En Sittard (sudeste de Holanda), la cocina de Cecile bulle de actividad mientras Richard, de 41 años, Mariet, de 53, y Seppo, de 43, preparan en clase el menú del día: cuscús, hamburguesa y baklava, todo sazonado con gusanos de la harina, saltamontes y otras larvas de insectos.
"El objetivo es encontrar una alternativa a la carne, no necesariamente suprimirla de mi alimentación", explica Mariet.
"Quiero vivir de manera sana, pero ser vegetariano es un poco duro para mi", reconoce Richard.
En un momento en que la ganadería industrial se enfrenta a problemas como la contaminación, los insectos, ricos en proteínas y bajos en grasa, aparecen como una alternativa a la carne. Según la universidad de Wageningen (este de Holanda), hacen falta unas 10 veces más de alimento para producir un kilo de carne de buey que para producir un kilo de insectos.
"¡Pero tiene que estar rico!", recalca Seppo: "Yo no quiero comer algo repugnante, aunque sepa que es mejor para mí o para el planeta".
Mientras tanto, Mariet amasa una mezcla de gusanos de harina y de carne picada para confeccionar las hamburguesas, y Richard prepara unos saltamontes en la sartén.
Los insectos pueden conservarse hasta un año liofilizados, según Arno Snellens, fundador de la empresa Insectable, que colabora con Cecile Lormans para organizar los cursos de cocina y vende insectos al por mayor.
A pesar de que los europeos se resisten a su consumo, "es inevitable, los insectos son el futuro, no podemos seguir produciendo carne en cantidades tan grandes", afirma Arno.
"Lleva un tiempo cambiar las mentalidades"
La venta de insectos sigue siendo marginal con respecto a la de carne en Holanda, pero Marcel Dicke, entomólogo de la universidad de Wageningen (este), y uno de los primeros en promover el consumo de insectos en su país, asegura que el cambio se está produciendo.
"Lleva un tiempo cambiar las mentalidades, pero pueden cambiar, y creo que el hecho de que la gente quiera aprender a cocinar (insectos) es representativo de esta tendencia", dice Dicke.
Para la empresa holandesa Meertens, los saltamontes para consumo humano representan entre el 2 y el 3% de la producción total, mientras que el resto está destinado a los animales, un dato pequeño, pero que no deja de aumentar a pesar de que la producción de insectos no resulta aún rentable frente a la de carne.
"Hay varias soluciones para convencer a la gente, y depende de cada uno: hay quien prefiere no ver que hay insectos en su comida (...) mientras que otros prefieren que el insecto esté entero", explica Dicke.
En Sittard, los tres conversos se chupan los dedos.
"Sabe a nueces o a avellanas", asegura Seppo tras morder la hamburguesa. Richard, a su lado, dice que "tiene sabor y es crujiente", antes de sentenciar: "No hay que intentar compararlo a otra cosa, yo diría simplemente que sabe a insecto".