La mejor prueba de que Latinoamérica es una realidad viva, contradictoria y mágica es la paradoja (hay abundantes) que exhiben Venezuela y Uruguay por estos días. Europa se aburre, África sufre, Asia espera y Suramérica se mueve. Esto es lo que hace atractivo ante los ojos del mundo este suelo, tan impredecible como exótico.La despenalización del aborto es el punto de la discordia entre el presidente Tabaré Vásquez y el partido Socialista, titula la prensa. Pudo ser la gota que rebasó la copa decimos nosotros, porque en el fondo la convivencia entre los socialistas y su presidente venía encontrando tropiezos cada vez mayores.
Es la misma circunstancia que rodea a la militancia socialista chilena con su presidenta Bachellet, que tiene sus réplicas en el PT de Lula, el peronismo de los Kirshner o la queja adolorida de los antiguos compañeros de los Ortega en Nicaragua, ni Evo con su paciencia bovina, escapa a las esquirlas de quienes pegaron carteles en las paredes cuando el MAS era solo una quimera. No es fácil coincidir en el discurso por un tiempo indefinido ni morigerar la línea política con el ejercicio de la administración del Estado. La política es tan dinámica como la vida misma. Y mucho más cuando se pasa de levantar consignas desde la oposición a implementar políticas desde el gobierno.
La historia de la izquierda es rica en rompimientos, disidencias, fraccionamientos cuando no de traiciones. El transfuguismo es la rémora de la acción proselitista y esto es extensivo a todas las tendencias, sólo que los medios enfatizan cuando ocurre en la izquierda. Y eso se entiende por la prédica fraterna y humanística que reclama ésta desde su origen.
Todo Ché tendrá su Debray como la revolución cubana tuvo su Hubert Matos, la sandinista a Edén Pastora y el proceso bolivariano tiene su Miquelena. Así ha sido siempre y será cada vez que estén de por medio intereses sociales, económicos y políticos. No hay procesos ideales ni lineales ni inmutables. En el caso de la revolución bolchevique se invirtió la ecuación.
Ante la muerte prematura de Lenin, quien debería saltar la tapia terminó apoderándose del aparato del partido y del Estado y ya con semejante escafandra se dio a la innoble tarea de liquidar, cuando no de envilecer, a todos los dirigentes que con sus uñas moldearon la nación soviética. Hasta Trotsky que creyó estar a buen recaudo de la crueldad estaliniana saltando continentes y salvando océanos fue alcanzado por el estilete criminal del padrecito.
El ejercicio ideológico es más circular que longitudinal, por eso cuando el dogmatismo y el radicalismo reaccionan tienden a moverse hasta encontrarse con sus contrarios, de ahí la tesis de que a la larga los extremos se topan. El problema está en confundir los espacios: una cosa es la calle y la arenga y otra muy distinta el ejercicio del poder o la administración del Estado.
No olvidaremos aquellos días de los años 70s cuando en una calle bogotana encontramos en venta de andén un libro de Carlos Franqui prodigando alabanzas a los barbudos que bajaron de la Sierra Maestra derritiendo grilletes y dos cuadras mas adelante, y por un precio idéntico, otro texto del mismo autor relatando el apocalipsis por el advenimiento del "comunismo castrista y su camarilla".
Qué pasó en estas dos cuadras, nos preguntamos, o qué ocurrió en Cuba en fracciones de tiempo. ¿Cuál de las dos versiones es el Franqui honesto? Tal vez no lo sepamos nunca o tal vez nunca lo fue. Igual sensación nos deja corroborar en Caracas la Venezuela de Chávez. Mirado desde los 60s, uno se esperaba encontrar en primera línea de combate a Teodoro Petkoff y a Pompeyo Márquez y en efecto lo están pero en el otro lado de la talanquera.
Término que los bolivarianos usan para entender mejor el transfuguismo. Por esas mismas razones el MAS y Bandera Roja se mueven inconsolables en las filas opositoras. Ni que hablar de Douglas Bravo, "el Marulanda venezolano", para quien el proceso bolivariano no sólo no es un avance sino una terrible equivocación mucho más lamentable que la heredad adeca y copeyana. O como nos lo dijo una matrona caraqueña mientras teñía sus cabellos en el salón de belleza: "nosotros si esperábamos con Chávez un cambio, pero no tanto... Al chamo se le fue la mano..."
Los camaradas de ayer son los contradictores de hoy. ¿Quiénes tienen la razón, los que se van o los que se quedan? No es fácil ofrecer una respuesta contundente. Cada caso tiene su especificidad y no hay cabida para categorías absolutas. Ahí está el caso colombiano. De sus grupos rebeldes de los 70s uno de los mas fieros, "puros" y radicales fue el maoísta Ejército Popular de Liberación que nació como producto de una disidencia del Partido Comunista, expresándose en la versión m-l (marxista-leninista); no se había secado la tinta del acuerdo entre los alzados en armas y el gobierno cuando un amplio sector del ex EPL se cambió de bando y terminó combatiendo en las filas de los paramilitares de extrema derecha. Siguieron con las mismas armas y en la misma rutina sólo mudaron la ideología.
En el presente, la izquierda colombiana, no violenta, agrupada toda en el Polo Democrático Alternativo se debate entre el inmovilismo de los 60s o el otear caminos para ser alternativa de gobierno. En su interior conviven caines y abeles sujetos por un frágil lazo de unidad.
El amor y odio entre compañeros de lucha no reconoce fronteras, idiomas, religiones y razas. De tal sentencia da fe la dolorosa muerte del incomparable poeta salvadoreño Roque Dalton abatido a manos de sus propios pares. Sus mismos compañeros convertidos en asesinos no tuvieron piedad con su cadáver y lo abandonaron a merced de los perros y las aves carroñeras.
Yendo un poco atrás y en la otra orilla, produce asco recordar el triste papel de la multinacional en ciernes IBM en la segunda guerra mundial. Mientras la corporación de la informática se reclamaba en público fiel a la causa de los aliados sus técnicos proveían a los exterminadores nazis de bases de datos para hacer eficiente la contabilidad de muertos y torturados en los campos de concentración y optimizaban la logística interna del Tercer Rich. En los tiempos modernos, los Estados Unidos han roto todos los límites de los cimientos de la ética.
Recordemos solo el caso Irán-Contras. La potencia de manera subrepticia, mientras en los medios oficiaba de rectitud y respeto, acometía el incesto de droga y tráfico de armas para conspirar tras bambalinas contra el sandinismo. Ni que hablar de los capellanes o de los enviados del Papa que rociaban con agua bendita las guarniciones militares y los cañones en donde se desaparecía y disparaba a sindicalistas u opositores y donde se internaba a familias enteras para sesiones febriles de tortura diseñadas por la CIA a expensas de las dictaduras del cono sur.
Nos haríamos infinitos si consignáramos los episodios emblemáticos de las discrepancias y rupturas notables por razones políticas entre los pensamientos de izquierda. Es más fructífero destacar una consideración: Cada tablado tiene su público y su puesta de escena. Así como nunca se entra dos veces al mismo río la izquierda tiene que aprender a ser gobierno. No se puede, no se debe y no es posible dirigir naciones con los mismos arrestos con los que se conduce una huelga. Las sociedades y las naciones son heterogéneas, no son asambleas sindicales que se ganan al calor de los agites. El que un gobernante progresista no aplique con rigor en su mandato lo que firmó en sus manifiestos no lo acredita como traidor. Todos quisiéramos que los procesos sociales de inclusión fuesen más veloces pero eso no depende del deseo ni de la emoción.
La realidad tiene su propia dinámica y es menos ardiente que la obsesión termocéfala de los forjadores de principios. Lo importante es no perder la perspectiva y estar siempre prestos a avanzar librando obstáculos mediante la persuasión y configurando victorias respetando la diversidad y la democracia.
Lo demás es un capricho que siempre será disfrutado por la derecha en el momento de contar los votos. Para el caso que comentamos, con todo y que Chávez y Tabaré tienen conductas diferentes respecto de sus colectividades, lo interesante es que tanto Venezuela como Uruguay, con velocidades distintas, marchan en direcciones positivas, aunque siempre habrá quien prefiera que, ante la imposibilidad de que su dogmatismo se imponga, siga gobernando la derecha. Los ejemplos son oceánicos.