Una imagen del dióxido de titanio.
Los resultados de este estudio realizado in vitro, indica el Comisariado francés de la Energía Atómica (CEA) en un comunicado, sugieren que la presencia de nanopartículas de dióxido de titanio (TiO2) podrían ser el origen de una inflamación cerebro-vascular.
Una exposición crónica a esas nanopartículas "podría dar lugar a una acumulación en el cerebro con riesgo de perturbaciones de ciertas funciones cerebrales", precisa el CEA.
Un estudio llevado a cabo en ratas había demostrado ya en 2008 que tras una instilación nasal, se podían detectar nanopartículas de dióxido de titanio en el cerebro, particularmente en el bulbo olfativo y el hipocampo, una estructura con un papel clave en la memoria.
Los investigadores buscaron la explicación de cómo esas nanopartículas pudieron aparecer en el cerebro que está protegido de elementos tóxicos por una estructura particular: la barrera hematoencefálica (BHE).
Los equipos del CEA y de la universidad Joseph Fourier de Grenoble (sudeste de Francia) reconstituyeron un modelo celular de esa barrera protectora, asociando células endoteliales (células de la pared de los vasos sanguíneos), cultivadas sobre una membrana semipermeable, y células gliales (para el sistema nervioso).
Gracias a este modelo que contiene las principales características de la barrera hematoencefálica existente en el hombre, los investigadores mostraron que una exposición in vitro a los nano-TiO2 conlleva su acumulación en las células endoteliales. Esto implica también una ruptura de la barrera de protección, asociada a una inflamación.
El equipo constató también una disminución de la actividad de una proteína (P-glicoproteína) que tiene la función de bloquear las toxinas susceptibles de penetrar el sistema nervioso central, según los resultados publicados en línea por la revista Biomaterials.
Una exposición crónica a esas nanopartículas "podría dar lugar a una acumulación en el cerebro con riesgo de perturbaciones de ciertas funciones cerebrales", precisa el CEA.
Un estudio llevado a cabo en ratas había demostrado ya en 2008 que tras una instilación nasal, se podían detectar nanopartículas de dióxido de titanio en el cerebro, particularmente en el bulbo olfativo y el hipocampo, una estructura con un papel clave en la memoria.
Los investigadores buscaron la explicación de cómo esas nanopartículas pudieron aparecer en el cerebro que está protegido de elementos tóxicos por una estructura particular: la barrera hematoencefálica (BHE).
Los equipos del CEA y de la universidad Joseph Fourier de Grenoble (sudeste de Francia) reconstituyeron un modelo celular de esa barrera protectora, asociando células endoteliales (células de la pared de los vasos sanguíneos), cultivadas sobre una membrana semipermeable, y células gliales (para el sistema nervioso).
Gracias a este modelo que contiene las principales características de la barrera hematoencefálica existente en el hombre, los investigadores mostraron que una exposición in vitro a los nano-TiO2 conlleva su acumulación en las células endoteliales. Esto implica también una ruptura de la barrera de protección, asociada a una inflamación.
El equipo constató también una disminución de la actividad de una proteína (P-glicoproteína) que tiene la función de bloquear las toxinas susceptibles de penetrar el sistema nervioso central, según los resultados publicados en línea por la revista Biomaterials.