Manuel Santos y Uribe
Santos no es Uribe porque aunque ambos son políticos con ambiciones ilimitadas, Juan Manuel no es presa del mesianismo que devora al Presidente, al igual que a Mockus. Por eso Santos dentro de la pura tradición política colombiana, propone un gran acuerdo nacional que llevará al reagrupamiento del liberalismo, cuyo jefe será Germán Vargas; un liberalismo finalmente unido y que vuelve a gobernar con su socio histórico, el conservatismo. La U en ese escenario irá perdiendo fuerza, a medida que se regresa al bipartidismo. Santos no representa los intereses emergentes, algunos de dudosa ortografía, de origen y mentalidad rural y premoderna que se acomodaron y expresaron en el uribismo; Santos es el regreso de la política tradicional, oligárquica si se quiere, que busca ponerse a tono con un país que ya no es el del Frente Nacional. Santos es institucional y no peleará con los jueces, los seducirá. Santos no invadirá los terrenos de las administraciones territoriales, las seducirá igualmente. Finalmente, Santos conoce el mundo, la globalización, los procedimientos y canales de la diplomacia. Empieza el día leyendo la prensa internacional, mientras que Uribe se vanagloria de no hacerlo, porque para él, lo internacional es un mundo extraño y amenazante con el cual simplemente se enfrenta; Santos lo entiende y lo puede manejar.
Creo que el país no podía permanecer estático, congelado si se quiere, a la sombra de Álvaro Uribe y bajo el síndrome y temor a las Farc. Que sin bajar la guardia en el frente militar hay muchas tareas por realizar, necesarias para que en Colombia finalmente vivamos en paz y bajo el imperio de la ley del Estado, creando un bienestar que a todos beneficie. Ello significa avanzar con un proyecto que mire al futuro y no sólo a los logros del pasado.
Creí que el conservatismo con Noemí podía ser puente seguro entre los años de Uribe y lo porvenir. No fue así, pero ello no le ahorra al Partido Conservador adelantar los necesarios análisis y discusiones para plantearse como alternativa de futuro. La opinión que se expresó en el voto verde obliga a replantear la manera tradicional de hacer la política. Conservadores y liberales deben abrirse a la sociedad. Hoy son simples clubes de parlamentarios que ponen al partido al servicio de sus intereses y no ellos al servicio de la causa, propuestas y compromisos de la colectividad. Lo que viene con Santos depende en buena medida de lo que ambos partidos hagan para ponerse a tono con los nuevos desafíos y reclamos ciudadanos. El voto verde fue un campanazo.
Creo que el país no podía permanecer estático, congelado si se quiere, a la sombra de Álvaro Uribe y bajo el síndrome y temor a las Farc. Que sin bajar la guardia en el frente militar hay muchas tareas por realizar, necesarias para que en Colombia finalmente vivamos en paz y bajo el imperio de la ley del Estado, creando un bienestar que a todos beneficie. Ello significa avanzar con un proyecto que mire al futuro y no sólo a los logros del pasado.
Creí que el conservatismo con Noemí podía ser puente seguro entre los años de Uribe y lo porvenir. No fue así, pero ello no le ahorra al Partido Conservador adelantar los necesarios análisis y discusiones para plantearse como alternativa de futuro. La opinión que se expresó en el voto verde obliga a replantear la manera tradicional de hacer la política. Conservadores y liberales deben abrirse a la sociedad. Hoy son simples clubes de parlamentarios que ponen al partido al servicio de sus intereses y no ellos al servicio de la causa, propuestas y compromisos de la colectividad. Lo que viene con Santos depende en buena medida de lo que ambos partidos hagan para ponerse a tono con los nuevos desafíos y reclamos ciudadanos. El voto verde fue un campanazo.