Mongolia, el país que se convirtió en potencia del sumo


Ulán Bator, Mongolia. - En un sótano de Ulan Bator, jóvenes mongoles, aprendices "sumotoris", entrenan para perfeccionar sus técnicas de combate con un único sueño: poder llegar a pelear en Japón, el templo del sumo.



Hakuho, en un combate
Hakuho, en un combate
Tsogt-Erdeniin Mendsaikhan es uno de ellos. Su modelo e ídolo se llama Hakuho, un gran campeón mongol que alcanzó el rango de "yokozuna", el más elevado de la jerarquía del sumo.
Ese luchador batió un viejo récord que estaba vigente desde hace cuatro décadas, al ganar en enero su 33ª Copa del Emperador, que se entrega al ganador de un torneo bimensual.
Un logro "fantástico", celebra Mendsaikhan, vestido con su "mawashi", la pesada banda de tela negra que rodea el cuerpo de los practicantes de sumo, en un entrenamiento en el único club de este deporte en Ulan Bator.
"Un mongol ha llegado a la cumbre del sumo japonés y continúa subiendo, cada vez más alto", saborea.
Entre mongoles y japoneses hay una larga historia. Tristemente célebre en Occidente, el término "kamikaze" viene originariamente de un tifón salvador que impidió el intento de invasión de Japón por el gran conquistador mongol Kubilai Khan en el 1281.
Pero en la actualidad, los luchadores mongoles sí que han conseguido poner un pie en suelo nipón. Hasta el punto de que ningún japonés ha ganado un torneo de primera división desde hace nueve años y los tres únicos "rikishi" -otro nombre para los "sumotoris"- clasificados como "yokozuna" son mongoles.
El último japonés en haber disfrutado de ese codiciado honor, Takanohana, se retiró en 2003.
En la competición, el luchador de sumo debe conseguir expulsar a su adversario del círculo de combate, pintado en la arena.
La victoria se consigue también si el luchador fuerza al rival a tocar el suelo con otra parte del cuerpo que no sea la planta de los pies.
 

- Influencia sintoísta -

 
Este deporte de combate está fuertemente impregnado de los valores de la religión shinto de Japón. Un "yokozuna" debe cumplir rituales en el ring y fuera de él, como una visita al santuario Meiji de Tokio para el Año Nuevo.
Cuando los extranjeros comenzaron a aproximarse a un alto nivel en este deporte, en los años noventa, hubo voces conservadoras que se preguntaban si los de fuera tenían una comprensión suficiente del "hinkaku", un resumen de la cultura y las costumbres de Japón.
El rechazo a los extranjeros en el sumo no es habitual, aunque el mongol Hakuho protagonizó este año una polémica por criticar la decisión de un juez, un comportamiento impensable en Japón.
Pero por lo general, los aficionados nipones saben reconocer la aportación de los mongoles al sumo, especialmente para potenciar su popularidad.
"Hakuho combate con mucha dignidad, de manera muy similar a un japonés", estima Yuko Asakawa, una institutriz encontrada por la AFP a la salida del principal lugar de competiciones de sumo en Tokio.
"Evidentemente, como es el deporte nacional de Japon, es mejor si cuenta con muchos japoneses", matiza.
Los mongoles no son los únicos extranjeros visibles en las grandes competiciones de sumo, también hay "rikishi" originarios de Bulgaria o de Brasil. Pero sólo Mongolia, un pequeño país de tres millones de habitantes entre Rusia y China, ha conseguido romper la hegemonía japonesa en este deporte.
En Mongolia, la lucha es el deporte rey y su forma tradicional, el "Bokh", es el deporte nacional, que compone el tridente de "las tres competiciones viriles", junto al tiro con arco y la equitación.
Martes, 14 de Julio 2015
AFP (Agencia France-Presse)
           


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