El niño Udai Faisal, que sufre malnutrición, es hospitalizado en el hospital As-Sabeen en Sana, Yemen
El número de personas afectadas cayó de forma continua de los 926 millones en 2005 a los 795 millones en 2010, y se había estabilizado en general hasta el salto "preocupante" del año pasado, constata el informe "El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo".
La proporción de población global que sufre escasez crónica de alimentos cayó del 15 por ciento en 2000 al 10,6 por ciento en 2015, pero aumentó al 11 por ciento en 2016.
El informe fue redactado por el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Estas agencias explican que "aún no está claro" si el incremento del hambre es una irregularidad aislada o el comienzo de una nueva tendencia, pero en cualquier caso "supone un importante desafío para los compromisos internacionales de acabar con el hambre en 2030".
La ONU atribuyó a los conflictos violentos y a sucesos relacionados con el clima, como el fenómeno de El Niño, el "repentino" empeoramiento de la seguridad alimentaria en algunas partes de África subsahariana, del sudeste asiático y de Asia occidental.
Sudán del Sur, donde se declaró una hambruna a principios de 2017, y el noreste de Nigeria, Somalia y Yemen -clasificadas como zonas con un elevado riesgo de hambruna- han sido identificadas como regiones especialmente preocupantes.
El director general de la FAO, Jose Graziano da Silva, se mostró cautelosamente optimista de cara al futuro, ya que El Niño o La Niña podrían no repetirse este año, la economía mundial se está recuperando y el "progreso" es evidente en zonas de conflicto como Sudán del Sur o Siria.
"Creemos que el enorme impacto de los conflictos acabará el año que viene", dijo en una rueda de prensa, pese a la preocupación por los efectos de la crisis de refugiados de los rohingya en Myanmar y Bangladesh.
La mayoría de las personas que pasan hambre, 520 millones, se encuentra en Asia. Sin embargo, en proporción, la crisis alimentaria es peor en África, donde el 20 por ciento de la población, 243 millones de personas, se ve afectada. Y el porcentaje aumenta al 33,9 en África Oriental.
Entre los niños menores de 5 años, 155 millones miden demasiado poco para su edad, 52 millones están demasiado delgados y 41 millones sufren sobrepeso, señala el informe. La obesidad ha aumentado en todo el mundo, afectando a 614 millones de personas o al 13 por ciento de la población adulta mundial.
Las agencias de la ONU también lamentan el hecho de que 613 millones de mujeres en edad fértil, alrededor de un tercio del total, sufren anemia o deficiencia de hierro, lo que supone un riesgo para ellas y sus hijos.
El descenso del hambre en los últimos años se ha debido en gran medida al rápido desarrollo económico de Asia. Hace dos años, la ONU alabó el hecho de que más de 200 millones de personas se habían librado del hambre desde 1990.
Según Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam, las últimas cifras sobre el hambre apuntan a un "vergonzoso fracaso de nuestros líderes e instituciones internacionales", que deberían trabajar más duro por resolver los conflictos y afrontar el cambio climático y la pobreza.
La proporción de población global que sufre escasez crónica de alimentos cayó del 15 por ciento en 2000 al 10,6 por ciento en 2015, pero aumentó al 11 por ciento en 2016.
El informe fue redactado por el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Estas agencias explican que "aún no está claro" si el incremento del hambre es una irregularidad aislada o el comienzo de una nueva tendencia, pero en cualquier caso "supone un importante desafío para los compromisos internacionales de acabar con el hambre en 2030".
La ONU atribuyó a los conflictos violentos y a sucesos relacionados con el clima, como el fenómeno de El Niño, el "repentino" empeoramiento de la seguridad alimentaria en algunas partes de África subsahariana, del sudeste asiático y de Asia occidental.
Sudán del Sur, donde se declaró una hambruna a principios de 2017, y el noreste de Nigeria, Somalia y Yemen -clasificadas como zonas con un elevado riesgo de hambruna- han sido identificadas como regiones especialmente preocupantes.
El director general de la FAO, Jose Graziano da Silva, se mostró cautelosamente optimista de cara al futuro, ya que El Niño o La Niña podrían no repetirse este año, la economía mundial se está recuperando y el "progreso" es evidente en zonas de conflicto como Sudán del Sur o Siria.
"Creemos que el enorme impacto de los conflictos acabará el año que viene", dijo en una rueda de prensa, pese a la preocupación por los efectos de la crisis de refugiados de los rohingya en Myanmar y Bangladesh.
La mayoría de las personas que pasan hambre, 520 millones, se encuentra en Asia. Sin embargo, en proporción, la crisis alimentaria es peor en África, donde el 20 por ciento de la población, 243 millones de personas, se ve afectada. Y el porcentaje aumenta al 33,9 en África Oriental.
Entre los niños menores de 5 años, 155 millones miden demasiado poco para su edad, 52 millones están demasiado delgados y 41 millones sufren sobrepeso, señala el informe. La obesidad ha aumentado en todo el mundo, afectando a 614 millones de personas o al 13 por ciento de la población adulta mundial.
Las agencias de la ONU también lamentan el hecho de que 613 millones de mujeres en edad fértil, alrededor de un tercio del total, sufren anemia o deficiencia de hierro, lo que supone un riesgo para ellas y sus hijos.
El descenso del hambre en los últimos años se ha debido en gran medida al rápido desarrollo económico de Asia. Hace dos años, la ONU alabó el hecho de que más de 200 millones de personas se habían librado del hambre desde 1990.
Según Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam, las últimas cifras sobre el hambre apuntan a un "vergonzoso fracaso de nuestros líderes e instituciones internacionales", que deberían trabajar más duro por resolver los conflictos y afrontar el cambio climático y la pobreza.