"No hay una literatura latinoamericana sino 20"


El hispano-argentino Andrés Neuman gana el Premio de la Crítica con 'El viajero del siglo', que ya obtuvo el Alfaguara. En marzo del año pasado Andrés Neuman, un bonaerense de 1977 trasplantado adolescente a Granada, ganó el Premio Alfaguara con El viajero del siglo, una novela que narraba las peripecias de un nómada atrapado en una ciudad de la Alemania del siglo XIX.



Andrés Neuman
Andrés Neuman
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Barcelona - A ese libro, al que su autor calificó como "un retrato futurista del pasado", un jurado reunido en Barcelona le otorgó el sábado el Premio de la Crítica, que no tiene dotación económica pero conserva intacto su prestigio. "Agradezco que los críticos no hayan seguido el prejuicio de que toda novela que gana un premio grande es mala por definición", explica Andrés Neuman en conversación telefónica desde Antequera, donde participa en un congreso. Sobre el supuesto descrédito de la crítica tradicional en tiempos de Internet, explica: "Si se ha multiplicado por 100 la capacidad de la industria literaria, los ojos que vigilan deben multiplicarse también por 100. Si no, la literatura en lugar de ser un paraíso será un limbo en el que todo vale. Eso sí, los críticos han de ser capaces de entrar en el juego de generaciones con referentes distintos a los suyos".
El nuevo galardón se ha adelantado dos semanas a la publicación del nuevo libro de Neuman que tiene algo de reverso de la obra premiada. Se titula Cómo viajar sin ver (Alfaguara) y su subtítulo -Latinoamérica en tránsito- resume bien lo que contiene: el diario de los seis meses de gira promocional que conllevan los 133.000 euros del Alfaguara: 20 países en dos tandas entre julio y diciembre. Si en el primer libro una fuerza innombrable impedía al protagonista salir de la ciudad, en el segundo, la agenda impedía a su autor permanecer en ninguna: "Parecía un justo castigo. Me hice a la idea no de que viajaba porque había escrito un libro, sino de que escribía un libro porque estaba viajando".
Si El viajero del siglo contiene un paralelismo entre la Europa posnapoleónica y la actual, en la que "la crisis de identidad corre el riesgo de resolverse a la defensiva echando mano de la seguridad y la economía", Cómo viajar sin ver es una radiografía de América Latina y un muestrario de las contradicciones de la globalización: "Viví en la aceleración del turista contemporáneo y quería contar qué es lo que se ve cuando no se tiene tiempo de ver". La desventaja de no pasar más de una semana en cada país le permitió vivir en un "no-tiempo que se movía en el espacio", es decir, en una pura simultaneidad en la que los mismos episodios se veían desde lugares distintos: desde el golpe de Estado en Honduras a la gripe A, vivida con "alarmismo apocalíptico" en Argentina y con "resignación reflexiva" en Paraguay. Entre el periodismo, el "ensayo de alta velocidad" y el libro de viajes, hay poco sitio para al cotilleo literario: "No hablo de mí ni de la vida social. Lo siento".
De aeropuerto en aeropuerto y de hotel en hotel, Neuman, que dice escribir en un "castellano frankenstein" fruto de unas raíces argentinas prolongadas en ramas andaluzas, llegó a una conclusión: Latinoamérica no es el bloque unitario que con trazo grueso, "a veces ofensivo", se pinta desde Europa. Ni un bloque ni dos. "Se vende que por un lado está el grupo de la democracia liberal de Brasil y Chile y, por otro, el del chavismo bolivariano de Venezuela o Ecuador. Pero la gran conquista de Hugo Chávez es que ha monopolizado la conversación. Su dictadura es mental. En Venezuela no se puede no hablar de él. En Ecuador, sin embargo, Correa es un tema de conversación en los medios, pero no en las cenas. Por otro lado, en Bolivia los intelectuales y la clase alta blanca ven cierta lógica en que un país de indígenas tenga un Gobierno indígena. En Caracas, sin embargo, la mayoría de los escritores y periodistas son antichavistas, aunque he de decir que no fui a los barrios populares".
¿Y existe la literatura latinoamericana? "No hay una literatura latinoamericana sino 20. Son muy distintos el síndrome-de-isla que tienen en el Caribe y el síndrome-de-ombligo de los argentinos. A los ecuatorianos, por su parte, no les queda más remedio que ser cosmopolitas, porque escribir en clave nacional es colocarse en una tradición postergada". Nacional es, sí, una palabra del pasado. De ahí que las nuevas generaciones hayan "desterritorializado" sus obras -ambientándolas en el pasado o en un aeropuerto- y reformulado la vieja obsesión por la identidad. De ahí que su último maestro sea Roberto Bolaño, que dejó escrito que "la literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre".

Domingo, 18 de Abril 2010
El País, Madrid, España
           


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