Roberto Fernández Retamar
En la sede de la UNEAC, a la que se halla vinculado desde los días de su fundación por Nicolás Guillén, el autor de imprescindibles ensayos y memorables poemas fue calificado por Miguel Barnet, actual presidente de la organización, como un intelectual que ha sabido asumir de manera consecuente la inquietud y el riesgo de la creación y, a la vez, una vocación de servicio manifiesta en la ética con que ha desempeñado tareas políticas y culturales.
Un panel integrado por Nancy Morejón, presidenta de la Asociación de Escritores, el poeta y pintor Pedro de Oráa y el joven ensayista Arnoldo Fernández Verdecia, abordó diversas facetas de la obra de Retamar, en una velada que culminó con la interpretación de un poema suyo musicalizado por el maestro Roberto Valera, a cargo del coro Exaudi.
El poeta, miembro del Consejo de Estado, presidente de la Casa de las Américas y director de la Academia Cubana de la Lengua, vivió la jornada de ayer con la energía renovada de quien todavía tiene mucho que aportar a la obra grande de su Patria en este tiempo y los que están por venir.
Desde la poesía comenzó a desafiar el tiempo, aun en aquellos tremendos años de los primeros versos. Porque no todos comienzan con un primer volumen, Elegía como un himno —por cierto, editado por Tomás Gutiérrez Alea, quien todavía no era el cineasta enorme que fue— en el que revela las claves nutricias de Rubén Martínez Villena. Y no todos pueden blasonar de haber sido acogido en los umbrales por lo mejor de la generación precedente, la de Orígenes, con el magíster Lezama Lima a la cabeza.
Sus contribuciones originales al pensamiento cubano, a la ensayística, a la cátedra se hermanan con su constancia en la fundación y hechura de revistas, la gestión al frente de instituciones culturales, el ejercicio de la diplomacia y una sostenida e inclaudicable posición de principios.
El hilo conductor de esa obra y ese ejemplo está en la poesía. Solo un poeta es capaz de sintetizar el parteaguas que representó en la hoja de ruta de los cubanos el primero de enero de 1959, como lo hizo Roberto con los versos de El otro: "Nosotros los sobrevivientes / ¿a quiénes debemos la sobrevida? / ¿quién se murió por mí en la ergástula, / quién recibió la bala mía / la para mí en su corazón?..."
Solo una sensibilidad muy atinada podía haber vinculado la épica cotidiana con el amor de todos los días como cuando dijo que "con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela..."
Duro, afilado, vigente, sigue siendo el epitafio a un invasor: "Tu bisabuelo cabalgó por Texas, / Violó mexicanas trigueñas y robó caballos / Hasta que se casó con Mary Stonehill y fundó un hogar / De muebles de roble y God Bless Our Home. / Tu abuelo desembarcó en Santiago de Cuba, / Vio hundirse la Escuadra española, y llevó al hogar / El vaho del ron y una oscura nostalgia de mulatas. / Tu padre, hombre de paz, / Sólo pagó el sueldo de doce muchachos en Guatemala. / Fiel a los tuyos, / Te dispusiste a invadir a Cuba, en el otoño de 1962. / / Hoy sirves de abono a las ceibas".
Un panel integrado por Nancy Morejón, presidenta de la Asociación de Escritores, el poeta y pintor Pedro de Oráa y el joven ensayista Arnoldo Fernández Verdecia, abordó diversas facetas de la obra de Retamar, en una velada que culminó con la interpretación de un poema suyo musicalizado por el maestro Roberto Valera, a cargo del coro Exaudi.
El poeta, miembro del Consejo de Estado, presidente de la Casa de las Américas y director de la Academia Cubana de la Lengua, vivió la jornada de ayer con la energía renovada de quien todavía tiene mucho que aportar a la obra grande de su Patria en este tiempo y los que están por venir.
Desde la poesía comenzó a desafiar el tiempo, aun en aquellos tremendos años de los primeros versos. Porque no todos comienzan con un primer volumen, Elegía como un himno —por cierto, editado por Tomás Gutiérrez Alea, quien todavía no era el cineasta enorme que fue— en el que revela las claves nutricias de Rubén Martínez Villena. Y no todos pueden blasonar de haber sido acogido en los umbrales por lo mejor de la generación precedente, la de Orígenes, con el magíster Lezama Lima a la cabeza.
Sus contribuciones originales al pensamiento cubano, a la ensayística, a la cátedra se hermanan con su constancia en la fundación y hechura de revistas, la gestión al frente de instituciones culturales, el ejercicio de la diplomacia y una sostenida e inclaudicable posición de principios.
El hilo conductor de esa obra y ese ejemplo está en la poesía. Solo un poeta es capaz de sintetizar el parteaguas que representó en la hoja de ruta de los cubanos el primero de enero de 1959, como lo hizo Roberto con los versos de El otro: "Nosotros los sobrevivientes / ¿a quiénes debemos la sobrevida? / ¿quién se murió por mí en la ergástula, / quién recibió la bala mía / la para mí en su corazón?..."
Solo una sensibilidad muy atinada podía haber vinculado la épica cotidiana con el amor de todos los días como cuando dijo que "con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela..."
Duro, afilado, vigente, sigue siendo el epitafio a un invasor: "Tu bisabuelo cabalgó por Texas, / Violó mexicanas trigueñas y robó caballos / Hasta que se casó con Mary Stonehill y fundó un hogar / De muebles de roble y God Bless Our Home. / Tu abuelo desembarcó en Santiago de Cuba, / Vio hundirse la Escuadra española, y llevó al hogar / El vaho del ron y una oscura nostalgia de mulatas. / Tu padre, hombre de paz, / Sólo pagó el sueldo de doce muchachos en Guatemala. / Fiel a los tuyos, / Te dispusiste a invadir a Cuba, en el otoño de 1962. / / Hoy sirves de abono a las ceibas".