Una de las más famosas de estas ONG, la Jamaat-ud-Dawa, oficialmente prohibida en Pakistán y que figura en una lista de la ONU de las empresas terroristas, está muy presente estos últimos días al lado de los casi 15 millones de paquistaníes damnificados, a menudo despojados de todo.
Esas organizaciones son recibidas con alivio por las víctimas, tanto más cuanto que la población denuncia precisamente la falta de eficacia del gobierno desde el inicio de esta crisis.
La movilización de estas ONG preocupa a Estados Unidos, que sospecha que son una herramienta de propaganda del extremismo.
Los rebeldes del Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP) instaron el martes al Gobierno paquistaní a rechazar la ayuda de Estados Unidos, y sostuvieron que podían donar ellos mismos 20 millones de dólares a las víctimas.
Estados Unidos anunció que enviaría 20 millones de dólares adicionales en ayuda humanitaria, lo que eleva a 55 millones los fondos destinados a Pakistán, aliado clave contra los rebeldes islamistas en la región.
Por su lado, la ONU instó a la comunidad internacional a donar más dinero, y subrayó que la vida de seis millones de personas estaba en juego.
El enviado especial de Naciones Unidas en Pakistán, Jean-Maurice Ripert, declaró por su lado que la ONU debía ayudar al Gobierno paquistaní para impedir que los extremistas salgan fortalecidos.
"Todo esperamos que los militantes no aprovechen las circunstancias para marcar puntos", declaró al diario francés Le Monde.
En las zonas inundadas, justamente, la Jamaat-ud-Dawa (JuD) está siendo muy activa.
"Estamos entregando comida, ropa, medicamentos, carpas, utensilios y 5.000 rupias (44 euros, 58 dólares) en efectivo a cada familia", explicó a la AFP Atique Chohan, portavoz de la JuD en la provincia de Jiber Pajtunjwa (noroeste), donde actúan los talibanes.
"Hasta ahora hemos ayudado a 250.000 personas", añadió en un campamento montado por una rama de la JuD, cuyo jefe, Hafiz Saeed, es considerado un terrorista por India y Estados Unidos, en el distrito de Nowshehra.
Hafiz Saeed es el fundador de Lasjar-e-Taiba (LeT), un grupo armado rebelde cachemir prohibido en Pakistán y acusado de haber perpetrado los sangrientos atentados que mataron a 186 personas a fines de 2008 en Bombay.
Las víctimas de las inundaciones concentran sus críticas contra el gobierno y el presidente, Asif Alí Zardari, que volvió solamente esta semana de una gira europea, mientras su país se encuentra inundado desde hace dos semanas.
"Las organizaciones religiosas como la JuD nos ayudan más", subraya Ghulam Haider, un chofer de taxi de 25 años cuya casa en Nowshehra fue arrastrada por el agua.
En Estados Unidos, Anthony Cordesman, consejero de la administración de Barack Obama para Afganistán y Pakistán en Washington, teme que esta situación "vuelva a Pakistán aún más vulnerable al extremismo".
"Y un Pakistan radicalizado refuerza la amenaza terrorista", apuntó.
En el campo de la JuD en Peshawar, Aurangzeb Khan, de 43 años, entrega un billete a una asociación que recibe dinero para las víctimas.
"Se lo habría dado al gobierno... si éste hubiera hecho un buen trabajo", dijo.
Esas organizaciones son recibidas con alivio por las víctimas, tanto más cuanto que la población denuncia precisamente la falta de eficacia del gobierno desde el inicio de esta crisis.
La movilización de estas ONG preocupa a Estados Unidos, que sospecha que son una herramienta de propaganda del extremismo.
Los rebeldes del Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP) instaron el martes al Gobierno paquistaní a rechazar la ayuda de Estados Unidos, y sostuvieron que podían donar ellos mismos 20 millones de dólares a las víctimas.
Estados Unidos anunció que enviaría 20 millones de dólares adicionales en ayuda humanitaria, lo que eleva a 55 millones los fondos destinados a Pakistán, aliado clave contra los rebeldes islamistas en la región.
Por su lado, la ONU instó a la comunidad internacional a donar más dinero, y subrayó que la vida de seis millones de personas estaba en juego.
El enviado especial de Naciones Unidas en Pakistán, Jean-Maurice Ripert, declaró por su lado que la ONU debía ayudar al Gobierno paquistaní para impedir que los extremistas salgan fortalecidos.
"Todo esperamos que los militantes no aprovechen las circunstancias para marcar puntos", declaró al diario francés Le Monde.
En las zonas inundadas, justamente, la Jamaat-ud-Dawa (JuD) está siendo muy activa.
"Estamos entregando comida, ropa, medicamentos, carpas, utensilios y 5.000 rupias (44 euros, 58 dólares) en efectivo a cada familia", explicó a la AFP Atique Chohan, portavoz de la JuD en la provincia de Jiber Pajtunjwa (noroeste), donde actúan los talibanes.
"Hasta ahora hemos ayudado a 250.000 personas", añadió en un campamento montado por una rama de la JuD, cuyo jefe, Hafiz Saeed, es considerado un terrorista por India y Estados Unidos, en el distrito de Nowshehra.
Hafiz Saeed es el fundador de Lasjar-e-Taiba (LeT), un grupo armado rebelde cachemir prohibido en Pakistán y acusado de haber perpetrado los sangrientos atentados que mataron a 186 personas a fines de 2008 en Bombay.
Las víctimas de las inundaciones concentran sus críticas contra el gobierno y el presidente, Asif Alí Zardari, que volvió solamente esta semana de una gira europea, mientras su país se encuentra inundado desde hace dos semanas.
"Las organizaciones religiosas como la JuD nos ayudan más", subraya Ghulam Haider, un chofer de taxi de 25 años cuya casa en Nowshehra fue arrastrada por el agua.
En Estados Unidos, Anthony Cordesman, consejero de la administración de Barack Obama para Afganistán y Pakistán en Washington, teme que esta situación "vuelva a Pakistán aún más vulnerable al extremismo".
"Y un Pakistan radicalizado refuerza la amenaza terrorista", apuntó.
En el campo de la JuD en Peshawar, Aurangzeb Khan, de 43 años, entrega un billete a una asociación que recibe dinero para las víctimas.
"Se lo habría dado al gobierno... si éste hubiera hecho un buen trabajo", dijo.