La polémica nació de una frase del vice primer ministro turco, Bülent Arinç, justo cuando muchos acusan al gobierno de querer islamizar el país.
"Vemos una Santa Sofía triste. Espero que pronto la veamos sonreír de nuevo", dijo Arinç hace dos semanas después de visitar el edificio, que fue mezquita durante el Imperio Otomano y desde 1934 es un museo.
La frase, pronunciada por uno de los miembros más destacados del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), en el poder en Turquía desde 2002, no ha pasado desapercibida.
Grecia, guardiana de la herencia ortodoxa y bizantina, fustigó rápidamente unas declaraciones que "hieren los sentimientos religiosos de millones de cristianos".
El templo construido en el siglo VI, donde eran coronados los emperadores bizantinos, fue transformado en mezquita en el siglo XV, tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453.
Tras la caída del Imperio Otomano y la creación de la República Turca de la mano del laico Mustafa Kemal Atatürk, el edificio fue transformado en museo, y es el monumento más visitado de Estambul.
La pequeña comunidad cristiana ortodoxa de la antigua Constantinopla también recibió consternada la declaración de Arinç.
"Algunos llevan más de 500 años viendo una Santa Sofía triste, y les gustaría que vuelva a ser una iglesia", apunta Michail Vasiliadis, redactor jefe del diario griego Apoyevmatini, establecido en Estambul.
Para este portavoz oficioso de los griegos de Estambul es innecesario reanimar una lucha entre religiones. El estatuto de museo, ecuménico, le va según él muy bien a la que antaño fue una iglesia ortodoxa.
Pero del otro lado, los jóvenes militantes del Partido de la Gran Unión (BBP), islamista y nacionalista, parecen muy decididos.
"El cadastro dice que Santa Sofía es una mezquita del Libro Sagrado, que alberga sepulturas, espacios públicos, un espacio para la oración, y una escuela de teología", sostiene Bayram Karacan, vicepresidente del BBP.
Este movimiento ha pedido en vano varias veces la conversión del edificio, clasificado como patrimonio mundial de la UNESCO.
Al lado, en la gran plaza del barrio de Sultanahmet que separa Santa Sofía de la Mezquita Azul, algunos turistas parecen sorprendidos por el relanzamiento de la controversia.
Motivaciones electorales
"No entiendo por qué de repente habría que reconvertirla en mezquita, cuando desde hace tanto tiempo es un museo, que ha acogido a las dos religiones", comenta Gelareh Kiazand, un iraní de 32 años.
Ahmet Kuyas, profesor en la Universidad Galatasaray de Estambul, apunta al oportunismo del gobierno islamista moderado a pocos meses de las elecciones municipales.
"El poder ha empezado a construir un discurso para, tal vez, atraer algunos votos por aquí y por allá, pero no creo que le dé resultado", pronostica el profesor Kuyas.
Desde hace algunos meses, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha tomado varias decisiones de un cariz marcadamente religioso, como la restricción de la venta y el consumo de alcohol, o la autorización del velo islámico para las funcionarias.
Recientemente, dos iglesias de Turquía fueron transformadas en mezquitas. En Estambul, un monasterio en ruinas del siglo V tendrá el mismo destino el año que viene.
Turquía tiene ya unas 83.000 mezquitas, un 7% más que cuando Erdogan llegó al poder hace once años. Sólo en Estambul hay unas tres mil.
"Aquí ya tenemos muchísimas mezquitas, y bastantes de ellas están vacías", dice divertido Fehmi Simsek, un comerciante del barrio.
"¿Quién va a llenar todas estas mezquitas cuando se reconvierta Santa Sofía?", añade con un tono de inquietud. "Y encima, los turistas no van a venir más".
"Vemos una Santa Sofía triste. Espero que pronto la veamos sonreír de nuevo", dijo Arinç hace dos semanas después de visitar el edificio, que fue mezquita durante el Imperio Otomano y desde 1934 es un museo.
La frase, pronunciada por uno de los miembros más destacados del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), en el poder en Turquía desde 2002, no ha pasado desapercibida.
Grecia, guardiana de la herencia ortodoxa y bizantina, fustigó rápidamente unas declaraciones que "hieren los sentimientos religiosos de millones de cristianos".
El templo construido en el siglo VI, donde eran coronados los emperadores bizantinos, fue transformado en mezquita en el siglo XV, tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453.
Tras la caída del Imperio Otomano y la creación de la República Turca de la mano del laico Mustafa Kemal Atatürk, el edificio fue transformado en museo, y es el monumento más visitado de Estambul.
La pequeña comunidad cristiana ortodoxa de la antigua Constantinopla también recibió consternada la declaración de Arinç.
"Algunos llevan más de 500 años viendo una Santa Sofía triste, y les gustaría que vuelva a ser una iglesia", apunta Michail Vasiliadis, redactor jefe del diario griego Apoyevmatini, establecido en Estambul.
Para este portavoz oficioso de los griegos de Estambul es innecesario reanimar una lucha entre religiones. El estatuto de museo, ecuménico, le va según él muy bien a la que antaño fue una iglesia ortodoxa.
Pero del otro lado, los jóvenes militantes del Partido de la Gran Unión (BBP), islamista y nacionalista, parecen muy decididos.
"El cadastro dice que Santa Sofía es una mezquita del Libro Sagrado, que alberga sepulturas, espacios públicos, un espacio para la oración, y una escuela de teología", sostiene Bayram Karacan, vicepresidente del BBP.
Este movimiento ha pedido en vano varias veces la conversión del edificio, clasificado como patrimonio mundial de la UNESCO.
Al lado, en la gran plaza del barrio de Sultanahmet que separa Santa Sofía de la Mezquita Azul, algunos turistas parecen sorprendidos por el relanzamiento de la controversia.
Motivaciones electorales
"No entiendo por qué de repente habría que reconvertirla en mezquita, cuando desde hace tanto tiempo es un museo, que ha acogido a las dos religiones", comenta Gelareh Kiazand, un iraní de 32 años.
Ahmet Kuyas, profesor en la Universidad Galatasaray de Estambul, apunta al oportunismo del gobierno islamista moderado a pocos meses de las elecciones municipales.
"El poder ha empezado a construir un discurso para, tal vez, atraer algunos votos por aquí y por allá, pero no creo que le dé resultado", pronostica el profesor Kuyas.
Desde hace algunos meses, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha tomado varias decisiones de un cariz marcadamente religioso, como la restricción de la venta y el consumo de alcohol, o la autorización del velo islámico para las funcionarias.
Recientemente, dos iglesias de Turquía fueron transformadas en mezquitas. En Estambul, un monasterio en ruinas del siglo V tendrá el mismo destino el año que viene.
Turquía tiene ya unas 83.000 mezquitas, un 7% más que cuando Erdogan llegó al poder hace once años. Sólo en Estambul hay unas tres mil.
"Aquí ya tenemos muchísimas mezquitas, y bastantes de ellas están vacías", dice divertido Fehmi Simsek, un comerciante del barrio.
"¿Quién va a llenar todas estas mezquitas cuando se reconvierta Santa Sofía?", añade con un tono de inquietud. "Y encima, los turistas no van a venir más".