El zoroastrismo es una de las religiones monoteístas más antiguas del mundo. Fue fundada más de 500 años antes de Cristo por Zaratustra, que convirtió el fuego en un símbolo divino y concibió la vida como un combate permanente entre el bien y el mal.
Después de las conquistas musulmanas del siglo VII, los zoroastras escaparon masivamente de Persia, su cuna histórica, hacia el subcontinente indio, donde pasaron a llamarse "parsis".
En el pasado los parsis han contribuido al desarrollo de la región pero ahora muchos han decidido partir de India y, sobre todo, de Pakistán.
En Karachi, la capital económica del país, sólo quedan 1.500 parsis, algunos templos y centros comunitarios. Y la "Torre del silencio", una especie de cementerio donde los cadáveres de los difuntos se arrojan a los buitres y los cuerpos en descomposición se acumulan durante 20 años, como manda la tradición, despidiendo un olor nauseabundo.
En esta ciudad de 20 millones de habitantes, los parsis son discretos sobre sus costumbres y su fe, pero algunos preferirían más actividad para salvar su historia y patrimonio.
"La comunidad tiene perfil bajo y es lo que nos ha permitido no ser atacados y permanecer indemnes", comenta Veera Rustomji, una estudiante de 23 años de cabello oscuro rizado. "El efecto perverso" de esta actitud es que los parsis no celebran su grandeza y herencia, opina.
En sus investigaciones sobre la comunidad parsi, Veera reconstituyó el legado de su familia en Hong Kong, donde la comunidad fundó una universidad, hospitales y un servicio de ferrys.
En Karachi, este sentido de los negocios, junto con una implicación en las obras caritativas, permitió a los parsis establecer vínculos con el resto de la población, explicó Byram Avari, uno de los empresarios parsis más conocidos de Pakistán por ser el propietario de la cadena de hoteles de lujo Avari.
Una maternidad, una universidad, un hospital y una clínica de oftalmología "fueron levantados por parsis en beneficio de la población de Karachi", asegura el decano de esta comunidad, también propietaria de Murree, la única fábrica de cerveza y destilería de Pakistán.
"Los parsis consideran que hay que devolver a la comunidad. Por eso, por ejemplo, otorgamos préstamos sin intereses a los niños que quieren estudiar en el extranjero", afirma Avari.
Los atentados de la última década en Pakistán hicieron partir al extranjero a los parsis, pese a que su comunidad no fue blanco directo de los islamistas.
"Debido al contexto general del país, no conseguimos proyectarnos en el futuro aquí", resume Kaivan Solan, un sacerdote en formación de 27 años en uno de los pocos templos zoroastras de la ciudad.
"La principal razón que explica esta migración es la inseguridad (...) La mayoría de ellos prueban suerte en Canadá o Estados Unidos", afirma Izdeyar Setna, un fotógrafo zoroastra de unos 30 años.
Varias familias de Pakistán contrataron a guardias de seguridad para protegerse de los intentos de vecinos malintencionados de apoderarse de sus tierras, una forma indirecta de empujarlos al exilio.
"Ver cómo se va una comunidad como los parsis es un golpe duro para un Pakistán tolerante, para su diversidad cultural y su economía, porque los parsis han contribuido mucho al progreso del país", afirma Rabia Mehmood, experta en minorías religiosas del Jinah Institute, un centro de investigación progresista.
Las amenazas no son sólo externas. Las reglas para contraer matrimonio autorizan a los hombres a casarse con mujeres que no sean zoroastras pero niegan este derecho a las mujeres, y como cada vez hay menos parsis éstas tienen dificultades para encontrar esposo.
"Es hipócrita", dice Veera Rustomji "porque el zoroastrismo aboga por la igualdad entre hombres y mujeres".
Después de las conquistas musulmanas del siglo VII, los zoroastras escaparon masivamente de Persia, su cuna histórica, hacia el subcontinente indio, donde pasaron a llamarse "parsis".
En el pasado los parsis han contribuido al desarrollo de la región pero ahora muchos han decidido partir de India y, sobre todo, de Pakistán.
En Karachi, la capital económica del país, sólo quedan 1.500 parsis, algunos templos y centros comunitarios. Y la "Torre del silencio", una especie de cementerio donde los cadáveres de los difuntos se arrojan a los buitres y los cuerpos en descomposición se acumulan durante 20 años, como manda la tradición, despidiendo un olor nauseabundo.
- "Perfil bajo" -
En esta ciudad de 20 millones de habitantes, los parsis son discretos sobre sus costumbres y su fe, pero algunos preferirían más actividad para salvar su historia y patrimonio.
"La comunidad tiene perfil bajo y es lo que nos ha permitido no ser atacados y permanecer indemnes", comenta Veera Rustomji, una estudiante de 23 años de cabello oscuro rizado. "El efecto perverso" de esta actitud es que los parsis no celebran su grandeza y herencia, opina.
En sus investigaciones sobre la comunidad parsi, Veera reconstituyó el legado de su familia en Hong Kong, donde la comunidad fundó una universidad, hospitales y un servicio de ferrys.
En Karachi, este sentido de los negocios, junto con una implicación en las obras caritativas, permitió a los parsis establecer vínculos con el resto de la población, explicó Byram Avari, uno de los empresarios parsis más conocidos de Pakistán por ser el propietario de la cadena de hoteles de lujo Avari.
Una maternidad, una universidad, un hospital y una clínica de oftalmología "fueron levantados por parsis en beneficio de la población de Karachi", asegura el decano de esta comunidad, también propietaria de Murree, la única fábrica de cerveza y destilería de Pakistán.
"Los parsis consideran que hay que devolver a la comunidad. Por eso, por ejemplo, otorgamos préstamos sin intereses a los niños que quieren estudiar en el extranjero", afirma Avari.
Los atentados de la última década en Pakistán hicieron partir al extranjero a los parsis, pese a que su comunidad no fue blanco directo de los islamistas.
"Debido al contexto general del país, no conseguimos proyectarnos en el futuro aquí", resume Kaivan Solan, un sacerdote en formación de 27 años en uno de los pocos templos zoroastras de la ciudad.
- A Canadá o Estados Unidos -
"La principal razón que explica esta migración es la inseguridad (...) La mayoría de ellos prueban suerte en Canadá o Estados Unidos", afirma Izdeyar Setna, un fotógrafo zoroastra de unos 30 años.
Varias familias de Pakistán contrataron a guardias de seguridad para protegerse de los intentos de vecinos malintencionados de apoderarse de sus tierras, una forma indirecta de empujarlos al exilio.
"Ver cómo se va una comunidad como los parsis es un golpe duro para un Pakistán tolerante, para su diversidad cultural y su economía, porque los parsis han contribuido mucho al progreso del país", afirma Rabia Mehmood, experta en minorías religiosas del Jinah Institute, un centro de investigación progresista.
Las amenazas no son sólo externas. Las reglas para contraer matrimonio autorizan a los hombres a casarse con mujeres que no sean zoroastras pero niegan este derecho a las mujeres, y como cada vez hay menos parsis éstas tienen dificultades para encontrar esposo.
"Es hipócrita", dice Veera Rustomji "porque el zoroastrismo aboga por la igualdad entre hombres y mujeres".