Uno de los cohetes chinos Chang'e.
China se convirtió en 2003 en el tercer país en lanzar una misión espacial tripulada -la primera fue la del ruso Yuri Gagarin hace exactamente 50 años- y pretende ser el segundo en enviar astronautas a la Luna, una proeza conseguida sólo por Estados Unidos, por primera vez en 1969.
Pekín ya lanzó dos sondas lunares Chang'E. El ingeniero jefe de ese programa, Wu Weiren, asegura que aún no hay fecha prevista para una misión lunar tripulada, que difícilmente podrá concretarse antes de 2020.
China también planea construir una estación espacial.
El programa chino de vuelos tripulados, importante en términos de prestigio para la gran potencia emergente, se inició a inicios de los años 90 (tras la disolución de la URSS) con la adquisición de tecnología rusa.
Se trata de un programa controlado por las fuerzas armadas, que permanece al margen de proyectos de cooperación internacional como los que China suele impulsar en otros dominios de la investigación, como la astrofísica y las misiones de observación de la Tierra.
En India, que proyecta lanzar una misión tripulada en 2016, las ambiciones espaciales siguieron otros derroteros.
El caso de India es "totalmente diferente del de China porque se benefició de transferencias de tecnología, contrariamente a Pekín, que estuvo aislada durante el periodo de desarrollo de su programa espacial", afirmó Isabelle Sourbès-Verger, especialista del programa espacial chino en el Centro Nacional (francés) de Investigación Científica (CNRS).
India "es reconocida como un líder en el campo de las aplicaciones de las ciencias del espacio, con foco en el desarrollo nacional", dijo a la AFP el director del Centro Indio de Investigación Espacial (ISRO), S. Satish.
Sourbès-Verger coincide en que los científicos indios "dieron prioridad a las aplicaciones como elementos del desarrollo económico" y supieron dotarse de "instrumentos muy perfeccionados de observación de la Tierra y de telecomunicaciones, como la teleenseñanza o la telemedicina, con una cadena de transmisión terrestre que funciona muy bien".
Los chinos tienen en esos campos un retraso de unos cinco años respecto a India, pero esperan acortar las distancias realizando importantes inversiones, señala la responsable del CNRS.
Japón se ha convertido por su lado en una potencia espacial de primer plano.
"No podemos hablar de competencia, porque los niveles tecnológicos son muy distintos. Japón tiene un avance muy grande respecto a China o India", asegura Sourbès-Verger.
Tokio participa junto a los países europeos en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), con una nave de abastecimiento y un laboratorio, y está a la cabeza en varios terrenos de investigación científica.
Una sonda japonesa, Hayabusa, consiguió al cabo de una odisea de siete años y 6.000 millones de kilómetros enviar partículas de un asteroide, que permitirán examinar por primera vez en la Tierra muestras de un cuerpo celeste, exceptuando la Luna.
La Agencia Espacial Japonesa (JAXA) quiere enviar otra sonda, para detectar "sustancias orgánicas o minerales que contengan agua", es decir, eventuales rastros de vida extraterrestre.
Japón también tiene "un muy buen programa de observación de la Tierra, con radares e instrumentos ópticos", apunta Sourbès-Verger.
Este último campo, de primordial importancia para la protección del medio ambiente, ha sido también el que Brasil eligió priorizar en su programa espacial.
Brasil y China desarrollaron un programa de observación de recursos terrestres (CBERS), que ya les permitió poner en órbita tres satélites entre 1999 y 2007, que sirven entre otras cosas, para cartografiar la evolución de las actividades de talas ilegales en la Amazonía.
El gobierno brasileño estima además que en 2014 el país sudamericano podrá contar con un cohete propio para colocar en órbita pequeños satélites destinados a monitorear cambios climáticos y problemas ambientales.
La ambición del cohete propio sufrió un serio tropiezo en 2003 cuando un VSL (Vehículo Lanzador de Satélites) estalló en la plataforma de despegue de la base de Alcántara (noreste), matando a 21 especialistas.
Pekín ya lanzó dos sondas lunares Chang'E. El ingeniero jefe de ese programa, Wu Weiren, asegura que aún no hay fecha prevista para una misión lunar tripulada, que difícilmente podrá concretarse antes de 2020.
China también planea construir una estación espacial.
El programa chino de vuelos tripulados, importante en términos de prestigio para la gran potencia emergente, se inició a inicios de los años 90 (tras la disolución de la URSS) con la adquisición de tecnología rusa.
Se trata de un programa controlado por las fuerzas armadas, que permanece al margen de proyectos de cooperación internacional como los que China suele impulsar en otros dominios de la investigación, como la astrofísica y las misiones de observación de la Tierra.
En India, que proyecta lanzar una misión tripulada en 2016, las ambiciones espaciales siguieron otros derroteros.
El caso de India es "totalmente diferente del de China porque se benefició de transferencias de tecnología, contrariamente a Pekín, que estuvo aislada durante el periodo de desarrollo de su programa espacial", afirmó Isabelle Sourbès-Verger, especialista del programa espacial chino en el Centro Nacional (francés) de Investigación Científica (CNRS).
India "es reconocida como un líder en el campo de las aplicaciones de las ciencias del espacio, con foco en el desarrollo nacional", dijo a la AFP el director del Centro Indio de Investigación Espacial (ISRO), S. Satish.
Sourbès-Verger coincide en que los científicos indios "dieron prioridad a las aplicaciones como elementos del desarrollo económico" y supieron dotarse de "instrumentos muy perfeccionados de observación de la Tierra y de telecomunicaciones, como la teleenseñanza o la telemedicina, con una cadena de transmisión terrestre que funciona muy bien".
Los chinos tienen en esos campos un retraso de unos cinco años respecto a India, pero esperan acortar las distancias realizando importantes inversiones, señala la responsable del CNRS.
Japón se ha convertido por su lado en una potencia espacial de primer plano.
"No podemos hablar de competencia, porque los niveles tecnológicos son muy distintos. Japón tiene un avance muy grande respecto a China o India", asegura Sourbès-Verger.
Tokio participa junto a los países europeos en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), con una nave de abastecimiento y un laboratorio, y está a la cabeza en varios terrenos de investigación científica.
Una sonda japonesa, Hayabusa, consiguió al cabo de una odisea de siete años y 6.000 millones de kilómetros enviar partículas de un asteroide, que permitirán examinar por primera vez en la Tierra muestras de un cuerpo celeste, exceptuando la Luna.
La Agencia Espacial Japonesa (JAXA) quiere enviar otra sonda, para detectar "sustancias orgánicas o minerales que contengan agua", es decir, eventuales rastros de vida extraterrestre.
Japón también tiene "un muy buen programa de observación de la Tierra, con radares e instrumentos ópticos", apunta Sourbès-Verger.
Este último campo, de primordial importancia para la protección del medio ambiente, ha sido también el que Brasil eligió priorizar en su programa espacial.
Brasil y China desarrollaron un programa de observación de recursos terrestres (CBERS), que ya les permitió poner en órbita tres satélites entre 1999 y 2007, que sirven entre otras cosas, para cartografiar la evolución de las actividades de talas ilegales en la Amazonía.
El gobierno brasileño estima además que en 2014 el país sudamericano podrá contar con un cohete propio para colocar en órbita pequeños satélites destinados a monitorear cambios climáticos y problemas ambientales.
La ambición del cohete propio sufrió un serio tropiezo en 2003 cuando un VSL (Vehículo Lanzador de Satélites) estalló en la plataforma de despegue de la base de Alcántara (noreste), matando a 21 especialistas.