Tras casi tres décadas de relación entre ambos desde que en 1991 publicó "Pasado perfecto", su nueva novela tiene algo de "crepuscular". "Las sombras empiezan a hacerse más largas, pero todavía hay algo de claridad... Posiblemente la próxima sea la novela de la noche", cuenta a dpa Padura en un céntrico hotel de Madrid. No obstante, ni él se imagina abandonando el teclado, como su admirado Philip Roth, ni tampoco jubilando a Conde.
"Creo que todavía tengo algunas cosas que decir", afirma reconociendo que a sus 62 años, "hay que encender luces de alerta" para no caer en determinadas tentaciones. Y aunque con el detective más famoso de Cuba siempre tendría la alternativa de volver al pasado, lo que más le interesa es seguir su evolución "como testigo de acontecimientos". No en vano, como sucede con otros grandes maestros del género, para Padura la novela negra se funde con la novela social.
En "La transparencia del tiempo" (Tusquets), Conde recibe el encargo de recuperar una antigua talla de una virgen negra procedente del Prepirineo español, pero muy pronto se da cuenta de que su valor es mucho más que sentimental. Su olfato le dice, además, que una peligrosa trama de traficantes de arte sigue sus pesquisas por los bajos fondos de La Habana en un trepidante relato que Padura intercala con un viaje a través de ocho siglos.
Y es que como ya demostró en "Herejes", que también abordaba la relación del hombre con la Historia, "los espacios canónicos" le resultan demasiado "estrechos". Y se ríe de las etiquetas apuntando que novelas como esa o "El hombre que amaba a los perros" -centrada en el asesino de Trotski- han hecho que ahora la crítica lo califique de "escritor transatlántico" porque escribe desde Cuba sobre cosas que suceden al otro lado.
Sin embargo, pese a que parte de la trama de "La transparencia del tiempo" se enmarque en España -y en concreto en Cataluña-, Padura se muestra muy receloso a abordar el conflicto independentista. "No me gusta hablar de realidades nacionales en las que no vivo, porque hay una serie de matices que se te escapan", dice apuntando lo mucho que le molesta cuando alguien que ha pasado diez días en Cuba escribe un artículo dando lecciones sobre cómo funcionan las cosas.
"En el caso de Cataluña, siento que es lamentable que esté generando una situación que se parece mucho a los tiempos previos a la Guerra Civil: se está encallando el odio: si no piensas igual que yo, te excluyo y eres mi enemigo", declaró. "Eso sí que me parece alarmante". Y es que en general, en este siglo XXI en el que no sólo ha resurgido el nacionalismo, sino también el populismo y, sobre todo, el fundamentalismo, Padura siente que "falta un modelo utópico".
"La humanidad siempre lo tuvo", señala recordando cómo en el siglo XX fue el Estado de la igualdad, "que se pervirtió o perdió por múltiples razones". Hoy en día, añade, "estamos como en 'La guerra de los mundos', tal vez esperando a que vengan desde fuera a organizarnos o a acabar con nosotros". Y las miradas futuristas que plantea el arte, como "Blade Runner: 2049", son aterradoras. "Yo tampoco quiero vivir en esa sociedad", sostiene.
"Todo se nos ha desajustado", reflexiona mencionando cómo Estados Unidos ha acabado teniendo "un presidente que se pinta el pelo de naranja". No en vano, su nueva novela termina en diciembre de 2014, cuando se acordó restablecer las relaciones con los Estados Unidos de Obama (un acuerdo al que Donald Trump ha dado marcha atrás). Y es que según afirma, aún le falta distancia y "perspectiva" para analizar, quizá a través del propio Conde, lo que ha venido después.
Respecto al horizonte que se abre en Cuba con el relevo de Raúl Castro, al Premio Nacional de Literatura todo le parece un interrogante. "La política interna cubana es un juego de cartas en el que de 52 cartas han quitado 20. Así que ni el mejor jugador puede predecir la mano del otro porque lo que te falta es información". Eso sí, tiene claro que "la economía es la asignatura pendiente" y que, en un futuro, los cubanos de Miami podrían tener un papel "dinamizador".
Además, por mucho que se haya convertido en una de las grandes voces del desencanto cubano, Padura tiene claro que necesita Cuba para escribir y, pese a que tiene pasaporte español, en su cabeza no cabe una mudanza. "Yo necesito mi casa, mi familia, mi barrio, oír el español cubano", explica. "Un escritor pertenece a un país, pero uno de novela negra además pertenece a su ciudad, depende de ella". Y a La Habana de Padura aún le queda mucho por contar.
"Creo que todavía tengo algunas cosas que decir", afirma reconociendo que a sus 62 años, "hay que encender luces de alerta" para no caer en determinadas tentaciones. Y aunque con el detective más famoso de Cuba siempre tendría la alternativa de volver al pasado, lo que más le interesa es seguir su evolución "como testigo de acontecimientos". No en vano, como sucede con otros grandes maestros del género, para Padura la novela negra se funde con la novela social.
En "La transparencia del tiempo" (Tusquets), Conde recibe el encargo de recuperar una antigua talla de una virgen negra procedente del Prepirineo español, pero muy pronto se da cuenta de que su valor es mucho más que sentimental. Su olfato le dice, además, que una peligrosa trama de traficantes de arte sigue sus pesquisas por los bajos fondos de La Habana en un trepidante relato que Padura intercala con un viaje a través de ocho siglos.
Y es que como ya demostró en "Herejes", que también abordaba la relación del hombre con la Historia, "los espacios canónicos" le resultan demasiado "estrechos". Y se ríe de las etiquetas apuntando que novelas como esa o "El hombre que amaba a los perros" -centrada en el asesino de Trotski- han hecho que ahora la crítica lo califique de "escritor transatlántico" porque escribe desde Cuba sobre cosas que suceden al otro lado.
Sin embargo, pese a que parte de la trama de "La transparencia del tiempo" se enmarque en España -y en concreto en Cataluña-, Padura se muestra muy receloso a abordar el conflicto independentista. "No me gusta hablar de realidades nacionales en las que no vivo, porque hay una serie de matices que se te escapan", dice apuntando lo mucho que le molesta cuando alguien que ha pasado diez días en Cuba escribe un artículo dando lecciones sobre cómo funcionan las cosas.
"En el caso de Cataluña, siento que es lamentable que esté generando una situación que se parece mucho a los tiempos previos a la Guerra Civil: se está encallando el odio: si no piensas igual que yo, te excluyo y eres mi enemigo", declaró. "Eso sí que me parece alarmante". Y es que en general, en este siglo XXI en el que no sólo ha resurgido el nacionalismo, sino también el populismo y, sobre todo, el fundamentalismo, Padura siente que "falta un modelo utópico".
"La humanidad siempre lo tuvo", señala recordando cómo en el siglo XX fue el Estado de la igualdad, "que se pervirtió o perdió por múltiples razones". Hoy en día, añade, "estamos como en 'La guerra de los mundos', tal vez esperando a que vengan desde fuera a organizarnos o a acabar con nosotros". Y las miradas futuristas que plantea el arte, como "Blade Runner: 2049", son aterradoras. "Yo tampoco quiero vivir en esa sociedad", sostiene.
"Todo se nos ha desajustado", reflexiona mencionando cómo Estados Unidos ha acabado teniendo "un presidente que se pinta el pelo de naranja". No en vano, su nueva novela termina en diciembre de 2014, cuando se acordó restablecer las relaciones con los Estados Unidos de Obama (un acuerdo al que Donald Trump ha dado marcha atrás). Y es que según afirma, aún le falta distancia y "perspectiva" para analizar, quizá a través del propio Conde, lo que ha venido después.
Respecto al horizonte que se abre en Cuba con el relevo de Raúl Castro, al Premio Nacional de Literatura todo le parece un interrogante. "La política interna cubana es un juego de cartas en el que de 52 cartas han quitado 20. Así que ni el mejor jugador puede predecir la mano del otro porque lo que te falta es información". Eso sí, tiene claro que "la economía es la asignatura pendiente" y que, en un futuro, los cubanos de Miami podrían tener un papel "dinamizador".
Además, por mucho que se haya convertido en una de las grandes voces del desencanto cubano, Padura tiene claro que necesita Cuba para escribir y, pese a que tiene pasaporte español, en su cabeza no cabe una mudanza. "Yo necesito mi casa, mi familia, mi barrio, oír el español cubano", explica. "Un escritor pertenece a un país, pero uno de novela negra además pertenece a su ciudad, depende de ella". Y a La Habana de Padura aún le queda mucho por contar.