Las agencias de espionaje de ambos países acordaron este mes que reforzarían la cooperación en materia de inteligencia y de lucha contra los talibanes, un signo de deshielo de unas relaciones muy tensas desde hace años.
Sin embargo el gobierno afgano restó importancia al acuerdo, que desencadenó protestas en el Parlamento y una avalancha de críticas de la opinión pública, con mucha gente acusando al ejecutivo de Ghani de venderse al viejo enemigo pakistaní.
En la carta, a la que tuvo acceso la AFP este domingo, Ghani pide a los líderes civiles y militares de Islamabad que condenen la ofensiva de primavera de los talibanes en Afganistán.
Además, se solicita también a Pakistán que no permita que los talibanes afganos se refugien en su país, que se decrete arresto domiciliario para los líderes talibanes de Quetta y Peshawar y que se detenga a los miembros de la red Haqqani, aliada de los talibanes y "responsable de la creciente campaña de terror en Afganistán".
Desde el pasado abril, los talibanes llevan a cabo su tradicional ofensiva de primavera que ha causado un alza de las muertes entre civiles.
Además, es la primera temporada de combates en la que las fuerzas afganas tienen que enfrentarse en solitario a los insurgentes, tras la retirada de las fuerzas de la OTAN de la primera línea.
Las autoridades afganas han acusado con frecuencia a Pakistán de albergar y nutrir a los insurgentes talibanes, que llevan 13 años luchando contra las tropas locales y extranjeras en el país.
Sin embargo, Ghani ha intentado activamente estrechar lazos con Pakistán, que históricamente ha respaldado a los talibanes, en lo que los observadores han interpretado como una estrategia para presionar a los insurgentes a acudir a la mesa de negociación.
El compromiso de Afganistán con Pakistán en su lucha contra los talibanes está considerado un cambio importante respecto a las políticas del anterior gobierno de Hamid Karzai, que acusó a Islamabad de desestabilizar Kabul.