"Hemos suspendido las operaciones principalmente para limitar las pérdidas en las filas de nuestras heroicas fuerzas", y también para proteger las infraestructuras de la ciudad, dijo, sin explicar cómo pretendía reconquistar la ciudad y conseguir esos dos objetivos al mismo tiempo.
Mohamed al Ghaban dirige las fuerzas de su ministerio, pero no es él quien supervisa la amplia operación militar en curso en Tikrit, donde Irak movilizó a más de 20.000 hombres: policías, soldados, milicianos, combatientes kurdos o de tribus sunitas.
Entre los numerosos grupos presentes, puede que no todos compartan la misma estrategia.
"Ahora sólo nos falta (retomar) una pequeña parte de la ciudad, el centro", aseguró el ministro en una rueda de prensa en Samarra, en el norte de Bagdad.
Estas declaraciones contrastan con los combates que se registraron durante el fin de semana entre los yihadistas y las tropas gubernamentales en el norte de Tikrit, en el barrio de Qadisiya.
El EI diseminó miles de artefactos explosivos en Tikrit, puso trampas en las casas, cavó trincheras y levantó montículos de tierra para protegerse, según oficiales iraquíes.
El frente no se movió desde hace días, tras el asalto que lanzaron las tropas gubernamentales sobre Tikrit hace dos semanas.
Se trata de la mayor operación contra el EI desde que los yihadistas conquistaron amplios territorios en el norte de Irak y al oeste de Bagdad, el año pasado.
Comandantes del ejército y de las milicias han afirmado en repetidas ocasiones que estaban a punto de lanzar la ofensiva definitiva sobre esta ciudad situada unos 160 kilómetros al norte de Bagdad.
El general Abdelwahab al Saadi, uno de los principales comandantes de esta operación, pidió el domingo a la coalición internacional liderada por Estados Unidos que le brindara apoyo aéreo para ganar la batalla y expulsar a los últimos yihadistas de la ciudad.
Según Saadi, la coalición se mantuvo al margen del asalto porque Irán está implicada en la operación.