La israelí Rama Burshtein es la primera directora de cine judía ultraortodoxa que experimenta la fama fuera de un mundo que rechaza la cultura laica.
¿Cómo conciliar una observación rigurosa de las leyes religiosas y una forma de arte, el cine, cuyo concepto mismo es prohibido por la ortodoxia judía por ser una diversión fútil? ¿Cómo filmar, como ella, el sentimiento amoroso en la comunidad ortodoxa, juntando en el plató actores y actrices laicos, cuando la ley judía limita estrictamente la interacción entre ambos sexos?
"No tengo manual. En cada ocasión tengo que consultar a mi rabino", responde Rama Burshtein. Su comunidad, los "haredim" ("los que temen a Dios"), que representan el 10% de la población israelí, buscan constantemente la opinión de un rabino para saber si su conducta se ajusta a las reglas judías que gobiernan todos los aspectos de la vida.
"Todo lo que ocurre en el lugar de rodaje debe ser conforme a la Halakha", la ley judía, dice Burshtein, de 49 años, mujer corpulenta que lleva un turbante colorido que oculta su cabello, como prescribe su religión.
"Un actor y una actriz pueden actuar juntos, pero no habrá ningún contacto físico. No trabajamos durante el shabat y rechazamos en Israel cualquier proyección durante el shabat", el día de descanso semanal, dijo la directora a la AFP al margen del reciente festival internacional de Haifa, donde presentó su última película.
"Cruzar el muro" es una comedia romántica, menos austera de lo que haría suponer su telón de fondo ultraortodoxo.
Michal (Noa Koller), una mujer de unos treinta años que llegó tardíamente a la religión y tiene prisa por casarse, es abandonada por su novio un mes antes del matrimonio, pero decide mantener la recepción, las invitaciones y el rabino, y se entrega a Dios para solucionar el último detalle: encontrar un marido en 30 días.
El filme es uno de los más esperados del año en Israel, pese a ser solo el segundo de esta directora. Su ópera prima, "El corazón tiene sus razones", de 2012, la impuso en el medio audiovisual israelí como una cineasta que cuenta y se exporta.
"El corazón tiene sus razones", drama amoroso que se filmó en el mundo cerrado del Jasidut Gur, una de las sectas más herméticas del judaísmo, tuvo éxito en Israel y ganó varias recompensas internacionales, incluida una en la Mostra de Venecia.
Rama Burshtein tardó años en hacer esta película.
Nacida en Nueva York en una familia judía laica, estudiante de cine que frecuentaba la bohemia de Jerusalén, admiradora de Quentin Tarantino y tentada en un momento por el budismo, súbitamente adhirió a la ultraortodoxia judía a los 25 años, tres meses después de graduarse. Se casó después con un "mohel", el que practica las circuncisiones.
"Cuando me volví religiosa, deseché para siempre el cine. Me casé, tuve cuatro hijos, enseñaba, era feliz y estaba sobre todo muy ocupada por esta nueva vida", dice.
"Fue el sufrimiento lo que me llevó a realizar filmes para el gran público. Tenía la sensación de que estábamos privados de voz, que todo el mundo hablaba de nuestra comunidad como quería y que no tenía nada que ver con lo que ocurría realmente. Consideré que era el momento de hacer oír esa voz del interior", añade.
Hasta finales de los años 1990, los "haredim" estaban completamente ausentes de la cultura israelí y "en unos años se volvieron omnipresentes y hasta centrales en la producción audiovisual", subraya Avner Shavit, crítico de cine israelí para la web Walla.
El mundo de los ultraortodoxos que viven en ciudades y barrios separados irrumpió en el cine con películas saludadas por la crítica en el exterior, como "Kadosh" de Amos Gitai en 1999, "Ya no me amarás" de Haim Tabakman en 2009 y sobre todo la serie televisiva de 2013 "Shtissel", que será pronto adaptada en Estados Unidos por Amazon.
"Esta conversación de un extremo de la sociedad israelí con el otro, solo se da en un sentido: son filmes sobre ultraortodoxos, pero consumidos únicamente por laicos", afirma Avner Shavit.
La cineasta confirma que su comunidad "no siente la necesidad de construir ese puente", pero eso no la va a frenar.
"Mi comunidad tiene 4.000 años de historia y hay todavía muchas historias que quiero contar", concluye Rama Burshtein, quien podría seguir abriendo nuevas ventanas al mundo cerrado de los ultraortodoxos.
¿Cómo conciliar una observación rigurosa de las leyes religiosas y una forma de arte, el cine, cuyo concepto mismo es prohibido por la ortodoxia judía por ser una diversión fútil? ¿Cómo filmar, como ella, el sentimiento amoroso en la comunidad ortodoxa, juntando en el plató actores y actrices laicos, cuando la ley judía limita estrictamente la interacción entre ambos sexos?
"No tengo manual. En cada ocasión tengo que consultar a mi rabino", responde Rama Burshtein. Su comunidad, los "haredim" ("los que temen a Dios"), que representan el 10% de la población israelí, buscan constantemente la opinión de un rabino para saber si su conducta se ajusta a las reglas judías que gobiernan todos los aspectos de la vida.
"Todo lo que ocurre en el lugar de rodaje debe ser conforme a la Halakha", la ley judía, dice Burshtein, de 49 años, mujer corpulenta que lleva un turbante colorido que oculta su cabello, como prescribe su religión.
- Un marido en 30 días -
"Un actor y una actriz pueden actuar juntos, pero no habrá ningún contacto físico. No trabajamos durante el shabat y rechazamos en Israel cualquier proyección durante el shabat", el día de descanso semanal, dijo la directora a la AFP al margen del reciente festival internacional de Haifa, donde presentó su última película.
"Cruzar el muro" es una comedia romántica, menos austera de lo que haría suponer su telón de fondo ultraortodoxo.
Michal (Noa Koller), una mujer de unos treinta años que llegó tardíamente a la religión y tiene prisa por casarse, es abandonada por su novio un mes antes del matrimonio, pero decide mantener la recepción, las invitaciones y el rabino, y se entrega a Dios para solucionar el último detalle: encontrar un marido en 30 días.
El filme es uno de los más esperados del año en Israel, pese a ser solo el segundo de esta directora. Su ópera prima, "El corazón tiene sus razones", de 2012, la impuso en el medio audiovisual israelí como una cineasta que cuenta y se exporta.
"El corazón tiene sus razones", drama amoroso que se filmó en el mundo cerrado del Jasidut Gur, una de las sectas más herméticas del judaísmo, tuvo éxito en Israel y ganó varias recompensas internacionales, incluida una en la Mostra de Venecia.
- 'Una voz del interior' -
Rama Burshtein tardó años en hacer esta película.
Nacida en Nueva York en una familia judía laica, estudiante de cine que frecuentaba la bohemia de Jerusalén, admiradora de Quentin Tarantino y tentada en un momento por el budismo, súbitamente adhirió a la ultraortodoxia judía a los 25 años, tres meses después de graduarse. Se casó después con un "mohel", el que practica las circuncisiones.
"Cuando me volví religiosa, deseché para siempre el cine. Me casé, tuve cuatro hijos, enseñaba, era feliz y estaba sobre todo muy ocupada por esta nueva vida", dice.
"Fue el sufrimiento lo que me llevó a realizar filmes para el gran público. Tenía la sensación de que estábamos privados de voz, que todo el mundo hablaba de nuestra comunidad como quería y que no tenía nada que ver con lo que ocurría realmente. Consideré que era el momento de hacer oír esa voz del interior", añade.
Hasta finales de los años 1990, los "haredim" estaban completamente ausentes de la cultura israelí y "en unos años se volvieron omnipresentes y hasta centrales en la producción audiovisual", subraya Avner Shavit, crítico de cine israelí para la web Walla.
- Monólogo cultural -
El mundo de los ultraortodoxos que viven en ciudades y barrios separados irrumpió en el cine con películas saludadas por la crítica en el exterior, como "Kadosh" de Amos Gitai en 1999, "Ya no me amarás" de Haim Tabakman en 2009 y sobre todo la serie televisiva de 2013 "Shtissel", que será pronto adaptada en Estados Unidos por Amazon.
"Esta conversación de un extremo de la sociedad israelí con el otro, solo se da en un sentido: son filmes sobre ultraortodoxos, pero consumidos únicamente por laicos", afirma Avner Shavit.
La cineasta confirma que su comunidad "no siente la necesidad de construir ese puente", pero eso no la va a frenar.
"Mi comunidad tiene 4.000 años de historia y hay todavía muchas historias que quiero contar", concluye Rama Burshtein, quien podría seguir abriendo nuevas ventanas al mundo cerrado de los ultraortodoxos.