Versión cinematográfica de la obra teatral del mismo nombre, producida en 2011 por el propio Norris en el National Theatre de Londres, "London Road" narra hechos reales que conmovieron al condado inglés de Suffolk.
La tranquilidad de su pequeña capital, Ipswich, se vio sacudida en 2006 por la muerte de cinco prostitutas contra cuya presencia llevaban mucho tiempo protestando los habitantes.
Única en su género, la película, presentada en San Sebastián fuera de concurso a los pocos días de su primera proyección en el festival de Toronto, está construida con las palabras exactas que pronunciaron en su momento vecinos, prostitutas y periodistas.
La guionista, Alecky Blyth, reprodujo fielmente los testimonios de varias familias que, instaladas en la intimidad de sus hogares, rememoraban lo ocurrido.
Pero lo que comienza con un realismo casi documental se transforma repentinamente gracias a una sorprendente partitura, fruto de "un tratamiento musical muy experimental", según su compositor, Adam Cork.
"Para transcribir de forma muy rigurosa el tono de las notas de lo que la gente decía, escuché sus frases una y otra vez, aislando las notas", explica.
"¡Todo el mundo está muy, muy nervioso", cantan a coro los vecinos en un mercado navideño tras conocer la noticia de los asesinatos, que sacude a esta pequeña comunidad pocos días antes de las fiestas. Y ejecutan una coreografía, como las demás de la película, extremadamente comedida.
Por el deseo de rigor hasta en los últimos detalles, "las canciones son extremadamente difíciles de cantar", asegura Norris, reconocido internacionalmente como director de teatro por obras como la reedición en 2006 del mítico musical "Cabaret".
La inmensa mayoría de las canciones proviene de la obra original, así como muchos de los actores, a los que se sumó entre otros el británico Tom Hardy, que encarna a un taxista aficionado a los perfiles psicológicos de asesinos.
Sin embargo, reconoce el cineasta, que dio sus primeros pasos en la gran pantalla con "King Bastard" (2009) y realizó filmes como el aclamado "Broken" (2012), "las cosas que hacen que una película funcione no son las mismas que en el teatro" y hubo que construir "una historia con imágenes".
Pasando de una casa a otra, la cámara muestra el drama de esta gente corriente, que se acaba uniendo para enfrentar juntos la tragedia y devolver la alegría a su barrio.
Equipada con monos de trabajo, guantes y máscaras, la policía científica toma la calle mientras los vecinos cantan su preocupación en bata y zapatillas, con una taza de té en la mano.
Rápidamente detienen a un sospechoso, Steven Wright, de 48 años, condenado después por los cinco asesinatos y que nunca aparece en pantalla.
Con grandes dosis de humor, la partitura se entremezcla con villancicos navideños y algunas escenas hilarantes: una anciana enredada en un cordón policial cual en una telaraña o un reportero obligado a encontrar una perífrasis para no decir "semen" en antena.
En las pantallas de los televisores o a las puertas del juzgado, los periodistas cantan en canon como un moderno coro griego.
"Éramos conscientes desde el principio que este era un musical nada convencional", admite Blyth.
"Nunca había hecho nada así, al principio pensé que era la cosa más extraña con la que me había topado", asegura una de las actrices y cantantes, Anita Dobson.
"No teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo", coincide otro intérprete, Michael Schaeffer. Porque no existían precedentes.
La tranquilidad de su pequeña capital, Ipswich, se vio sacudida en 2006 por la muerte de cinco prostitutas contra cuya presencia llevaban mucho tiempo protestando los habitantes.
Única en su género, la película, presentada en San Sebastián fuera de concurso a los pocos días de su primera proyección en el festival de Toronto, está construida con las palabras exactas que pronunciaron en su momento vecinos, prostitutas y periodistas.
La guionista, Alecky Blyth, reprodujo fielmente los testimonios de varias familias que, instaladas en la intimidad de sus hogares, rememoraban lo ocurrido.
Pero lo que comienza con un realismo casi documental se transforma repentinamente gracias a una sorprendente partitura, fruto de "un tratamiento musical muy experimental", según su compositor, Adam Cork.
"Para transcribir de forma muy rigurosa el tono de las notas de lo que la gente decía, escuché sus frases una y otra vez, aislando las notas", explica.
"¡Todo el mundo está muy, muy nervioso", cantan a coro los vecinos en un mercado navideño tras conocer la noticia de los asesinatos, que sacude a esta pequeña comunidad pocos días antes de las fiestas. Y ejecutan una coreografía, como las demás de la película, extremadamente comedida.
Por el deseo de rigor hasta en los últimos detalles, "las canciones son extremadamente difíciles de cantar", asegura Norris, reconocido internacionalmente como director de teatro por obras como la reedición en 2006 del mítico musical "Cabaret".
- 'Nada convencional' -
La inmensa mayoría de las canciones proviene de la obra original, así como muchos de los actores, a los que se sumó entre otros el británico Tom Hardy, que encarna a un taxista aficionado a los perfiles psicológicos de asesinos.
Sin embargo, reconoce el cineasta, que dio sus primeros pasos en la gran pantalla con "King Bastard" (2009) y realizó filmes como el aclamado "Broken" (2012), "las cosas que hacen que una película funcione no son las mismas que en el teatro" y hubo que construir "una historia con imágenes".
Pasando de una casa a otra, la cámara muestra el drama de esta gente corriente, que se acaba uniendo para enfrentar juntos la tragedia y devolver la alegría a su barrio.
Equipada con monos de trabajo, guantes y máscaras, la policía científica toma la calle mientras los vecinos cantan su preocupación en bata y zapatillas, con una taza de té en la mano.
Rápidamente detienen a un sospechoso, Steven Wright, de 48 años, condenado después por los cinco asesinatos y que nunca aparece en pantalla.
Con grandes dosis de humor, la partitura se entremezcla con villancicos navideños y algunas escenas hilarantes: una anciana enredada en un cordón policial cual en una telaraña o un reportero obligado a encontrar una perífrasis para no decir "semen" en antena.
En las pantallas de los televisores o a las puertas del juzgado, los periodistas cantan en canon como un moderno coro griego.
"Éramos conscientes desde el principio que este era un musical nada convencional", admite Blyth.
"Nunca había hecho nada así, al principio pensé que era la cosa más extraña con la que me había topado", asegura una de las actrices y cantantes, Anita Dobson.
"No teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo", coincide otro intérprete, Michael Schaeffer. Porque no existían precedentes.