Al menos 31 personas han muerto y otras 230 resultaron heridas en tres días de choques entre manifestantes contra el gobierno y militares, según los servicios de emergencia locales.
Un fotógrafo de la AFP pudo escuchar ráfagas de armas de fuego y fuertes explosiones desde su hotel, situado frente a la principal barricada erigida por los "camisas rojas", en la entrada sur de la zona donde están atrincherados en la capital tailandesa.
Los manifestantes, que se enfrentan violentamente con el ejército, pidieron la mediación de la ONU, propuesta que fue inmediatamente rechazada por el gobierno.
"Pedimos al gobierno que cesen los disparos y que retire a los soldados" que rodean el barrio ocupado por los manifestantes desde principios de abril, declaró Kokaew Pikulthong, uno de los dirigentes del movimiento.
Antes de hacerse esta propuesta, que el gobierno rechazó inmediatamente, los dos campos se habían radicalizado sumamente desde el jueves, cuando el ejército lanzó una operación destinada a asfixiar la "zona roja", en pleno centro de la capital.
Los soldados no vacilan en disparar contra los manifestantes. Estos, por su parte, reforzaron las defensas de su campamento y algunos de ellos llevan a cabo operaciones de guerrilla urbana con cócteles molotov, piedras y a veces armas de fuego.
Los enfrentamientos han costado la vida desde el jueves a 31 personas, todas ellas civiles, lo que lleva el balance total a 59 muertos y más de 1.700 heridos desde el comienzo de la crisis, a mediados de marzo,
El primer ministro Abhisit Vejjajiva, que había propuesto en vano una solución política hace dos semanas, tiene ahora una posición mucho más dura.
El domingo volvió a exhortar a los manifestantes a retirarse, advirtiéndoles que las operaciones militares iban a reforzarse.
El ejército reforzó el cerco de la zona ocupada por los manifestantes, bloqueando sus accesos e impidiendo el abastecimiento de agua y alimentos.
No obstante, las autoridades renunciaron a imponer por el momento un toque de queda, que el ejército había anunciado por la mañana. La decisión fue tomada considerando las consecuencias nefastas de tal medida para los civiles domiciliados en los barrios concernidos.
Por su parte, muchos manifestantes se declaran dispuestos a afrontar un eventual asalto general de los militares, para lo cual levantaron barricadas con alambre de púas, neumáticos regados con combustible y bambú, alrededor de una zona de varios kilómetros cuadrados.
Los más decididos se dicen dispuestos a "luchar hasta la muerte".
Las autoridades pidieron el domingo a la Cruz Roja que participara en la evacuación de los manifestantes que deseen abandonar la "zona roja", en la que siguen estando unas 6.000 personas, según el gobierno.
Pueden salir de la zona de manifestaciones "los niños, las mujeres y los ancianos. Los hombres pueden irse también, pero tienen que mostrar que no están armados", declaró el portavoz del ejército, Sunsern Kaewkumnerd.
Consciente de que se encuentran en un callejón sin salida, uno de los dirigentes de los "camisas rojas", Jatuporn Prompan, hizo un llamamiento al rey Bhumibol Adulyadej, considerándolo la "única esperanza" para encontrar una solución pacífica a la crisis.
El monarca, de 82 años de edad, está hospitalizado desde el mes de septiembre y no se ha expresado públicamente sobre la crisis desde que estalló a finales de marzo.
El rey no desempeña ningún papel político oficial en Tailandia, pero ha sido una fuerza de estabilidad a lo largo de sus seis décadas de reinado.
La escalada de violencia de los últimos días ha obligado a las autoridades a aplazar una semana el inicio de las clases en Bangkok, previsto para el lunes. "Sé que los padres están preocupados por la seguridad" de sus hijos, indicó Abhisit.
Las manifestaciones empezaron a iniciativa de los partidarios del ex primer ministro en el exilio, Thaksin Shinawatra, que consideran que el gobierno de Abhisit es ilegítimo y lo acusan de servir a las élites de Bangkok.
Un fotógrafo de la AFP pudo escuchar ráfagas de armas de fuego y fuertes explosiones desde su hotel, situado frente a la principal barricada erigida por los "camisas rojas", en la entrada sur de la zona donde están atrincherados en la capital tailandesa.
Los manifestantes, que se enfrentan violentamente con el ejército, pidieron la mediación de la ONU, propuesta que fue inmediatamente rechazada por el gobierno.
"Pedimos al gobierno que cesen los disparos y que retire a los soldados" que rodean el barrio ocupado por los manifestantes desde principios de abril, declaró Kokaew Pikulthong, uno de los dirigentes del movimiento.
Antes de hacerse esta propuesta, que el gobierno rechazó inmediatamente, los dos campos se habían radicalizado sumamente desde el jueves, cuando el ejército lanzó una operación destinada a asfixiar la "zona roja", en pleno centro de la capital.
Los soldados no vacilan en disparar contra los manifestantes. Estos, por su parte, reforzaron las defensas de su campamento y algunos de ellos llevan a cabo operaciones de guerrilla urbana con cócteles molotov, piedras y a veces armas de fuego.
Los enfrentamientos han costado la vida desde el jueves a 31 personas, todas ellas civiles, lo que lleva el balance total a 59 muertos y más de 1.700 heridos desde el comienzo de la crisis, a mediados de marzo,
El primer ministro Abhisit Vejjajiva, que había propuesto en vano una solución política hace dos semanas, tiene ahora una posición mucho más dura.
El domingo volvió a exhortar a los manifestantes a retirarse, advirtiéndoles que las operaciones militares iban a reforzarse.
El ejército reforzó el cerco de la zona ocupada por los manifestantes, bloqueando sus accesos e impidiendo el abastecimiento de agua y alimentos.
No obstante, las autoridades renunciaron a imponer por el momento un toque de queda, que el ejército había anunciado por la mañana. La decisión fue tomada considerando las consecuencias nefastas de tal medida para los civiles domiciliados en los barrios concernidos.
Por su parte, muchos manifestantes se declaran dispuestos a afrontar un eventual asalto general de los militares, para lo cual levantaron barricadas con alambre de púas, neumáticos regados con combustible y bambú, alrededor de una zona de varios kilómetros cuadrados.
Los más decididos se dicen dispuestos a "luchar hasta la muerte".
Las autoridades pidieron el domingo a la Cruz Roja que participara en la evacuación de los manifestantes que deseen abandonar la "zona roja", en la que siguen estando unas 6.000 personas, según el gobierno.
Pueden salir de la zona de manifestaciones "los niños, las mujeres y los ancianos. Los hombres pueden irse también, pero tienen que mostrar que no están armados", declaró el portavoz del ejército, Sunsern Kaewkumnerd.
Consciente de que se encuentran en un callejón sin salida, uno de los dirigentes de los "camisas rojas", Jatuporn Prompan, hizo un llamamiento al rey Bhumibol Adulyadej, considerándolo la "única esperanza" para encontrar una solución pacífica a la crisis.
El monarca, de 82 años de edad, está hospitalizado desde el mes de septiembre y no se ha expresado públicamente sobre la crisis desde que estalló a finales de marzo.
El rey no desempeña ningún papel político oficial en Tailandia, pero ha sido una fuerza de estabilidad a lo largo de sus seis décadas de reinado.
La escalada de violencia de los últimos días ha obligado a las autoridades a aplazar una semana el inicio de las clases en Bangkok, previsto para el lunes. "Sé que los padres están preocupados por la seguridad" de sus hijos, indicó Abhisit.
Las manifestaciones empezaron a iniciativa de los partidarios del ex primer ministro en el exilio, Thaksin Shinawatra, que consideran que el gobierno de Abhisit es ilegítimo y lo acusan de servir a las élites de Bangkok.