La vergüenza por la discriminación, la tendencia a creer que son sinónimo de atraso y la supuesta "falta de utilidad" hacen que, en medio de la lucha de algunos para salvarlas, los propios hablantes de lenguas originarias las olviden y acaben con ellas, advirtieron expertos de Chile, México y el Perú reunidos en Lima para un coloquio dentro de la Feria Internacional del Libro.
"Las estructuras sociales determinan la condición de las lenguas originarias y ahí está todo lo relativo a la discriminación y la vergüenza, a la idea de asociarlas como vinculadas al pasado y al retraso", señaló el escritor quechuahablante peruano Pablo Landeo.
"Hay una especie de pérdida de memoria (en México). Prácticamente todos tenemos antecedentes de hablantes de lenguas indígenas, pero casi ninguno tiene memoria histórica de ello. Con eso se le niega por completo el registro a la lengua", apuntó por su parte el doctor en Letras y editor de libros en maya José Manuel Mateo.
Para la poeta chilena y activista mapuche Roxana Miranda, en su pueblo existe "una suerte de vergüenza que no es voluntaria". "Hay cierto trauma con la discriminación, no toda la población mapuche se reconoce como tal y quiere aprender la lengua", afirmó.
Para Landeo, escritor de novelas en quechua, el principal problema de su lengua es que "se niega a salir de casa" y solo vive en la intimidad familiar. "Ahí la responsabilidad la tenemos los andinos por no habernos expresado desde nuestro primer arribo a Lima en nuestra lengua materna", señaló.
Otros motivos por los que las lenguas indígenas se ven amenazadas, según Mateo, son la prohibición por condiciones sociales, la estigmatización y el pragmatismo.
"No aprendemos lenguas (nativas) porque no les encontramos utilidad y no vemos una posibilidad de acceso, registros y comunicaciones con otros espacios, de tal manera que es preferible hablar inglés, francés o alemán", afirmó el mexicano.
"Cuando se habla del pragmatismo también se habla de cosmovisión. Creo que uno le encuentra sentido a la lengua cuando se acerca a la cultura. Si uno participa activamente, crea esa conexión con la naturaleza, la tierra y los espíritus que sólo se da mediante las lenguas", advirtió sin embargo Miranda.
"Todavía tenemos conflictos que no solo pasan por la lengua, sino por temas vinculados a los territorios que estaban militarizados, las escuelas allanadas, los políticos y religiosos mapuches presos y los medios de comunicación que crean estereotipos falsos acerca del pueblo. Todos piensan que somos conflictivos", dijo la poeta de un pueblo que aún se mantiene en luchas reivindicativas.
México tiene 68 lenguas indígenas -siendo las más empleadas el náhuatl y el maya- y más de 300 variantes lingüísticas, pero el porcentaje de quienes las hablan es muy bajo. En el Perú, el quechua es poco menos que marginal, pese a ser el idioma materno de casi un tercio de los 31 millones de pobladores.
En Chile, dijo Miranda, de seis lenguas originarias sobrevivientes, dos les siguen el paso a otras seis que desaparecieron sin dejar huellas. Según una encuesta nacional de 2015, un 78,6 por ciento de indígenas no habla ni entiende su lengua.
Pero en medio de ese panorama, indígenas, activistas y lingüistas libran una lucha cada vez más notoria para revalorizar las lenguas originarias a partir de iniciativas concretas, coincidieron los especialistas.
Como ejemplo de ello, hay eventos literarios en lenguas nativas impulsados por estudiantes universitarios, se publican novelas, cuentos y poemas en esas lenguas y se incluye una educación intercultural en ciertas escuelas.
"La lengua es un sistema vivo que se nutre de otras lenguas. La lengua no vive sola y ningún acuerdo hará que cambie su rumbo. Las lenguas van a morir, revivir, reestructurarse, revolucionarse y volver a silenciarse en función a las interacciones que establezcan con otros sistemas", resumió Mateo.
"Las estructuras sociales determinan la condición de las lenguas originarias y ahí está todo lo relativo a la discriminación y la vergüenza, a la idea de asociarlas como vinculadas al pasado y al retraso", señaló el escritor quechuahablante peruano Pablo Landeo.
"Hay una especie de pérdida de memoria (en México). Prácticamente todos tenemos antecedentes de hablantes de lenguas indígenas, pero casi ninguno tiene memoria histórica de ello. Con eso se le niega por completo el registro a la lengua", apuntó por su parte el doctor en Letras y editor de libros en maya José Manuel Mateo.
Para la poeta chilena y activista mapuche Roxana Miranda, en su pueblo existe "una suerte de vergüenza que no es voluntaria". "Hay cierto trauma con la discriminación, no toda la población mapuche se reconoce como tal y quiere aprender la lengua", afirmó.
Para Landeo, escritor de novelas en quechua, el principal problema de su lengua es que "se niega a salir de casa" y solo vive en la intimidad familiar. "Ahí la responsabilidad la tenemos los andinos por no habernos expresado desde nuestro primer arribo a Lima en nuestra lengua materna", señaló.
Otros motivos por los que las lenguas indígenas se ven amenazadas, según Mateo, son la prohibición por condiciones sociales, la estigmatización y el pragmatismo.
"No aprendemos lenguas (nativas) porque no les encontramos utilidad y no vemos una posibilidad de acceso, registros y comunicaciones con otros espacios, de tal manera que es preferible hablar inglés, francés o alemán", afirmó el mexicano.
"Cuando se habla del pragmatismo también se habla de cosmovisión. Creo que uno le encuentra sentido a la lengua cuando se acerca a la cultura. Si uno participa activamente, crea esa conexión con la naturaleza, la tierra y los espíritus que sólo se da mediante las lenguas", advirtió sin embargo Miranda.
"Todavía tenemos conflictos que no solo pasan por la lengua, sino por temas vinculados a los territorios que estaban militarizados, las escuelas allanadas, los políticos y religiosos mapuches presos y los medios de comunicación que crean estereotipos falsos acerca del pueblo. Todos piensan que somos conflictivos", dijo la poeta de un pueblo que aún se mantiene en luchas reivindicativas.
México tiene 68 lenguas indígenas -siendo las más empleadas el náhuatl y el maya- y más de 300 variantes lingüísticas, pero el porcentaje de quienes las hablan es muy bajo. En el Perú, el quechua es poco menos que marginal, pese a ser el idioma materno de casi un tercio de los 31 millones de pobladores.
En Chile, dijo Miranda, de seis lenguas originarias sobrevivientes, dos les siguen el paso a otras seis que desaparecieron sin dejar huellas. Según una encuesta nacional de 2015, un 78,6 por ciento de indígenas no habla ni entiende su lengua.
Pero en medio de ese panorama, indígenas, activistas y lingüistas libran una lucha cada vez más notoria para revalorizar las lenguas originarias a partir de iniciativas concretas, coincidieron los especialistas.
Como ejemplo de ello, hay eventos literarios en lenguas nativas impulsados por estudiantes universitarios, se publican novelas, cuentos y poemas en esas lenguas y se incluye una educación intercultural en ciertas escuelas.
"La lengua es un sistema vivo que se nutre de otras lenguas. La lengua no vive sola y ningún acuerdo hará que cambie su rumbo. Las lenguas van a morir, revivir, reestructurarse, revolucionarse y volver a silenciarse en función a las interacciones que establezcan con otros sistemas", resumió Mateo.