Hashim Thaci
Aparentemente, la Europa de la posguerra no ha tenido figuras de este tipo, aunque, si se da crédito a las recientes investigaciones de los expertos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE), el Viejo Mundo tampoco ha conseguido librarse del todo de estos funestos personajes. Lo que no pudo concluir la ex fiscal de la Corte penal internacional para la antigua Yugoslavia, Carla del Ponte, lo terminó por ella el senador suizo, miembro de la comisión de la PACE para los derechos humanos, Dick Marty. Fue él quien presentó a los diplomáticos de los 47 países miembros del Сonsejo de Europa un informe que merecería el nombre del “caso Thaci”, como referencia al recientemente reelegido primer ministro de Kosovo, dedicado en estos momentos a formar un nuevo gobierno. Durante dos años la comisión ha estado investigando las acusaciones formuladas contra la red criminal de Kosovo y el Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK) liderado por Thaci.
La conclusión es difícil de digerir: Kosovo es un estado donde la mafia campa por sus respetos y su primer ministro simplemente es un delincuente. Un criminal, con inclinaciones por la tortura que se concretan en sacarles a los presos serbios algunos de sus órganos, generalmente riñones, para ponerlos a la venta. Estas actividades comenzaron antes de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia y prosiguieron sin impedimento alguno hasta 2008.
Todo salió a la luz por pura casualidad: en el aeropuerto de Pristina se desmayó un turco y al hacerle el reconocimiento médico se descubrió un esparadrapo en la zona del abdomen que cubría una cicatriz por la extracción del riñón.
Si el primer ministro de un país es un capo mafioso
En los primeros días del próximo mes de enero, el informe en cuestión se someterá a consideración de la PACE. Tras ser estudiado, deberá ser aprobada una correspondiente resolución. Este tipo de informes suele centrar la atención de la prensa y los medios de comunicación. Sin embargo, esta vez se intenta que pase lo más desapercibido posible. Es más, tanto los países de la Unión Europea como los Estados Unidos desearían no haberlo visto nunca.
Si, como todo parece indicar, el líder kosovar, respaldado por la UE y EEUU, es en realidad el capo de una red criminal, un “padrino” con largos años de experiencia, ¿qué es la independiente república de Kosovo? ¿No deberían asumir responsabilidades aquellos que durante años han hecho la vista gorda ante las evidencias de que las tropas de Thaci estaban compuestas por crueles soldados perfectamente instruidos al servicio de la mafia?
En términos generales, en los materiales reunidos por Marty no hay muchos datos nuevos, lo único que se ha hecho ha sido reunirlos en un sumario. Se sabía perfectamente que Hashim Thaci era un capo de la mafia kosovar, que encubría el tráfico de drogas y la trata de personas, mayoritariamente serbios, y mantenía a Kosovo bajo su control mediante el uso de extorsiones y asesinatos.
En Serbia se hablaba de ello ya antes de los bombardeos de la OTAN, y la CIA también estaba al corriente. La entonces fiscal de la Corte penal internacional para la antigua Yugoslavia, Carla del Ponte, hace dos años ya publicó un libro sobre su carrera de fiscal. En sus páginas ella describe todas estas cosas, incluso los escabrosos episodios del robo de órganos a los presos serbios en Kosovo. Todo ya era del dominio público, contado de primera mano por los mismos refugiados serbios. Sin embargo, en los 90 y en los 2000 parecía estar bien visto no fiarse demasiado de los serbios, porque de lo contrario no se sostendría la imagen demoníaca de esta etnia, los “grandes villanos de los Balcanes”.
Carla del Ponte asegura no haber podido hacer nada porque resultaba extremadamente difícil buscar evidencias en Kosovo, donde los criminales se encubrían mutuamente y los testigos estaban intimidados. E incluso, según cree la ex fiscal, algunos jueces del tribunal de La Haya han tenido miedo a los albaneses. En el libro se dice literalmente: “Creo que algunos jueces del tribunal para la antigua Yugoslavia tenían miedo de la posible venganza albanesa”.
Todos lo sabían desde hace tiempo
La administración del primer ministro de Kosovo, Hashim Thaci, por supuesto, ha rechazado las acusaciones formuladas, tildándolas de insensateces, calumnias, barbaridades y demás artimañas de personas a sueldo de los serbios. Sin embargo, ahora en Prístina tiene lugar un proceso judicial contra la empresa Medicus, que tras la guerra se dedicaba a extirpar órganos a rusos, kazajos, ucranianos, moldavos y turcos, a quienes se les solía prometer una remuneración que nunca llegaban a percibir. Y los órganos, generalmente riñones, luego eran vendidos a 90.000 euros la unidad a alemanes, estadounidenses, israelíes y polacos capaces de adquirirlos. Entre las personas implicadas en el caso se encuentra Shaip Mudjam, ex jefe de médicos del UÇK y en la actualidad consejero político de Thaci. Muchas pistas parecen conducir al primer ministro de Kosovo. Si no se hubieran encargado de la investigación los expertos europeos, posiblemente, no habría ningún proceso judicial. Los gorilas de Thaci habrían apagado cualquier escándalo.
Thaci, según ha revelado Marty, en los informes de la CIA y del FBI de 1999 era considerado como uno de los capos más crueles y peligrosos de Kosovo. Ya desde mediados de los años noventa, al menos cinco departamentos para la lucha contra el tráfico de drogas en Europa y Estados Unidos estaban al tanto de que Thaci y los miembros del “grupo de Drenica”, el clan más poderoso y despiadado del UÇK, mediante asesinatos, torturas y extorsiones controlaban todo el comercio de heroína y otras drogas en Kosovo y el norte de Albania.
Resulta que todos lo sabían y nadie hacía nada. Es como si se siguiera al pie de la letra la cita de Dwight Eisenhower sobre el dictador nicaragüense, Anastasio Somoza: “Es un hijo de puta, pero es uno de los nuestros”. No obstante, ni siquiera Somoza fue tan lejos como para dedicarse al comercio de órganos humanos.
Marty en general no se priva de dar una evaluación al “protectorado” europeo a favor de Thaci. Existen tantos y tan serios indicios de la interrelación entre los círculos criminales y las autoridades políticas de Kosovo, que este hecho no puede seguir siendo pasado por alto, cree el senador suizo. En su opinión, parece completamente inexplicable que se conocieran las actividades criminales de los altos cargos de Kosovo y del propio Thaci y no se intentara ninguna acción judicial contra ellos.
Y es que los suizos, con su neutralidad, a veces no alcanzan a entender la importancia de las circunstancias políticas.
La conclusión es difícil de digerir: Kosovo es un estado donde la mafia campa por sus respetos y su primer ministro simplemente es un delincuente. Un criminal, con inclinaciones por la tortura que se concretan en sacarles a los presos serbios algunos de sus órganos, generalmente riñones, para ponerlos a la venta. Estas actividades comenzaron antes de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia y prosiguieron sin impedimento alguno hasta 2008.
Todo salió a la luz por pura casualidad: en el aeropuerto de Pristina se desmayó un turco y al hacerle el reconocimiento médico se descubrió un esparadrapo en la zona del abdomen que cubría una cicatriz por la extracción del riñón.
Si el primer ministro de un país es un capo mafioso
En los primeros días del próximo mes de enero, el informe en cuestión se someterá a consideración de la PACE. Tras ser estudiado, deberá ser aprobada una correspondiente resolución. Este tipo de informes suele centrar la atención de la prensa y los medios de comunicación. Sin embargo, esta vez se intenta que pase lo más desapercibido posible. Es más, tanto los países de la Unión Europea como los Estados Unidos desearían no haberlo visto nunca.
Si, como todo parece indicar, el líder kosovar, respaldado por la UE y EEUU, es en realidad el capo de una red criminal, un “padrino” con largos años de experiencia, ¿qué es la independiente república de Kosovo? ¿No deberían asumir responsabilidades aquellos que durante años han hecho la vista gorda ante las evidencias de que las tropas de Thaci estaban compuestas por crueles soldados perfectamente instruidos al servicio de la mafia?
En términos generales, en los materiales reunidos por Marty no hay muchos datos nuevos, lo único que se ha hecho ha sido reunirlos en un sumario. Se sabía perfectamente que Hashim Thaci era un capo de la mafia kosovar, que encubría el tráfico de drogas y la trata de personas, mayoritariamente serbios, y mantenía a Kosovo bajo su control mediante el uso de extorsiones y asesinatos.
En Serbia se hablaba de ello ya antes de los bombardeos de la OTAN, y la CIA también estaba al corriente. La entonces fiscal de la Corte penal internacional para la antigua Yugoslavia, Carla del Ponte, hace dos años ya publicó un libro sobre su carrera de fiscal. En sus páginas ella describe todas estas cosas, incluso los escabrosos episodios del robo de órganos a los presos serbios en Kosovo. Todo ya era del dominio público, contado de primera mano por los mismos refugiados serbios. Sin embargo, en los 90 y en los 2000 parecía estar bien visto no fiarse demasiado de los serbios, porque de lo contrario no se sostendría la imagen demoníaca de esta etnia, los “grandes villanos de los Balcanes”.
Carla del Ponte asegura no haber podido hacer nada porque resultaba extremadamente difícil buscar evidencias en Kosovo, donde los criminales se encubrían mutuamente y los testigos estaban intimidados. E incluso, según cree la ex fiscal, algunos jueces del tribunal de La Haya han tenido miedo a los albaneses. En el libro se dice literalmente: “Creo que algunos jueces del tribunal para la antigua Yugoslavia tenían miedo de la posible venganza albanesa”.
Todos lo sabían desde hace tiempo
La administración del primer ministro de Kosovo, Hashim Thaci, por supuesto, ha rechazado las acusaciones formuladas, tildándolas de insensateces, calumnias, barbaridades y demás artimañas de personas a sueldo de los serbios. Sin embargo, ahora en Prístina tiene lugar un proceso judicial contra la empresa Medicus, que tras la guerra se dedicaba a extirpar órganos a rusos, kazajos, ucranianos, moldavos y turcos, a quienes se les solía prometer una remuneración que nunca llegaban a percibir. Y los órganos, generalmente riñones, luego eran vendidos a 90.000 euros la unidad a alemanes, estadounidenses, israelíes y polacos capaces de adquirirlos. Entre las personas implicadas en el caso se encuentra Shaip Mudjam, ex jefe de médicos del UÇK y en la actualidad consejero político de Thaci. Muchas pistas parecen conducir al primer ministro de Kosovo. Si no se hubieran encargado de la investigación los expertos europeos, posiblemente, no habría ningún proceso judicial. Los gorilas de Thaci habrían apagado cualquier escándalo.
Thaci, según ha revelado Marty, en los informes de la CIA y del FBI de 1999 era considerado como uno de los capos más crueles y peligrosos de Kosovo. Ya desde mediados de los años noventa, al menos cinco departamentos para la lucha contra el tráfico de drogas en Europa y Estados Unidos estaban al tanto de que Thaci y los miembros del “grupo de Drenica”, el clan más poderoso y despiadado del UÇK, mediante asesinatos, torturas y extorsiones controlaban todo el comercio de heroína y otras drogas en Kosovo y el norte de Albania.
Resulta que todos lo sabían y nadie hacía nada. Es como si se siguiera al pie de la letra la cita de Dwight Eisenhower sobre el dictador nicaragüense, Anastasio Somoza: “Es un hijo de puta, pero es uno de los nuestros”. No obstante, ni siquiera Somoza fue tan lejos como para dedicarse al comercio de órganos humanos.
Marty en general no se priva de dar una evaluación al “protectorado” europeo a favor de Thaci. Existen tantos y tan serios indicios de la interrelación entre los círculos criminales y las autoridades políticas de Kosovo, que este hecho no puede seguir siendo pasado por alto, cree el senador suizo. En su opinión, parece completamente inexplicable que se conocieran las actividades criminales de los altos cargos de Kosovo y del propio Thaci y no se intentara ninguna acción judicial contra ellos.
Y es que los suizos, con su neutralidad, a veces no alcanzan a entender la importancia de las circunstancias políticas.