Por eso los guardianes recorren el inmenso parque nacional de la Garamba. Llegan por helicóptero en grupos de cinco para una misión de nueve días de patrulla durante los que vigilan a los elefantes, localizan de dónde proceden los disparos y persiguen a los cazadores furtivos.
Pese a sus esfuerzos 2015 fue un espanto: 114 elefantes (contra 132 en 2014) murieron, o sea casi el 10% de la población de paquidermos del parque.
"Luchamos contra grupos muy peligrosos, son soldados. Es una guerra", resume Somba Ghislain, responsable adjunto del parque, enviado por el Instituto congoleño para la conservación de la naturaleza (ICCN).
Cada año, más de 30.000 elefantes fueron abatidos en África para alimentar un comercio ilegal con destino a Asia, sobre todo China, donde el kilo de marfil se negocia a unos 1.000 euros.
Los colmillos de elefantes almacenados en los locales del parque pesan más de 30 kilos.
La mayoría de los cazadores furtivos en el parque de la Garamba procede de Sudán del Sur, sumido desde hace más de dos años en una guerra civil con efectos palpables al otro lado de la frontera.
"Considero Sudán del Sur en su conjunto como un grupo armado", explica Erik Mararv, de 30 años, director del parque enviado por la organización sudafricana African Parks, que cogestiona la reserva con la ICCN.
Sus hombres detuvieron más de una vez a cazadores sursudaneses ilegales y se incautaron de armas y uniformes del ejército del gobierno sursudanés (SPLA).
Alrededor del "80%" de los elefantes del parque mueren por disparos de grupos armados sursudaneses, asegura Mararv.
- Rinocerontes exterminados -
El Ejército de Resistencia del Señor (LRA), rebelión ugandesa célebre por su letanía de matanzas y secuestros en sus 30 años de existencia, también mata paquidermos porque el marfil les sirve de moneda de cambio para procurarse armas. Y eso que sólo quedan 150 combatientes en la República Centroafricana.
"El LRA es una organización en declive", matiza Mararv. "Sigue habiendo caza furtiva con el sello del LRA pero si se observa el fenómeno en su conjunto (...) no representa gran cosa".
No siempre fue así. En enero de 2009, el LRA mató a diez personas en un ataque a Nagero, el cuartel general del parque a orillas del río Dungu.
Una de las víctimas fue Silu Masika, una joven de 18 años que había dado a luz una semana antes a un bebé. Su padre Alexis Tamwasi, un guardia del parque de 60 años, lo cría solo. "Si tropiezo con uno del LRA, lo mato", jura.
Los habitantes de los alrededores del parque también matan elefantes, pero prefieren los antílopes, búfalos o hipopótamos por su carne.
Los elefantes de la Garamba caen asimismo bajo las balas de milicianos sudaneses Janjawid. Llegan a caballo para expediciones de caza furtiva de varios meses. Al comienzo de 2012, mataron a unos 300 elefantes en Camerún, en el parque Bouba N'Djida, y meses después tendieron una emboscada a guardias en el de Zakouma, en Chad.
Las asociaciones de defensa de los animales acusan a los Janjawid de la exterminación de los rinocerontes blancos.
- Caza furtiva en helicóptero -
Ganaderos nómadas armados con Kalashnikovs hicieron incursiones en 2015 en el parque para llevar a pastar a sus reses y de paso atacar a elefantes desde sus campamentos.
En octubre de 2015 murieron tres guardias y un soldado en un tiroteo con ganaderos. Según Mararv, las autoridades se comprometieron a detener a cualquier persona armada y estos campamentos provisionales se volatilizaron.
Queda un último grupo de cazadores furtivos, el más misterioso de todos y el mejor equipado: sus hombres matan elefantes desde un helicóptero. Los congoleños apuntan el dedo acusador hacia el ejército ugandés, que lo niega.
"Por el momento no sabemos de dónde vienen estos helicópteros", explica Somba.
Los guardias del parque no tiran la toalla. "No quiero que mis hijos me pregunten: ¿dónde están los elefantes? como me preguntan ¿dónde están los rinocerontes?", afirma el guardabosques Tamwasi, quien perdió a su hija en la guerra del marfil.