Hay 25 testigos. Peron Lyndon Johnson ha de esperar a prestar juramento como presidente de Estados Unidos. Falta uno, el más importante
- ¿Qué será de usted, míster Hill?
Se lo pregunta la aún primera dama al responsable del equipo que, desde que su ahora difunto marido ganó las elecciones, se encarga de su protección.
Clint Hill nunca conoció a sus padres biológicos. A los pocos días de nacer, en 1932, su madre lo entregó a un orfanato de Dakota del Norte. Los Hill lo adoptaron a los tres meses. Ese bebé alcanzó notoriedad 31 años después. Es el hombre que accede al coche en el que va John F. Kennedy por el centro de la ciudad texana para tratar de evitar que una bala mortal le abatiera.
"Han pasado casi cincuenta años, aunque es como ayer. He necesitado décadas para aprender a enfrentarme al sentido de culpa por la muerte del presidente". Su confesión se recoge en el libro de reciente publicación The Kennedy detail, en el que se asegura que estos custodios de la máxima autoridad "rompen el silencio por primera vez".
De su lectura no se deducen descubrimientos que puedan cambiar el curso de una de las historias más radiografiadas. Su autor, el también agente Gerald Jerry Blaine - con él colabora la periodista Lisa McCubbin-sostiene que el motivo principal no es otro que responder a las numerosas teorías de la conspiración. "Esto son hechos - insiste Hill-,ninguno de los que teorizan estaban en nuestros zapatos ese día".
Si este era el fin último, se puede apostillar que no lo conseguirán. Ya han salido voces que matizan sus puntos de vista sobre la trama que envolvía a Lee Harvey Osvald. Sin embargo, el relato sí que ofrece una ilustración de la intimidad que existía entre JFK y su familia y los encargados de velar por su seguridad.
"Jerry, estamos al borde del precipicio", le dijo el presidente en plena crisis de los misiles soviéticos. "Si pasa algo - le indicó-vendrás conmigo. ¿Has pensado qué harás con tu familia? Necesitas tenerlo preparado".
No sólo debían proteger a la máxima autoridad y su entorno, sino que, además, tenían que ejercer de consejeros personales. El agente Tucker tuvo que prestarle 20 dólares a Jackie para pagar al peluquero después de dar a luz a su segundo hijo, John John. En un viaje a California, en el verano del 63, otro de los funcionarios, Andy Berger, evitó un escándalo con Frank Sinatra. Éste había ofrecido su mansión para acoger al presidente. A la Casa Blanca no le pareció bien, por las reiteradas vinculaciones que se hacían entre la mafia y el artista. Preferían la discreción del hogar de Bing Crosby. Los agentes tuvieron que salvar la papeleta. Salió bien gracias a la conexión Nueva York-Nueva Jersey que surgió entre Sinatra y Berger.
Hill continuó un año más al servicio de Jackie Kennedy, cuando le retiraron la escolta. Le volvió a formular la pregunta. "¿Qué le sucederá ahora?". A pesar de progresar en el escalafón, una vez incorporado al equipo de Johson, Clint Hill tenía una pena. En 1975 le dieron la baja definitiva. Cayó en el alcoholismo.
Un día abrió los ojos. En 1990 viajó a Dallas, volvió al mismo lugar. Se convenció de que no podía haber hecho nada más.