Estamos a jueves, cuarto día del desmantelamiento del sector sur de la "jungla" de Calais. Voluntarios y militantes asociativos se encuentran entre unos refugiados kurdos e iraníes en la "Hashram kitchen", rodeada de policías, para oponerse a que las aplanadoras destruyan esta cocina comunitaria.
Pero resulta más que difícil saber si entre ellos están los "No Border", militantes de extrema izquierda que abogan por la abolición de las fronteras y están acusados por la policía de instrumentalizar a los migrantes de Calais.
"Si están ahí, ninguno de ellos hablará con la prensa, es una de sus características", comenta Maya, de la asociación local L'Auberge des migrants.
"Se reconoce a los No Border por su actitud rebelde y su aspecto revolucionario. Además son capaces de saltarse la ley". ¿Cuántos son en la "jungla" de Calais? "Unos doce como mucho, pero se mueven bastante".
"En Calais han hecho muchas cosas buenas por los migrantes. Les hablan bastante, sobre todo de política", asegura esta militante asociativa muy conocida en la "jungla", indignada de que la policía destruya parte del campamento tomando como pretexto a los "No Border".
El martes, el ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, había denunciado "el activismo de un puñado de militantes No Border" para impedir el desmantelamiento de la zona sur.
"No Border es un concepto, una etiqueta con la que todo el mundo juega", explica una empleada de una ONG.
Según ella, alimentan su propio mito haciéndose los clandestinos. Otros voluntarios se transforman cuando llega la noche en militantes No Border, añade.
"Es indiscutible que están muy presentes en el campamento", afirma un militante que trabaja por los migrantes.
"Trabajan en el lugar con las asociaciones, dan mucha información a los migrantes. Y a veces incluso les dan consignas. De ahí a decidir por ellos no hay más que un paso..."
"Hay dos categorías de No Border", revela otro buen conocedor de la "jungla": "los militantes puros y duros, y los simpatizantes, que a menudo son miembros de asociaciones que trabajan en el campamento".
"El núcleo duro cuenta con unas quince personas, de las cuales 12 o 13 británicos. Los demás son franceses". De vez en cuando hay también holandeses o alemanes.
"La mayoría parecen venir de medios sociales acomodados, y están todos muy politizados. A menudo cuentan con el apoyo o la simpatía de voluntarios de otras asociaciones. Las relaciones con las ONG, a veces acusadas de estar 'a sueldo del Estado', son más difíciles".
En el día a día ayudan a los refugiados, facilitándoles información sobre sus derechos. En ocasiones los empujan a la violencia, intentan movilizarlos para hacer manifestaciones en el centro de Calais, según la misma fuente.
"Al menos en dos ocasiones, los No Border han provocado movimientos de centenares de migrantes hacia el puerto o la estación de tren diciéndoles que el dispositivo policial había sido aligerado", asevera.
Sus manifestaciones generan hostilidad entre la población de Calais, señala el responsable de un hotel de esta ciudad situada frente a Inglaterra.
"Los habitantes de la región los rechazan de forma unánime, y los distinguen muy bien de los refugiados".
Una fuente del campamento dicen que estos militantes son cercanos de los iraníes y "cuentan con la simpatía de muchos migrantes, pero no de los líderes comunitarios, que conocen su juego".
"No son tan malos como se cree", afirma Tom Radcliffe, de la organización Help Refugees.
"A veces hacen cosas estúpidas, difundiendo informaciones inexactas. Algunos son muy jóvenes e inmaduros. Sus actos pueden ser contraproducentes".
Los No Border gravitan en torno a su "Centro de información", una instalación situada detrás de la iglesia etíope a la que no es nada fácil acceder. Sobre unos paneles de madera, pueden verse pasquines en inglés, árabe, pashtún y farsi que piden no evacuar "el sector sur" del campamento, y que denuncian "la violencia racista y policial".
En pocos minutos delante de este "Centro de información" basta con observar quién entra y sale para disipar el misterio y confirmar quiénes son los supuestos "No Border" de Calais: una pelirroja inglesa bien parecida con un gorro violeta, un joven de unos treinta años de aspecto mediterráneo vestido con un espeso abrigo negro de marca, un muchacho fornido con rastas y pantalón impermeable oscuro...
Efectivamente no son muchos. Pero incontestablemente son unos expertos del agitprop.
El jueves a mediodía, unos diez iraníes se presentan, caminando despacio, con la boca cosida con hilo y agujas, delante de una marea de cámaras. El efecto mediático está garantizado. Los refugiados acaban de salir del "Centro de información", en lo que parece una iniciativa bastante exitosa de los "No Border".
Pero resulta más que difícil saber si entre ellos están los "No Border", militantes de extrema izquierda que abogan por la abolición de las fronteras y están acusados por la policía de instrumentalizar a los migrantes de Calais.
"Si están ahí, ninguno de ellos hablará con la prensa, es una de sus características", comenta Maya, de la asociación local L'Auberge des migrants.
"Se reconoce a los No Border por su actitud rebelde y su aspecto revolucionario. Además son capaces de saltarse la ley". ¿Cuántos son en la "jungla" de Calais? "Unos doce como mucho, pero se mueven bastante".
"En Calais han hecho muchas cosas buenas por los migrantes. Les hablan bastante, sobre todo de política", asegura esta militante asociativa muy conocida en la "jungla", indignada de que la policía destruya parte del campamento tomando como pretexto a los "No Border".
El martes, el ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, había denunciado "el activismo de un puñado de militantes No Border" para impedir el desmantelamiento de la zona sur.
- Nebulosa -
"No Border es un concepto, una etiqueta con la que todo el mundo juega", explica una empleada de una ONG.
Según ella, alimentan su propio mito haciéndose los clandestinos. Otros voluntarios se transforman cuando llega la noche en militantes No Border, añade.
"Es indiscutible que están muy presentes en el campamento", afirma un militante que trabaja por los migrantes.
"Trabajan en el lugar con las asociaciones, dan mucha información a los migrantes. Y a veces incluso les dan consignas. De ahí a decidir por ellos no hay más que un paso..."
"Hay dos categorías de No Border", revela otro buen conocedor de la "jungla": "los militantes puros y duros, y los simpatizantes, que a menudo son miembros de asociaciones que trabajan en el campamento".
"El núcleo duro cuenta con unas quince personas, de las cuales 12 o 13 británicos. Los demás son franceses". De vez en cuando hay también holandeses o alemanes.
"La mayoría parecen venir de medios sociales acomodados, y están todos muy politizados. A menudo cuentan con el apoyo o la simpatía de voluntarios de otras asociaciones. Las relaciones con las ONG, a veces acusadas de estar 'a sueldo del Estado', son más difíciles".
En el día a día ayudan a los refugiados, facilitándoles información sobre sus derechos. En ocasiones los empujan a la violencia, intentan movilizarlos para hacer manifestaciones en el centro de Calais, según la misma fuente.
"Al menos en dos ocasiones, los No Border han provocado movimientos de centenares de migrantes hacia el puerto o la estación de tren diciéndoles que el dispositivo policial había sido aligerado", asevera.
Sus manifestaciones generan hostilidad entre la población de Calais, señala el responsable de un hotel de esta ciudad situada frente a Inglaterra.
"Los habitantes de la región los rechazan de forma unánime, y los distinguen muy bien de los refugiados".
- Agitprop -
Una fuente del campamento dicen que estos militantes son cercanos de los iraníes y "cuentan con la simpatía de muchos migrantes, pero no de los líderes comunitarios, que conocen su juego".
"No son tan malos como se cree", afirma Tom Radcliffe, de la organización Help Refugees.
"A veces hacen cosas estúpidas, difundiendo informaciones inexactas. Algunos son muy jóvenes e inmaduros. Sus actos pueden ser contraproducentes".
Los No Border gravitan en torno a su "Centro de información", una instalación situada detrás de la iglesia etíope a la que no es nada fácil acceder. Sobre unos paneles de madera, pueden verse pasquines en inglés, árabe, pashtún y farsi que piden no evacuar "el sector sur" del campamento, y que denuncian "la violencia racista y policial".
En pocos minutos delante de este "Centro de información" basta con observar quién entra y sale para disipar el misterio y confirmar quiénes son los supuestos "No Border" de Calais: una pelirroja inglesa bien parecida con un gorro violeta, un joven de unos treinta años de aspecto mediterráneo vestido con un espeso abrigo negro de marca, un muchacho fornido con rastas y pantalón impermeable oscuro...
Efectivamente no son muchos. Pero incontestablemente son unos expertos del agitprop.
El jueves a mediodía, unos diez iraníes se presentan, caminando despacio, con la boca cosida con hilo y agujas, delante de una marea de cámaras. El efecto mediático está garantizado. Los refugiados acaban de salir del "Centro de información", en lo que parece una iniciativa bastante exitosa de los "No Border".