Abe, un conservador de convicciones nacionalistas, acudió a este lugar de culto sintoísta ubicado en el corazón de Tokio, justo un año después de su retorno al poder el 26 de diciembre de 2012.
Es la primera vez que un jefe de gobierno japonés en ejercicio visita el santuario, después de que lo hiciera Junichiro Koizumi el 15 de agosto de 2006, aniversario de la capitulación japonesa al final de la II Guerra Mundial
El templo rinde homenaje a los 2,5 millones de japoneses caídos en diferentes conflictos. Pero tiene mala reputación en el extranjero desde que se inscribieran en 1978 los nombres de 14 criminales de guerra juzgados en 1945 por los aliados. Entre ellos figura el general Hideki Tojo, primer ministro de Japón durante el ataque a Pearl Harbor, que provocó la entrada de Estados Unidos en la guerra en 1941.
Pekín consideró "inaceptable para el pueblo chino" este gesto, en su primera reacción, y Corea del Sur también calificó de "anacrónica" la visita de Abe.
El director general del departamento del ministerio de Relaciones Exteriores para asuntos asiáticos chino, Luo Zhaohui, afirmó que Japón "deberá atenerse a las consecuencias" por esta actitud de su jefe de gobierno. "Ha causado mucho mal a los pueblos de Asia", aseguró.
La embajada de Estados Unidos en Tokio lamentó por su parte de visita de Shinzo Abe al santuario Yasukuni.
"Japón es un aliado valioso y un amigo. Sin embargo Estados Unidos está decepcionado de que los dirigentes japoneses hayan tomado esa iniciativa que va a exacerbar las tensiones con los vecinos de Japón", afirmó la embajada estadounidense en un comunicado.
Según la prensa japonesa, Abe afirmó ante representantes de su partido político que "hay varios malentendidos que quiero disipar explicando" las cosas, mientras que el ministro de Exteriores japonés, Fumio Kishida, se entrevistó con la embajadora de Estados Unidos en Japón, Caroline Kennedy.
Las atrocidades del siglo pasado
Este santuario es detestado por China pero también por Corea del Sur, cuyas relaciones con Japón están marcadas por las atrocidades cometidas por las tropas niponas durante la colonización de la península coreana (1910-1945) y la ocupación parcial de China (1931-45).
Pese a que Abe, al salir del santuario, dijo que quería mostrar su "determinación de que nadie vuelva a sufrir por la guerra", China expresó su "cólera ante los dirigentes japoneses por su desprecio hacia los sentimientos del pueblo chino", a través de un comunicado del portavoz del ministerio de Exteriores. La visita al santuario "magnifica la historia de la agresión militarista y del dominio colonial de Japón", añade.
Además, las relaciones entre Pekín y Tokio se han degradado durante el último año a causa de un conflicto territorial por unas islas deshabitadas en el Mar de la China oriental.
Por su lado, el ministro surcoreano de Cultura, Yoo Jin-Ryong, expresó también la "cólera" de su país por esta visita realizada "pese a las inquietudes y las advertencias de sus vecinos".
Tokio, por su parte, consideró en efecto la visita como "un acto simbólico", sin la intención de provocar a sus vecinos chinos y coreanos. Abe, por su lado, recordó en un comunicado que "Japón ha construido un país libre, democrático y pacífico desde el fin de la guerra".
Sin embargo los presupuestos dedicados a la defensa aumentan tanto en China como en Japón, hasta tal punto que Estados Unidos teme "una posible emergencia del militarismo" en la región, destaca Takehiko Yamamoto, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Waseda en Tokio.
En este contexto, el experto calificó el gesto de Abe "de pura locura que puede deteriorar aún más las relaciones con China y Corea del Sur".