La alcaldía de Rio de Janeiro ha sacado de las calles a unos 680 niños y adolescentes con serios problemas de dependencia de drogas y alcohol, que son tratados en centros especializados. Se estima que entre un 10% y 15% del total de esos pequeños son adictos al crack, una droga extremadamente dura.
"Van al crack principalmente porque es la droga más barata en Brasil, tienen facilidad para acceder a ella, y lo peor es que crea una dependencia más rápida y conlleva un compromiso neurológico serio", explicó a la AFP Mónica Blum, subsecretaria de Asistencia Social de la ciudad.
En Casa Viva están internados una decena de niños con edades de entre 10 y 14 años, que son atendidos por un equipo compuesto por médicos, psicólogos, terapeutas y educadores, todos con especialización en dependencia química.
Tirado en el piso, un niño estalla en llanto balbuceando: "Quiero ir a mi casa". Tiene pocos días en tratamiento y la dependencia al crack aún está intacta. Su "casa", es la calle, pues huyó de su familia hace años ya que su mamá le pegaba, según explicó él mismo poco después.
Matheus, Josephi y Adrieli muestran por su parte avances importantes desde que llegaron a Casa Viva y participan sonrientes en las dinámicas y actividades preparadas por los asistentes sociales, psicólogos y maestros del centro.
"Llegué tan drogada a mi casa que le pegué a mi abuela, aunque después de eso le dije 'necesito ayuda' y ella me trajo. Llegué toda desnutrida, pesaba 23 kilos, me entubaron, pero ya estoy mejorando", narró Adrieli, de 14 años, que entró al mundo de las drogas a los nueve años por su madre también adicta.
Matheus se concentra en el fútbol y Josephi en el canto. El primero domina el balón como un maestro, haciendo piruetas y ensayando goles en el techo de la casa, donde fue dispuesta una pequeña cancha de cemento, mientras que al otro, las enfermeras destacan su "talentosa voz".
Además de la desintoxicación, el centro evalúa el entorno familiar del niño y sus posibilidades de reinserción en la sociedad.
Los adictos al crack muestran por lo general un comportamiento extraño, errático y a veces violento, claramente identificable en los niños que llegan a Casa Viva provenientes de favelas como Jacarezinho (zona norte).
En esa barriada, la semana pasada funcionarios de la alcaldía de Rio llevaron a albergues a 38 adultos y 15 niños para rehabilitación, constataron periodistas de la AFP que acompañaron el procedimiento.
Según una nueva ley, las autoridades pueden forzar a los menores de edad a someterse al tratamiento, pero en el caso de los adultos, tiene que ser voluntario y la mayoría de los veces, hay rechazo y por ende, recaída.
"Si la dependencia es muy grande, vuelven y uno va de nuevo, y de nuevo, y de nuevo", explicó Dapnhe Braga, integrante del equipo de asistentes sociales, mientras caminaba sobre las vías del tren hacia otra "crackolandia", como se conoce en Brasil a los lugares donde se reúnen los consumidores de crack.
Algunos, aún sin sentido de ubicación por los efectos de la droga, caminan mecánicamente a los buses dispuestos por la alcaldía. Otros oponen resistencia, como Rosangela, que fue hallada durmiendo sobre cartones en la calle.
"No voy, no voy", gritaba. "No voy a caer, no me pueden obligar y no voy", insistía, denunciando que en un operativo anterior fue maltratada. "Seguro que no fue nuestra intención, te podemos ayudar, confía en mí, tranquila. Te voy a dejar mi número y si te animas, me llamas y vienes", le ofreció Braga.
El aumento sostenido en el consumo de crack en Brasil, que las autoridades denuncian aunque aún no hay estimaciones oficiales, llevó al gobierno anterior del presidente Luiz Inacio Lula Da Silva (2003-2011) a lanzar un "plan integrado para enfrentar el crack y otras drogas".
Conscientes de que la erradicación del consumo de crack es una meta imposible de cumplir, las autoridades se enfocan por ahora en los más jóvenes con estos centros especializados como Casa Viva.
Adrieli por ejemplo, ahora sonríe por su buen semblante y se felicita por los avances conquistados que le permiten mirar al futuro.
"Yo quiero ser jueza, abogada, lo que quiero es que mi abuela esté orgullosa de mí", expresa esta chica que asegura estar logrando salir de las drogas.
"Van al crack principalmente porque es la droga más barata en Brasil, tienen facilidad para acceder a ella, y lo peor es que crea una dependencia más rápida y conlleva un compromiso neurológico serio", explicó a la AFP Mónica Blum, subsecretaria de Asistencia Social de la ciudad.
En Casa Viva están internados una decena de niños con edades de entre 10 y 14 años, que son atendidos por un equipo compuesto por médicos, psicólogos, terapeutas y educadores, todos con especialización en dependencia química.
Tirado en el piso, un niño estalla en llanto balbuceando: "Quiero ir a mi casa". Tiene pocos días en tratamiento y la dependencia al crack aún está intacta. Su "casa", es la calle, pues huyó de su familia hace años ya que su mamá le pegaba, según explicó él mismo poco después.
Matheus, Josephi y Adrieli muestran por su parte avances importantes desde que llegaron a Casa Viva y participan sonrientes en las dinámicas y actividades preparadas por los asistentes sociales, psicólogos y maestros del centro.
"Llegué tan drogada a mi casa que le pegué a mi abuela, aunque después de eso le dije 'necesito ayuda' y ella me trajo. Llegué toda desnutrida, pesaba 23 kilos, me entubaron, pero ya estoy mejorando", narró Adrieli, de 14 años, que entró al mundo de las drogas a los nueve años por su madre también adicta.
Matheus se concentra en el fútbol y Josephi en el canto. El primero domina el balón como un maestro, haciendo piruetas y ensayando goles en el techo de la casa, donde fue dispuesta una pequeña cancha de cemento, mientras que al otro, las enfermeras destacan su "talentosa voz".
Además de la desintoxicación, el centro evalúa el entorno familiar del niño y sus posibilidades de reinserción en la sociedad.
Los adictos al crack muestran por lo general un comportamiento extraño, errático y a veces violento, claramente identificable en los niños que llegan a Casa Viva provenientes de favelas como Jacarezinho (zona norte).
En esa barriada, la semana pasada funcionarios de la alcaldía de Rio llevaron a albergues a 38 adultos y 15 niños para rehabilitación, constataron periodistas de la AFP que acompañaron el procedimiento.
Según una nueva ley, las autoridades pueden forzar a los menores de edad a someterse al tratamiento, pero en el caso de los adultos, tiene que ser voluntario y la mayoría de los veces, hay rechazo y por ende, recaída.
"Si la dependencia es muy grande, vuelven y uno va de nuevo, y de nuevo, y de nuevo", explicó Dapnhe Braga, integrante del equipo de asistentes sociales, mientras caminaba sobre las vías del tren hacia otra "crackolandia", como se conoce en Brasil a los lugares donde se reúnen los consumidores de crack.
Algunos, aún sin sentido de ubicación por los efectos de la droga, caminan mecánicamente a los buses dispuestos por la alcaldía. Otros oponen resistencia, como Rosangela, que fue hallada durmiendo sobre cartones en la calle.
"No voy, no voy", gritaba. "No voy a caer, no me pueden obligar y no voy", insistía, denunciando que en un operativo anterior fue maltratada. "Seguro que no fue nuestra intención, te podemos ayudar, confía en mí, tranquila. Te voy a dejar mi número y si te animas, me llamas y vienes", le ofreció Braga.
El aumento sostenido en el consumo de crack en Brasil, que las autoridades denuncian aunque aún no hay estimaciones oficiales, llevó al gobierno anterior del presidente Luiz Inacio Lula Da Silva (2003-2011) a lanzar un "plan integrado para enfrentar el crack y otras drogas".
Conscientes de que la erradicación del consumo de crack es una meta imposible de cumplir, las autoridades se enfocan por ahora en los más jóvenes con estos centros especializados como Casa Viva.
Adrieli por ejemplo, ahora sonríe por su buen semblante y se felicita por los avances conquistados que le permiten mirar al futuro.
"Yo quiero ser jueza, abogada, lo que quiero es que mi abuela esté orgullosa de mí", expresa esta chica que asegura estar logrando salir de las drogas.