Al frente de la delegación parlamentaria marroquí que ha visitado Barcelona, el presidente de la Cámara de Representantes, Mustafá Mansuri, se prestó a reflexionar sobre las luces y las sombras de la transición en Marruecos.
–¿Hacia dónde va Marruecos?
–Vivimos un proceso democrático muy intenso desde el advenimiento del rey Mohamed VI, hace apenas una década. Por ejemplo, Marruecos y su rey han tenido el coraje de mirar hacia el pasado y reconciliarse con él. Muchos exiliados han vuelto, muchas familias han sido indemnizadas, y el Estado ha reconocido excesos en materia de derechos humanos.
–Esta mirada al pasado se ha hecho con grandes limitaciones.
–Sí, pero se ha hecho. Nada es absoluto y nadie es perfecto, salvo Dios. Y permitió reconquistar la confianza y abrir las puertas de la democracia.
–Muchos las ven solo entreabiertas.
–Esto es un proceso, con sus pasos en falso. Estamos en un periodo de aprendizaje de la democracia. Claro que cometemos errores, pero eso no significa que desandemos lo andado: la democratización va bien. ¿Cree que Europa nos habría concedido el estatuto avanzado si no progresásemos, si no fuésemos ya el país más abierto de la región?
–¿La separación de poderes es factible? ¿A qué plazo?
–No se nos puede pedir que nos convirtamos en Francia o en el Reino Unido de la noche a la mañana. Además. el sistema marroquí tiene aspectos difíciles de entender para una mirada occidental. Por ejemplo, que el rey va más allá y más rápido en su aperturismo modernizador que gran parte de la propia sociedad marroquí y sus instituciones. Así, el nuevo código de familia, que ha consagrado los derechos de las mujeres, dividió a los marroquís entre tradicionalistas y modernizadores. El rey asumió su responsabilidad y tomó partido por la modernidad.
–¿La libertad de expresión ha dado recientemente pasos atrás?
–En Marruecos hay una prensa plural, desde el islamismo a la extrema izquierda. Pero la libertad debe tener sus límites. Hay que entender que en el sistema de valores arabomusulmán, el padre es objeto de absoluto respeto. Y la figura del rey, del comendador de los creyentes, es sagrada en nuestra sociedad. En política todo es discutible, pero algunos periodistas han hurgado en su vida privada y en la de la familia real, y eso es inadmisible.
–¿Ve cercana una solución al conflicto del Sáhara Occidental?
–En Europa está muy extendida una idea errónea de este conflicto, centrada en el punto de vista humanitario, cuando se impone una lectura geoestratégica. La independencia del Sáhara supondría un elemento de atomización y desestabilización de la región que tendría un grave impacto en el sur de Europa. Eso España lo está entendiendo muy bien. Y por eso la propuesta marroquí de autonomía es una solución realista, que Europa debe apoyar.
–¿Hacia dónde va Marruecos?
–Vivimos un proceso democrático muy intenso desde el advenimiento del rey Mohamed VI, hace apenas una década. Por ejemplo, Marruecos y su rey han tenido el coraje de mirar hacia el pasado y reconciliarse con él. Muchos exiliados han vuelto, muchas familias han sido indemnizadas, y el Estado ha reconocido excesos en materia de derechos humanos.
–Esta mirada al pasado se ha hecho con grandes limitaciones.
–Sí, pero se ha hecho. Nada es absoluto y nadie es perfecto, salvo Dios. Y permitió reconquistar la confianza y abrir las puertas de la democracia.
–Muchos las ven solo entreabiertas.
–Esto es un proceso, con sus pasos en falso. Estamos en un periodo de aprendizaje de la democracia. Claro que cometemos errores, pero eso no significa que desandemos lo andado: la democratización va bien. ¿Cree que Europa nos habría concedido el estatuto avanzado si no progresásemos, si no fuésemos ya el país más abierto de la región?
–¿La separación de poderes es factible? ¿A qué plazo?
–No se nos puede pedir que nos convirtamos en Francia o en el Reino Unido de la noche a la mañana. Además. el sistema marroquí tiene aspectos difíciles de entender para una mirada occidental. Por ejemplo, que el rey va más allá y más rápido en su aperturismo modernizador que gran parte de la propia sociedad marroquí y sus instituciones. Así, el nuevo código de familia, que ha consagrado los derechos de las mujeres, dividió a los marroquís entre tradicionalistas y modernizadores. El rey asumió su responsabilidad y tomó partido por la modernidad.
–¿La libertad de expresión ha dado recientemente pasos atrás?
–En Marruecos hay una prensa plural, desde el islamismo a la extrema izquierda. Pero la libertad debe tener sus límites. Hay que entender que en el sistema de valores arabomusulmán, el padre es objeto de absoluto respeto. Y la figura del rey, del comendador de los creyentes, es sagrada en nuestra sociedad. En política todo es discutible, pero algunos periodistas han hurgado en su vida privada y en la de la familia real, y eso es inadmisible.
–¿Ve cercana una solución al conflicto del Sáhara Occidental?
–En Europa está muy extendida una idea errónea de este conflicto, centrada en el punto de vista humanitario, cuando se impone una lectura geoestratégica. La independencia del Sáhara supondría un elemento de atomización y desestabilización de la región que tendría un grave impacto en el sur de Europa. Eso España lo está entendiendo muy bien. Y por eso la propuesta marroquí de autonomía es una solución realista, que Europa debe apoyar.