Es la primera vez que los talibanes entran en una gran ciudad afgana desde que fueran derrocados en 2001 por la invasión liderada por Estados Unidos.
De acuerdo a varios testigos, cientos de habitantes huían de la ciudad frente al avance de los insurgentes en esta importante localidad comercial de 300.000 personas, ubicada en la ruta que une Kabul a Tayikistán. Los que no huyeron se mantenían encerrados en sus casas.
Los insurgentes lograron entrar a la ciudad a media jornada, y por la noche controlaban "la mitad" "pero nuestras tropas siguen resistiendo en algunos barrios", aseguró Sayed Sarwar Hussaini, portavoz de la policía provincial.
Atacaron la cárcel de Kunduz "y liberaron a cientos de reclusos", entre ellos a numerosos talibanes.
De acuerdo a un funcionario local --que pidió el anonimato--, izaron su bandera blanca en la principal plaza de esta ciudad y según un funcionario gubernamental ocupan las oficinas del gobernador de la provincia.
"Es un caos. No puedo hablar, me estoy subiendo a un helicóptero para irme de aquí", dijo a la AFP Safiullah, un funcionario local.
"Los talibanes han tomado el control de nuestro barrio, veo a sus combatientes", declaró un colaborador de la AFP. "Los insurgentes colocaron sus banderas blancas frente a los comercios", añadió Javed, un habitante.
Los talibanes tomaron también "el control del hospital municipal de Kunduz, que tiene 200 camas", añadió un responsable tribal. "Están buscando a los soldados heridos", explicó el director del establecimiento, Sahad Mukhtar.
Un portavoz del ministerio del Interior dio un balance de dos policías, cuatro civiles y 25 talibanes muertos en los combates, mientras que la ONG MSF, que tiene centros médicos en Kunduz, dijo que ha atendido "a decenas de heridos".
El gobierno afgano asegura que envió refuerzos a la ciudad y que se prepara a "revertir la situación", según las palabras del general Murad Ali Murad, subjefe del Estado Mayor del ejército afgano.
El ejército afgano, sobrepasado, ya no puede contar con el apoyo de las tropas extranjeras de la OTAN, que puso fin a su misión de combate el pasado diciembre. Ahora, la Alianza Atlántica tiene sólo a 13.000 soldados dedicados a tareas de formación y asesoramiento.
"La falta de apoyo a las fuerzas de seguridad ha reforzado a los talibanes", estima el analista Abdul Wahid Taqat.
La caída de Kunduz sería un grave revés para el presidente afgano Ashraf Ghani que había prometido al asumir el poder en 2014 pacificar el país, en guerra civil permanente desde hace 30 años.
Pese a un grave conflicto interno en torno a la sucesión de su figura tutelar, el mulá Omar, los talibanes siguen cometiendo atentados con regularidad y atacando al ejército y la policía en buena parte del país.
Los primeros diálogos de paz directos iniciados en julio entre los rebeldes y Kabul fueron aplazados tras el anuncio de la muerte del mulá Omar, quien habría fallecido a inicios del 2013, y su controvertido reemplazo por el mulá Ajtar Mansur.
La "gran victoria" de Kunduz, como la calificó en un mensaje, le permite sentar su autoridad dentro del movimiento en el que algunos dirigentes cuestionaban su legitimidad.
En Kunduz, los talibanes pedían a los habitantes retomar su "vida normal", una señal de su deseo de aliarse con los civiles mientras siguen atacando a las fuerzas gubernamentales.
El ejército y la policía de Afganistán también tienen que hacer frente a la amenaza creciente de la organización Estado Islámico.
El domingo, islamistas que decían actuar en nombre de este grupo lanzaron una gran ofensiva contra la policía afgana en la provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán (este), donde mataron al menos a dos agentes.
Hasta ahora, el EI se había limitado a combatir a los talibanes. Pero esta nueva ofensiva marca una etapa suplementaria en los esfuerzos de los insurgentes por asentarse en Afganistán.
En muchos casos, los combatientes del EI son extalibanes decepcionados por su dirigencia, y sobre todo de que se les ocultara durante dos años la muerte del mulá Omar.
De acuerdo a varios testigos, cientos de habitantes huían de la ciudad frente al avance de los insurgentes en esta importante localidad comercial de 300.000 personas, ubicada en la ruta que une Kabul a Tayikistán. Los que no huyeron se mantenían encerrados en sus casas.
Los insurgentes lograron entrar a la ciudad a media jornada, y por la noche controlaban "la mitad" "pero nuestras tropas siguen resistiendo en algunos barrios", aseguró Sayed Sarwar Hussaini, portavoz de la policía provincial.
Atacaron la cárcel de Kunduz "y liberaron a cientos de reclusos", entre ellos a numerosos talibanes.
De acuerdo a un funcionario local --que pidió el anonimato--, izaron su bandera blanca en la principal plaza de esta ciudad y según un funcionario gubernamental ocupan las oficinas del gobernador de la provincia.
"Es un caos. No puedo hablar, me estoy subiendo a un helicóptero para irme de aquí", dijo a la AFP Safiullah, un funcionario local.
"Los talibanes han tomado el control de nuestro barrio, veo a sus combatientes", declaró un colaborador de la AFP. "Los insurgentes colocaron sus banderas blancas frente a los comercios", añadió Javed, un habitante.
Los talibanes tomaron también "el control del hospital municipal de Kunduz, que tiene 200 camas", añadió un responsable tribal. "Están buscando a los soldados heridos", explicó el director del establecimiento, Sahad Mukhtar.
Un portavoz del ministerio del Interior dio un balance de dos policías, cuatro civiles y 25 talibanes muertos en los combates, mientras que la ONG MSF, que tiene centros médicos en Kunduz, dijo que ha atendido "a decenas de heridos".
El gobierno afgano asegura que envió refuerzos a la ciudad y que se prepara a "revertir la situación", según las palabras del general Murad Ali Murad, subjefe del Estado Mayor del ejército afgano.
- 'Gran victoria' -
El ejército afgano, sobrepasado, ya no puede contar con el apoyo de las tropas extranjeras de la OTAN, que puso fin a su misión de combate el pasado diciembre. Ahora, la Alianza Atlántica tiene sólo a 13.000 soldados dedicados a tareas de formación y asesoramiento.
"La falta de apoyo a las fuerzas de seguridad ha reforzado a los talibanes", estima el analista Abdul Wahid Taqat.
La caída de Kunduz sería un grave revés para el presidente afgano Ashraf Ghani que había prometido al asumir el poder en 2014 pacificar el país, en guerra civil permanente desde hace 30 años.
Pese a un grave conflicto interno en torno a la sucesión de su figura tutelar, el mulá Omar, los talibanes siguen cometiendo atentados con regularidad y atacando al ejército y la policía en buena parte del país.
Los primeros diálogos de paz directos iniciados en julio entre los rebeldes y Kabul fueron aplazados tras el anuncio de la muerte del mulá Omar, quien habría fallecido a inicios del 2013, y su controvertido reemplazo por el mulá Ajtar Mansur.
La "gran victoria" de Kunduz, como la calificó en un mensaje, le permite sentar su autoridad dentro del movimiento en el que algunos dirigentes cuestionaban su legitimidad.
En Kunduz, los talibanes pedían a los habitantes retomar su "vida normal", una señal de su deseo de aliarse con los civiles mientras siguen atacando a las fuerzas gubernamentales.
El ejército y la policía de Afganistán también tienen que hacer frente a la amenaza creciente de la organización Estado Islámico.
El domingo, islamistas que decían actuar en nombre de este grupo lanzaron una gran ofensiva contra la policía afgana en la provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán (este), donde mataron al menos a dos agentes.
Hasta ahora, el EI se había limitado a combatir a los talibanes. Pero esta nueva ofensiva marca una etapa suplementaria en los esfuerzos de los insurgentes por asentarse en Afganistán.
En muchos casos, los combatientes del EI son extalibanes decepcionados por su dirigencia, y sobre todo de que se les ocultara durante dos años la muerte del mulá Omar.