Supervivientes pasean por la antigua Escuela Superior de Mecánica de la Armada, ESMA.
Mariano, músico de 35 años, tenía un año cuando su padre fue secuestrado en 1977 y llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), campo emblemático de torturas de la dictadura, en cuya antigua capilla funciona desde junio la Tecnicatura de Música Popular, creada por el afamado pianista Miguel Ángel Estrella.
"Estamos exorcizando este lugar donde reinó la muerte y la tortura, y lo estamos limpiando con música", dijo a la AFP Estrella, embajador argentino en la UNESCO y creador de la Fundación Música Esperanza (1982), que busca llevar el arte a sectores sociales marginados.
Estrella, secuestrado en Uruguay en 1977 y liberado en 1980 por la presión internacional, dijo que la intención es formar "músicos sociales que no sólo puedan tocar en el Colón (el mayor teatro lírico de América latina) sino para que la música pueda llegar a gente en situación de extrema fragilidad".
Unos 20 jóvenes asisten atentos a una clase de Introducción a la Música Popular con el fondo de música autóctona que emerge suavemente del antiguo recinto religioso, donde una leyenda recuerda su uso anterior: "En este edificio funcionó la capilla de culto católico que durante la dictadura genocida estuvo a cargo de capellanes partícipes del terrorismo de Estado".
"Yo tenía un año cuando se llevaron a mi viejo en 1977. Fue visto por última vez aquí, en la ESMA", añade Mariano quien presencia como tutor la clase en la escuela instalada a 100 metros de las antiguas salas de tortura de la ESMA, donde estuvieron su padre y otros 5.000 opositores engrillados y vendados.
Un centenar de alumnos desde los 18 años integra la primera camada de una carrera gratuita de tres años que promueve "la apropiación de herramientas para la gestión de proyectos que puedan ser llevados a diferentes ámbitos sociales y con el compromiso de los derechos humanos", señaló a la AFP Daniel Gonnet, coordinador del proyecto.
La boliviana Lesly Molina, de 22 años, dice que tiene fundamentos "básicos" de música, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, pero se entusiasmó con el proyecto porque podría replicarlo en su barrio, el Bajo Flores, una zona pobre en el sur de Buenos Aires.
"Me gustaría abrir los caminos de la música a los chicos de la iglesia del Bajo Flores", una zona donde radica gran número de bolivianos, señaló Lesly quien admite que conocía "más o menos" lo que ocurrió en la ESMA, pero dijo haberse conmovido con la historia de las Madres" de Plaza de Mayo, la emblemática entidad humanitaria, uno de cuyos sectores impulsa la iniciativa.
Martín Pellizeri, guitarrista de 36 años del grupo Budabardop Orquesta, sostuvo a la AFP que le interesó la propuesta porque "combina música con derechos humanos, algo diferente a lo habitual" y dijo que es "impactante que la música pueda llenar de vida un lugar tan áspero" como fue la ESMA.
La tecnicatura, apoyada por la estatal Universidad de La Plata (62 km al sur), busca extenderse a pequeñas localidades en empobrecidas provincias de Argentina, como Santiago del Estero y Corrientes, tras una experiencia de Música Esperanza con 30 niños de Tilcara, en el extremo norte argentino.
"Estamos exorcizando este lugar donde reinó la muerte y la tortura, y lo estamos limpiando con música", dijo a la AFP Estrella, embajador argentino en la UNESCO y creador de la Fundación Música Esperanza (1982), que busca llevar el arte a sectores sociales marginados.
Estrella, secuestrado en Uruguay en 1977 y liberado en 1980 por la presión internacional, dijo que la intención es formar "músicos sociales que no sólo puedan tocar en el Colón (el mayor teatro lírico de América latina) sino para que la música pueda llegar a gente en situación de extrema fragilidad".
Unos 20 jóvenes asisten atentos a una clase de Introducción a la Música Popular con el fondo de música autóctona que emerge suavemente del antiguo recinto religioso, donde una leyenda recuerda su uso anterior: "En este edificio funcionó la capilla de culto católico que durante la dictadura genocida estuvo a cargo de capellanes partícipes del terrorismo de Estado".
"Yo tenía un año cuando se llevaron a mi viejo en 1977. Fue visto por última vez aquí, en la ESMA", añade Mariano quien presencia como tutor la clase en la escuela instalada a 100 metros de las antiguas salas de tortura de la ESMA, donde estuvieron su padre y otros 5.000 opositores engrillados y vendados.
Un centenar de alumnos desde los 18 años integra la primera camada de una carrera gratuita de tres años que promueve "la apropiación de herramientas para la gestión de proyectos que puedan ser llevados a diferentes ámbitos sociales y con el compromiso de los derechos humanos", señaló a la AFP Daniel Gonnet, coordinador del proyecto.
La boliviana Lesly Molina, de 22 años, dice que tiene fundamentos "básicos" de música, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, pero se entusiasmó con el proyecto porque podría replicarlo en su barrio, el Bajo Flores, una zona pobre en el sur de Buenos Aires.
"Me gustaría abrir los caminos de la música a los chicos de la iglesia del Bajo Flores", una zona donde radica gran número de bolivianos, señaló Lesly quien admite que conocía "más o menos" lo que ocurrió en la ESMA, pero dijo haberse conmovido con la historia de las Madres" de Plaza de Mayo, la emblemática entidad humanitaria, uno de cuyos sectores impulsa la iniciativa.
Martín Pellizeri, guitarrista de 36 años del grupo Budabardop Orquesta, sostuvo a la AFP que le interesó la propuesta porque "combina música con derechos humanos, algo diferente a lo habitual" y dijo que es "impactante que la música pueda llenar de vida un lugar tan áspero" como fue la ESMA.
La tecnicatura, apoyada por la estatal Universidad de La Plata (62 km al sur), busca extenderse a pequeñas localidades en empobrecidas provincias de Argentina, como Santiago del Estero y Corrientes, tras una experiencia de Música Esperanza con 30 niños de Tilcara, en el extremo norte argentino.