Originaria de un pueblo de Guadalajara, en el centro del país, Carmen Bernal, ahora de 81 años, estaba embarazada de siete meses cuando en 1962 su hermano la trajo a Madrid para visitar a un médico, relata Begoña, de 47 años, que lleva tres años investigando qué ocurrió con sus hermanos.
Carmen fue rápidamente ingresada en una clínica gestionada por religiosas. "No sé realmente si se puso de parto o se lo provocaron, porque ella todavía me cuenta que se quedó sorprendida" de dar a luz tan pronto, dice su hija.
El 30 de mayo nacieron dos niños y la mujer "recuerda comentarios de enfermeras y monjas diciendo que estaban muy espabilados para ser adelantados", explica.
Sin embargo, 16 horas después, aún sola porque su marido no sabía que iba a dar a luz, fue informada de la muerte de uno de ellos "por problemas respiratorios".
Una monja le dijo "que no se preocupase de nada que ellos se encargaban del entierro", explica Begoña, indignada porque en "España jamás los hospitales han tenido la costumbre de quedarse con los muertos".
"Y también le dijo, y es una frase que mi madre no ha olvidado en la vida, que en estos casos cuando se muere un gemelo también se suele morir el otro. Digamos que la estaban preparando", afirma.
Para Begoña, su madre era la víctima perfecta. "Fue muy fácil: una mujer ingenua de un pueblo de Guadalajara, no de la capital, sola porque mi padre no pudo estar presente", dice.
Alegando que necesitaba una incubadora el segundo bebé fue trasladado a otro hospital, donde a Carmen "sólo le permitían ir todos los días durante unos minutos para darle el pecho".
Y de repente un día, le dan la noticia de que su segundo hijo también ha fallecido.
"El día anterior estaba perfecto. Y nadie del personal sanitario, en ningún momento durante 11 días, le había dicho a mi madre que el niño se estuviese enfermando ni nada por el estilo", explica Begoña.
Como en el primer caso, "también le dijeron que ellos se hacían cargo del entierro".
"De todo esto mis padres nunca tuvieron ningún documento, porque en la clínica se encargaron de que no lo tuvieran. No hay ninguna constancia ni que había estado embarazada, ni que ingresó en la clínica, ni que nacieron gemelos", subraya.
Cientos de familias como la de Begoña buscan desde hace años a los hijos que sospechan les fueron robados durante la dictadura franquista (1939-1975) y después, ya que hasta 1987 no hubo una ley que regulase las adopciones.
Denunciando el archivo de sus denuncias en España, muchas decidieron recurrir a la justicia de Argentina, donde desde 2010 la juez María Servini de Cubría instruye una causa por los crímenes del franquismo.
Fue durante esa época cuando los recién nacidos comenzaron a ser sustraídos a madres republicanas en virtud de un decreto de 1940 que permitía al régimen hacerse cargo de ellos si se consideraba que su "educación moral" estaba en peligro.
Pero después el tráfico continuó. "Esto empezó por una ideología pero después ya cualquier niño era un negocio porque había una venta", dice Begoña, asegurando que su madre "no estaba en absoluto metida en política".
El escándalo saltó en 2010 y fue entonces cuando, gracias a un programa de televisión, Begoña descubrió que lo que siempre le había contado su madre coincidía con la historia de muchas mujeres.
"Mi madre siempre algo sospechó pero no tenía pruebas y claro tampoco sabía que había otros casos", dice, reconociendo que ella misma llegó a obsesionarse entonces con el tema. "Soñaba que los encontraba por la calle y aún a día de hoy, locura mía, miro en el metro las caras por si encuentro algún rasgo" familiar, admite.