Pero de la misma manera que hay autores de relatos que necesitan de vez en cuando escribir una novela, al autor de La ciudad de los prodigios las circunstancias le han llevado al relato, pero sin exagerar. Son solo tres los que reúne el libro Tres vidas de santos (Seix Barral) y han sido escritos a lo largo de toda su carrera. Con su natural modestia, Mendoza se disculpa por lo menguado de la cosecha: «Flaubert publicó un libro con tres relatos magníficos y eso me ha dado ánimos».
Los santos que protagonizan sus historias lo son en la lógica del autor, es decir, santos terrenales y marginados. «El nexo común de las historias soy yo –explica el autor–. De ahí que los tres santos de estas historias se parezcan a las distintas reencarnaciones de sus héroes, llámense Gurb o Pomponio Flato. «Es un tipo de personaje frecuente en mis novelas, seres solitarios obsesionados por una idea que luchan por ella en un mundo hostil».
El propio autor traslada a uno de sus cuentos, El malentendido –«un título que le he pedido prestado a Albert Camus, pero no creo que se ofenda»– esa sensación de soledad y extrañeza que tiene para él el oficio de la escritura. El santo de su historia es un delincuente que aprende a apreciar la literatura en la cárcel y que pasado el tiempo se convierte en un escritor de éxito. Para Eduardo Mendoza ese cuento expresa una sensación de inseguridad que siempre le ha perseguido «y el hecho de que el personaje haya sido un delincuente añade una escenografía más interesante a ese caso».
PREFERENCIAS / Ese mismo relato también aporta una hoja de ruta literaria en la que es fácil descubrir las preferencias del autor. De cómo Rayuela de Julio Cortázar le parece «una fanfarronada». Y cómo Henry James se sitúa en la cúspide de su personal santoral . «Es uno de los grandes autores de relatos, por supuesto, pero en la actualidad creo que mujeres como Alice Munro lo están haciendo muy bien».
¿Cómo debería ser un buen cuento? «No hay reglas estrictas, pero considero que el centro de gravedad tiene que estar en la mitad de la narración y no en el final. Porque ¿qué recordamos de Otra vuelta de tuerca, el relato de Henry James? Que es una historia de fantasmas».
Los santos que protagonizan sus historias lo son en la lógica del autor, es decir, santos terrenales y marginados. «El nexo común de las historias soy yo –explica el autor–. De ahí que los tres santos de estas historias se parezcan a las distintas reencarnaciones de sus héroes, llámense Gurb o Pomponio Flato. «Es un tipo de personaje frecuente en mis novelas, seres solitarios obsesionados por una idea que luchan por ella en un mundo hostil».
El propio autor traslada a uno de sus cuentos, El malentendido –«un título que le he pedido prestado a Albert Camus, pero no creo que se ofenda»– esa sensación de soledad y extrañeza que tiene para él el oficio de la escritura. El santo de su historia es un delincuente que aprende a apreciar la literatura en la cárcel y que pasado el tiempo se convierte en un escritor de éxito. Para Eduardo Mendoza ese cuento expresa una sensación de inseguridad que siempre le ha perseguido «y el hecho de que el personaje haya sido un delincuente añade una escenografía más interesante a ese caso».
PREFERENCIAS / Ese mismo relato también aporta una hoja de ruta literaria en la que es fácil descubrir las preferencias del autor. De cómo Rayuela de Julio Cortázar le parece «una fanfarronada». Y cómo Henry James se sitúa en la cúspide de su personal santoral . «Es uno de los grandes autores de relatos, por supuesto, pero en la actualidad creo que mujeres como Alice Munro lo están haciendo muy bien».
¿Cómo debería ser un buen cuento? «No hay reglas estrictas, pero considero que el centro de gravedad tiene que estar en la mitad de la narración y no en el final. Porque ¿qué recordamos de Otra vuelta de tuerca, el relato de Henry James? Que es una historia de fantasmas».