo único que sabemos con seguridad”.
Pertierra critica también que se cite a un científico de 83 años, supuestamente especializado en las microondas, pero que se le induzca a especular sobre quién podría ser el responsable.
“Cada vez que un testigo hace afirmaciones sin fundamento en los tribunales, se exige a los abogados que presenten la evidencia y hagan una pregunta elemental: ¿Cómo lo sabes? Por desgracia, el NYTimes no hace esa pregunta elemental”, señaló.
La investigadora y periodista cubana, Rosa Miriam Elizalde, también se cuestionó en las redes sociales la objetividad del New York Times y su cumplimiento de las normas elementales para hacer periodismo.
“El New York Times está a las puertas de otro desastre periodístico como cuando dijo que en Irak había armas de destrucción masiva”, señaló Elizalde en referencia a uno de los escándalos más grandes de la historia reciente del diario.
Tras la invasión injustificada de esa nación de Oriente Medio, que dejó más de un millón de víctimas civiles hasta el momento, se demostró que el New York Times utilizó información proporcionada por la Casa Blanca sin contrastar con la opinión expertos independientes ni evaluar la situación en el terreno.
Entre los vacíos más notorios del artículo del New York Times resalta la omisión de que el FBI viajó a La Habana en al menos cuatro ocasiones para medir el espacio radioeléctrico y conducir otras investigaciones en el terreno y descartó que se hayan utilizado ondas sonoras para atacar a los diplomáticos.
¿Cómo sería posible que los expertos estadounidenses pasaran por alto medir también las microondas?, es otra de las preguntas que el diario falla en hacerse.
Guiño a la Guerra Fría
La hipótesis de las microondas hace un guiño directo a la época de la Guerra Fría.
Los norteamericanos comenzaron a captar señales de microondas en los pisos superiores de su Embajada en Moscú a mediados de la década de 1950 e iniciaron investigaciones para determinar sus posibles objetivos e impacto en la salud de los diplomáticos.
La llamada “Señal de Moscú” fue uno de los episodios más controvertidos del enfrentamiento entre los organismos de inteligencia de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Se barajaron teorías tan descabelladas como que los soviéticos habían desarrollado una técnica de dominio mental e intentaban modificar la conducta de los diplomáticos, pero para la década de 1970 la CIA elaboró una teoría mucho menos conspiranóica y aceptada hasta hoy: las microondas se utilizaban para apagar y encender equipos de escucha.
Si bien se llevaron a cabo cientos de estudios médicos, no existen evidencias concluyentes de que aquellas señales hayan dañado la salud de los diplomáticos estadounidenses.
Sin justificación
A pesar de carecer de evidencias o una hipótesis que explique los supuestos incidentes, Estados Unidos los utiliza como como excusas para afectar las relaciones entre los dos países y retrotraer los avances logrados a partir de los anuncios del 17 de diciembre del 2014.
La Embajada estadounidense en La Habana mantiene paralizados los servicios consulares para los cubanos, afectando los vínculos entre decenas de miles de familias a uno y otro lado del Estrecho de la Florida.
Al mismo tiempo, se mantiene en vigor una alerta de viaje que recomienda a los estadounidenses ejerce precauciones extras en sus viajes a Cuba, lo que desmotiva a los posibles viajeros, que deben enfrentar también las restricciones vigentes para hacer turismo en la Mayor de las Antillas.
Las autoridades cubanas denuncian la manipulación política de este tema y las excusas para justificar una política de agresión que es impopular dentro de los propios Estados Unidos.
“El Departamento de Estado no puede ocultar la manipulación política de dolencias reportadas por sus funcionarios”, señaló en junio pasado el director General de Estados Unidos de la cancillería cubana, Carlos Fernández de Cossío. “Supuesta preocupación por salud y seguridad de sus diplomáticos se usa con oportunismo político”, añadió en su cuenta en la red social Twitter.