"Pensar el infinito desde la abstracción es como mínimo angustiante", dice Bernasconi en entrevista con dpa. Por eso en "El infinito" (Sudamericana) se inclina por la metáfora, que "propone un acercamiento mucho más amigable para el raciocinio, para nuestras mentes. Pensamos en imágenes, pensamos en comparaciones", destaca el finalista en categoría ilustración del Premio Hans Christian Andersen 2018, considerado el Nobel de la literatura infantil.
"El infinito" es un desprendimiento de un anterior libro suyo, "La verdadera explicación". Allí ya proponía imponer "la belleza sobre la verdad, es decir la metáfora sobre la certidumbre científica, donde hay lugares y hay explicaciones que no logran acaparar o abarcar la verdad desde una escala humana, donde son comprensibles las cosas", apunta. "La metáfora tiene una escala humana", agrega.
Bernasconi (Buenos Aires, 1973), hijo de padres científicos, decidió volver sobre el concepto del infinito, al que considera "un temón con millones de aristas". Sumó más definiciones hasta convertirlo en un poemario que "tiene una cadencia, un ritmo. Y además ingresan las imágenes y se convierte en un libro álbum".
Con 15 libros infantiles publicados como autor e ilustrador -entre ellos "Mentiras y moretones", "Rebelión en el Tortoni" y "El diario del Capitán Arsenio"- y cuatro de imágenes para adultos -"Retratos 1 y 2", "Bifocal" y "Finales"-, Bernasconi defiende con convicción el género del libro álbum, que cultiva con gran sensibilidad.
"Creo que el libro álbum tiene un desafío por delante maravilloso y muy positivo en la validación de la imagen y del texto como hermanos unidos, como una especie de inercia química", opina el artista que además ilustró más de una veintena de títulos.
En la tapa negra de "El infinito" se abre una pequeña puerta tras la cual aparece un rey de cuento que invita al lector a entrar a compartir textos y dibujos. "Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito", se lee a William Shakespeare en el epígrafe. "Una vez que salió el libro me di cuenta de que es la cita con la que empieza 'El Aleph' de Borges", cuenta el escritor, ilustrador y diseñador gráfico.
"El rey cobró mucho sentido cuando leí eso también. El rey como poseedor de un portal es el que abre la puerta, el que encuentra la puerta, el que se asoma a la puerta. Por supuesto es un rey metafórico, tiene que ver con una especie de participación en primera persona de observaciones infinitas. El rey soy yo, sos vos, cualquiera que se asome a ese libro", afirma.
Algunas de las reflexiones sobre el infinito son angustiantes, como la primera, que describe un sueño del autor: "Es esa pesadilla en la que estoy dentro de la lluvia del televisor y me toca barrerla con escarbadientes". Otras abrevan en la poesía: "Es un frasco lleno de historias y tinta blanca derramado en la nieve".
Bernasconi, quien reside en la patagónica Bariloche, colabora con periódicos como "La Nación" en Argentina, "The New York Times" y "The Wall Street Journal" en Estados Unidos y "Daily Telegraph" y "The Times" en Reino Unido. Sus dibujos han sido galardonados varias veces por la Society for News Design (SND).
Mientras, el artista critica la actual proliferación de libros ilustrados. "Porque la imagen tiene como un gancho que llama, que ofrece, que es pirotécnica. Y eso es muy diferente a un libro álbum, donde la imagen no es pirotécnica. La imagen lo que hace es decir 'yo también te voy a contar mi historia'".
"La imagen en un libro álbum debe, con mayúsculas, multiplicar la metáfora, hacerla mucho más profunda, mucho más rica en cuanto a sentido. Si no es un libro ilustrado, que no tiene nada que ver".
Y puntualiza: "La imagen como adorno para mí es un flagelo, lo detesto. Porque vivo de las imágenes, porque me gustan las imágenes, porque entiendo las imágenes y creo que tienen mucho para contar. La imagen como adorno es como tener un labrador gigante adentro de un baño".
Por otra parte, Bernasconi manifiesta su entusiasmo tras descubrir que el lector de "El infinito" "sale y necesita volver a entrar". El libro "se vuelve un 'loop' y eso me encanta. Si sucede eso, que vos termines de leer y no logres digerirlo, y tengas que volver a ver qué pasó acá, qué pasó por el medio, eso es lo que a mí más me interesa".
Bernasconi recuerda que cuando estaba en la escuela primaria un compañero se animó a preguntarle a la maestra qué era el infinito y ella respondió con un razonamiento matemático. "A mí me angustió tanto esa explicación, me pareció sumamente inabarcable como lo es, que creo que este libro también es una deuda con eso".
"El infinito" es un desprendimiento de un anterior libro suyo, "La verdadera explicación". Allí ya proponía imponer "la belleza sobre la verdad, es decir la metáfora sobre la certidumbre científica, donde hay lugares y hay explicaciones que no logran acaparar o abarcar la verdad desde una escala humana, donde son comprensibles las cosas", apunta. "La metáfora tiene una escala humana", agrega.
Bernasconi (Buenos Aires, 1973), hijo de padres científicos, decidió volver sobre el concepto del infinito, al que considera "un temón con millones de aristas". Sumó más definiciones hasta convertirlo en un poemario que "tiene una cadencia, un ritmo. Y además ingresan las imágenes y se convierte en un libro álbum".
Con 15 libros infantiles publicados como autor e ilustrador -entre ellos "Mentiras y moretones", "Rebelión en el Tortoni" y "El diario del Capitán Arsenio"- y cuatro de imágenes para adultos -"Retratos 1 y 2", "Bifocal" y "Finales"-, Bernasconi defiende con convicción el género del libro álbum, que cultiva con gran sensibilidad.
"Creo que el libro álbum tiene un desafío por delante maravilloso y muy positivo en la validación de la imagen y del texto como hermanos unidos, como una especie de inercia química", opina el artista que además ilustró más de una veintena de títulos.
En la tapa negra de "El infinito" se abre una pequeña puerta tras la cual aparece un rey de cuento que invita al lector a entrar a compartir textos y dibujos. "Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito", se lee a William Shakespeare en el epígrafe. "Una vez que salió el libro me di cuenta de que es la cita con la que empieza 'El Aleph' de Borges", cuenta el escritor, ilustrador y diseñador gráfico.
"El rey cobró mucho sentido cuando leí eso también. El rey como poseedor de un portal es el que abre la puerta, el que encuentra la puerta, el que se asoma a la puerta. Por supuesto es un rey metafórico, tiene que ver con una especie de participación en primera persona de observaciones infinitas. El rey soy yo, sos vos, cualquiera que se asome a ese libro", afirma.
Algunas de las reflexiones sobre el infinito son angustiantes, como la primera, que describe un sueño del autor: "Es esa pesadilla en la que estoy dentro de la lluvia del televisor y me toca barrerla con escarbadientes". Otras abrevan en la poesía: "Es un frasco lleno de historias y tinta blanca derramado en la nieve".
Bernasconi, quien reside en la patagónica Bariloche, colabora con periódicos como "La Nación" en Argentina, "The New York Times" y "The Wall Street Journal" en Estados Unidos y "Daily Telegraph" y "The Times" en Reino Unido. Sus dibujos han sido galardonados varias veces por la Society for News Design (SND).
Mientras, el artista critica la actual proliferación de libros ilustrados. "Porque la imagen tiene como un gancho que llama, que ofrece, que es pirotécnica. Y eso es muy diferente a un libro álbum, donde la imagen no es pirotécnica. La imagen lo que hace es decir 'yo también te voy a contar mi historia'".
"La imagen en un libro álbum debe, con mayúsculas, multiplicar la metáfora, hacerla mucho más profunda, mucho más rica en cuanto a sentido. Si no es un libro ilustrado, que no tiene nada que ver".
Y puntualiza: "La imagen como adorno para mí es un flagelo, lo detesto. Porque vivo de las imágenes, porque me gustan las imágenes, porque entiendo las imágenes y creo que tienen mucho para contar. La imagen como adorno es como tener un labrador gigante adentro de un baño".
Por otra parte, Bernasconi manifiesta su entusiasmo tras descubrir que el lector de "El infinito" "sale y necesita volver a entrar". El libro "se vuelve un 'loop' y eso me encanta. Si sucede eso, que vos termines de leer y no logres digerirlo, y tengas que volver a ver qué pasó acá, qué pasó por el medio, eso es lo que a mí más me interesa".
Bernasconi recuerda que cuando estaba en la escuela primaria un compañero se animó a preguntarle a la maestra qué era el infinito y ella respondió con un razonamiento matemático. "A mí me angustió tanto esa explicación, me pareció sumamente inabarcable como lo es, que creo que este libro también es una deuda con eso".