"¿Cuáles son los temas del siglo XXI que atraviesan a la literatura (latinoamericana)? El narcotráfico, la corrupción institucional, las migraciones forzadas a Estados Unidos, las pandillas, la delincuencia juvenil", reflexiona Ramírez en una entrevista con dpa en Lima.
"Esto se vuelve ineludible no porque sea una regla. Yo creo que se puede escribir perfectamente una novela de amor sin tener que ver con la realidad y eso es literatura. Me refiero a lo que está en el aire", agrega el escritor, tras recordar que ya antes hubo autores que hablaron del viejo sátrapa o de las "dictaduras científicas" del Cono Sur.
En opinión de Ramírez, quien en dos semanas cumplirá 75 años, pero se mantiene activo en la producción literaria y la opinión política, no es cierto que el "boom" latinoamericano haya marcado necesariamente la evolución de la literatura regional.
"Yo creo que una nueva visión está establecida desde hace muchos años. Me parece que el propio (Gabriel) García Márquez nunca pretendió imponer una escuela. Si uno se fija bien, después de García Márquez, novelas de realismo mágico valiosas, de ese estilo, hay muy pocas, porque es muy difícil manejar la influencia de él sin caer en la imitación".
Incluso, destaca Ramírez, cuya presencia en la XXII Feria Internacional del Libro de Lima obedece principalmente a una conferencia por el medio siglo de "Cien años de soledad", entre los propios escritores del "boom" (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, aparte de García Márquez) hay grandes diferencias entre sí y no existen conceptos literarios que pudieran uniformarlos.
"En la actualidad tenemos los dramas familiares. Eso me parece nuevo, un aporte. La literatura latinoamericana no había sido antes tan valiente (en ese aspecto). Este es el momento en que una nueva generación de escritores está, aunque suene un poco duro, 'arreglando cuentas con los padres'", agregó el escritor, quien citó como ejemplo a la novela "La distancia que nos separa", del novel narrador peruano Renato Cisneros.
En esa novela de contenido autobiográfico, Cisneros desnuda la difícil relación personal con su padre, un duro militar ya fallecido. Ramírez citó además a la colombiana Piedad Bonnett como otro ejemplo de esa tendencia.
Ramírez, vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990, durante la Revolución Sandinista, pero ahora duro crítico de su ex compañero, el presidente Daniel Ortega, declara su escepticismo frente a la literatura como instrumento de cambio social.
"La literatura no sirve para hacer revoluciones sociales. Sirve para exponer cómo son las cosas dentro del mundo de ficción que implique. Yo hace tiempo dejé de ver a los libros como instrumento de cambio".
Ramírez es un desencantado de lo que ocurrió en su país, donde el triunfo de la revolución socialista no condujo, en su opinión, a cambios benéficos para el pueblo. Hoy se declara un defensor de la democracia, pese a reconocer que ésta también ha sido incapaz de resolver problemas de fondo.
"La democracia por sí misma no resuelve los problemas de la injusticia distributiva. Eso depende de las políticas, del consenso nacional, de cómo cambiar las estructuras sociales económicas que no han cambiado. Los de Centroamérica siguen siendo países muy injustos en la distribución de la riqueza, a lo que se suma una corrupción galopante que no distingue ideologías".
Aun así, "creo que el único camino posible que tenemos de convivencia social es la democracia", anotó. "Con muchas imperfecciones que le veamos, no hay otro sistema posible para mí. ¿Un sistema autoritario de una sola persona, de un solo partido? De eso venimos ya de vuelta y hemos fracasado. Me parece que la única esperanza es contar cada vez con electores más maduros, mejor educados políticamente, capaces de elegir cada vez mejor".
En ese marco, expresó sobre todo preocupación por lo que ocurre en Venezuela: "No es que sea un gran profeta, pero yo se lo dije a mucha gente que iba a haber dos gobiernos, dos sistemas. Ya hay dos cortes supremas de Justicia, va a haber una Asamblea Nacional electa por el pueblo y una Asamblea Constituyente electa corporativamente. Esto es un pésimo anuncio de la posibilidad de una guerra civil".
En contraste, el ex líder revolucionario destacó lo ocurrido en Colombia con el fin de la acción armada de las FARC, la guerrilla más antigua del continente.
"Yo creo que en un proceso de paz como el de Colombia necesariamente va a haber dos problemas: uno, la venganza contra los desarmados y ya hay más de 100 asesinados este año. Otro, que vaya a haber rebrotes de violencia. Eso es inevitable, ocurrió en Nicaragua o en Guatemala. Pero por muchos problemas que se tenga, es un gran avance", agregó.
En la actualidad, el incombustible Ramírez trabaja en una nueva novela, "Ya nadie llora por mí", que se publicará en octubre y que es una secuencia de "El cielo llora por mí". En la nueva entrega, el detective protagonista de la primera, ya jubilado, regresa a la acción.
Simultáneamente, Ramírez recorre América Latina dictando conferencias y participando en coloquios, mientras que en Nicaragua organiza el encuentro de narradores "Centroamérica cuenta", que se realizó este año por quinta ocasión, como una ventana para los escritores de América Central, que en su concepto tienen menores posibilidades de exposición que los de Sudamérica y de México.
"Esto se vuelve ineludible no porque sea una regla. Yo creo que se puede escribir perfectamente una novela de amor sin tener que ver con la realidad y eso es literatura. Me refiero a lo que está en el aire", agrega el escritor, tras recordar que ya antes hubo autores que hablaron del viejo sátrapa o de las "dictaduras científicas" del Cono Sur.
En opinión de Ramírez, quien en dos semanas cumplirá 75 años, pero se mantiene activo en la producción literaria y la opinión política, no es cierto que el "boom" latinoamericano haya marcado necesariamente la evolución de la literatura regional.
"Yo creo que una nueva visión está establecida desde hace muchos años. Me parece que el propio (Gabriel) García Márquez nunca pretendió imponer una escuela. Si uno se fija bien, después de García Márquez, novelas de realismo mágico valiosas, de ese estilo, hay muy pocas, porque es muy difícil manejar la influencia de él sin caer en la imitación".
Incluso, destaca Ramírez, cuya presencia en la XXII Feria Internacional del Libro de Lima obedece principalmente a una conferencia por el medio siglo de "Cien años de soledad", entre los propios escritores del "boom" (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, aparte de García Márquez) hay grandes diferencias entre sí y no existen conceptos literarios que pudieran uniformarlos.
"En la actualidad tenemos los dramas familiares. Eso me parece nuevo, un aporte. La literatura latinoamericana no había sido antes tan valiente (en ese aspecto). Este es el momento en que una nueva generación de escritores está, aunque suene un poco duro, 'arreglando cuentas con los padres'", agregó el escritor, quien citó como ejemplo a la novela "La distancia que nos separa", del novel narrador peruano Renato Cisneros.
En esa novela de contenido autobiográfico, Cisneros desnuda la difícil relación personal con su padre, un duro militar ya fallecido. Ramírez citó además a la colombiana Piedad Bonnett como otro ejemplo de esa tendencia.
Ramírez, vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990, durante la Revolución Sandinista, pero ahora duro crítico de su ex compañero, el presidente Daniel Ortega, declara su escepticismo frente a la literatura como instrumento de cambio social.
"La literatura no sirve para hacer revoluciones sociales. Sirve para exponer cómo son las cosas dentro del mundo de ficción que implique. Yo hace tiempo dejé de ver a los libros como instrumento de cambio".
Ramírez es un desencantado de lo que ocurrió en su país, donde el triunfo de la revolución socialista no condujo, en su opinión, a cambios benéficos para el pueblo. Hoy se declara un defensor de la democracia, pese a reconocer que ésta también ha sido incapaz de resolver problemas de fondo.
"La democracia por sí misma no resuelve los problemas de la injusticia distributiva. Eso depende de las políticas, del consenso nacional, de cómo cambiar las estructuras sociales económicas que no han cambiado. Los de Centroamérica siguen siendo países muy injustos en la distribución de la riqueza, a lo que se suma una corrupción galopante que no distingue ideologías".
Aun así, "creo que el único camino posible que tenemos de convivencia social es la democracia", anotó. "Con muchas imperfecciones que le veamos, no hay otro sistema posible para mí. ¿Un sistema autoritario de una sola persona, de un solo partido? De eso venimos ya de vuelta y hemos fracasado. Me parece que la única esperanza es contar cada vez con electores más maduros, mejor educados políticamente, capaces de elegir cada vez mejor".
En ese marco, expresó sobre todo preocupación por lo que ocurre en Venezuela: "No es que sea un gran profeta, pero yo se lo dije a mucha gente que iba a haber dos gobiernos, dos sistemas. Ya hay dos cortes supremas de Justicia, va a haber una Asamblea Nacional electa por el pueblo y una Asamblea Constituyente electa corporativamente. Esto es un pésimo anuncio de la posibilidad de una guerra civil".
En contraste, el ex líder revolucionario destacó lo ocurrido en Colombia con el fin de la acción armada de las FARC, la guerrilla más antigua del continente.
"Yo creo que en un proceso de paz como el de Colombia necesariamente va a haber dos problemas: uno, la venganza contra los desarmados y ya hay más de 100 asesinados este año. Otro, que vaya a haber rebrotes de violencia. Eso es inevitable, ocurrió en Nicaragua o en Guatemala. Pero por muchos problemas que se tenga, es un gran avance", agregó.
En la actualidad, el incombustible Ramírez trabaja en una nueva novela, "Ya nadie llora por mí", que se publicará en octubre y que es una secuencia de "El cielo llora por mí". En la nueva entrega, el detective protagonista de la primera, ya jubilado, regresa a la acción.
Simultáneamente, Ramírez recorre América Latina dictando conferencias y participando en coloquios, mientras que en Nicaragua organiza el encuentro de narradores "Centroamérica cuenta", que se realizó este año por quinta ocasión, como una ventana para los escritores de América Central, que en su concepto tienen menores posibilidades de exposición que los de Sudamérica y de México.