Muerte y resurrección de Sanae


* Su hija Sanae murió el 11-M y el padrastro fue detenido por colaborar en la masacre * Jamila, maltratada, fue abandonada en enero embarazada de siete meses * 'El bebé se llama como su hermana. No tendré fuerzas, pero sí compañía'



Muerte y resurrección de Sanae
Llegó desde Marruecos a Madrid embarazada de seis meses como un fardo extraviado que nadie reclamara, hace la tira de años, porque el padre se tapaba la nariz y decía que no quería saber nada de aquel vientre henchido de futuro. Así crecieron a solas madre e hija, empapelando la vida con motivos florales en cuanto había humedad. Hasta que vino el desconchón irreparable del 11-M.
Esta historia empieza en aquella página: la madre árabe pierde a su hija de 13 años el 11 de marzo. En la calle la señalaban con el dedo por llevar 'hiyab' y en casa, con la mano abierta, por ser mujer. Su nuevo hombre es detenido acusado de colaborar en la masacre. Y Jamila se quiere morir y se desintegra en vida entre la hija muerta y Abdenneri, el padrastro borracho que la maltrataba y que se iba de putas.
Así se apagaba Jamila frente al espejo, poniéndose las anchas camisas de la hija muerta todas las tardes torcidas, para no olvidar.
Hasta que obró el milagro de los biberones y los sonajeros. Sanae murió en la estación de El Pozo el 11-M de 2004, pero nació el 27-F de 2009 en el Hospital Gregorio Marañón.
No, no es un fallo. Todo lo más, una errata de vida. Esta es la historia de una resurrección.
"La niña llevaba un par de semanas con su tía Fatiha en Alcalá de Henares. Con lo que para ir a su instituto en Vallecas tenía que coger el tren todas las mañanas. Aquel día me llamó una amiga suya: '¿Está Sanae?'. Le dije que no. 'Es que ha habido unas explosiones'. Salté de la cama con el pijama y me puse encima un abrigo". Así iba vestida Jamila cuando, 40 horas después, dio con el cuerpo de la cría en Ifema. Como dormida, con una agenda escolar entre las manos.
Eran 13 hermanos en Tánger y la tienda familiar no daba para más. Entonces Jamila se lio el 'hiyab' a la cabeza y se despidió para comerse el mundo como una manzana con la piel bien tersa. A España llegó por vez primera en 1985 y se instaló definitivamente en 1990. Entre Barcelona y Marbella —donde limpiaba en el palacio del rey de Arabia Saudí—, se quedó en Madrid. Limpió escaleras y limpió casas. Limpiaba la estación del AVE, en Atocha, cuando tuvo lugar el 11-S en Nueva York y un compañero le dijo a la arrodillada: "Mira lo que ha hecho vuestro amigo, el Bin Laden ese". De la necesidad de limpiar, Jamila tiene las manos desleídas en horas extra, las falanges de escayola y la mirada en remojo, como arrasada en aguarrás.
Fue en 1992 cuando nació Sanae, que vino al mundo haciendo sonar un gong y arrancando las cepas podridas que había en la viña del alma. "Cuando me quedé embarazada, el padre me dijo que no quería saber nada de mí ni de la niña. Llevaba seis meses en estado cuando llegué a Madrid. El padre desapareció. Empezamos nuestra vida las dos solas".
Sanae sería "doctora de animales" y le compraría a mamá "una casa y un coche antes de casarse". Jamila llegaba oliendo a lejía.
"Una vecina de la familia en Tánger fue a casa preguntando si mi hermana querría casarse con su hermano. Dijo que no, porque tenía su novio. Entonces salió mi nombre. Sanae y yo estábamos solas, pensé que nos podría ayudar, que nos daría compañía. Nos casamos en 2002. Me lo traje a España por agrupación familiar. A los cuatro meses de llegar él a Madrid, fueron los atentados".
Recuerda Jamila los malos tratos de Abdenneri, las borracheras, las promesas de que iba a cambiar, los tres meses que pasó viviendo con una prostituta de la calle Carretas y su otra relación con una española, con la que compartía bingo y cama. Una amiga le fue con el cuento de que Abdenneri iba diciendo por ahí que se quedaría con el dinero de la indemnización de Sanae y dejaría a la madre tirada.
En la madrugada del 13 de junio de 2005, la Policía derribó la puerta de casa y la invadió como una sombra. Entraron con linternas y los rostros cubiertos. Entraron en el dormitorio. Entraron en la casa donde no había niña que pudiera llorar. A Jamila la tumbaron en el suelo boca abajo. Se llevaron a Abdenneri Essebar, que luego cumpliría dos años y medio en prisión. También todos los recortes de periódico que Jamila guardaba de recuerdo, como un tesoro de piedritas que llevasen a algo.
"La familia me decía que estaba casado con el asesino de la niña. No entendía nada de lo que pasaba. Estaba tirada. A veces no me duchaba en una semana, no me cambiaba de ropa en diez días" Sigo en tratamiento desde entonces y sin trabajar. Viviendo de la indemnización. El dinero se va acabando. Pero yo siempre tengo fe en Dios. La vida es así. Hay que saber aguantar la vida".
La nueva hija nació el pasado 27 de febrero. Como ya le pasó a la hermana muerta, fue parida con el padre poniendo pies en polvorosa y borrándose de la foto. El 30 de enero de 2009, Jamila era abandonada por un hombre por segunda vez. Abdenneri salió de prisión a finales de 2007, siguió su vida de cacharrería y fanfarria y al cabo le dijo a la mujer que, bueno, ella ya sabía cómo eran los hombres, que no quería problemas, que había perdido su tiempo.
Veintiocho días después, Jamila le puso de nombre Sanae, a ver cómo si no. Pesó poco más de tres kilos, como su hermana. "Se llama así porque quiero ese nombre siempre cerca de mí y nunca lo voy a olvidar" No tendré fuerzas, pero ahora por lo menos tendré compañía, otro cariño... Vivimos en un piso de 40 metros de dos habitaciones. Las dos solas. Dormimos juntas en la cama. Si la dejo sola se pone a llorar. Y que un niño llore no es bueno. No es bueno que llore Sanae".
Este mayo acaeció el 11-M en el metro de Madrid y dejó a una víctima de ida y vuelta partida en dos. Era Jamila Ben Salah, española que entró en el vagón y se sentó. Unos adolescentes la tomaron con ella y apuntaron entre risas al 'hiyab' con sus dedos de 9 milímetros parabellum. "Cuidado, seguro que lleva una bomba", dijeron. 'Cuidado, seguro que lleva una bomba'. A ella.
Jamila les iba a contestar algo. Pero no les dijo lo de la hija muerta. Ni lo de que ahora la hija muerta tendría su edad. Ni lo de que, alguna tarde mala, se pone a solas las anchas camisas de la hija muerta y se abraza.
Sanae nació el 27 de febrero pasado. Jamila cuenta que Sanae significa algo parecido a año nuevo.
Domingo, 17 de Mayo 2009
El Mundo, España
           


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