"Sería increíble vivir de escribir, pero sigo con el autobús"


Miguel Ruiz Montáñez llega en autobús al restaurante, en pleno centro de Málaga. Al gerente de la Empresa Municipal de Transportes le gusta predicar con el ejemplo: "Pido a mis directivos que cojan el autocar al menos 91 veces al año, una más que la media de los malagueños".



"Sería increíble vivir de escribir, pero sigo con el autobús"
En el día de la comida se moverán en los buses de la capital más de 200.000 personas; casi tantas como ejemplares ha vendido Ruiz de su primer libro: La tumba de Colón.
Este malagueño de 46 años habla con tanta pasión del "reto de ganarle la partida al vehículo privado" como de las historias que cuenta en sus novelas. En 2006 dio con la tecla para ser un superventas. Mezcló intriga, historia, un personaje misterioso y una escritura sencilla. En poco tiempo fue traducido a 12 idiomas, entre ellos el chino (mandarín y cantonés). "Los best sellers tienen mucho de diseño", reconoce, "pero también necesitan algún distintivo que enganche al lector para que se le quede el libro pegado a las manos".
Prefiere pedir algo ligero de comer, un rape a la plancha, porque le gusta más una dieta ligera. Aún no sabe exactamente cómo se está vendiendo su último libro, El Papa Mago -publicado en septiembre-, pero según le dice su agente, la cosa va "como una moto". Así ha transcurrido toda su carrera literaria. Cuando terminó de escribir el libro sobre Colón lo mandó a la agencia Antonia Kerrigan. En una semana la obra estaba vendida a Ediciones B.
Hasta entonces Ruiz había escrito cinco libros "nada recomendables" sobre gestión empresarial, relacionados con su trayectoria de ingeniero y economista. Todavía se sorprende de lo bien que le va ahora en el mundo editorial, un universo que desconocía.
Después de su primera obra, buscó otro personaje interesante: el único papa francés de la historia, sobre quien circulan decenas de leyendas. "Podría haber elegido a los templarios, que son apasionantes, pero eso ya está muy trillado", dice sin que la charla le deje casi comer el entrante de anchoas con tomates.
Con su última novela en las tiendas, traducida a media docena de idiomas, está trabajando en la siguiente. Mantendrá una línea parecida, con misterio e historia. Ya con el café en la mano se justifica ante quienes critican su trabajo: "Estos best sellers no son ni más ni menos que el género de aventuras del siglo XIX reconvertido. ¿La escritura podría ser más trabajada? Sí. ¿Podría estar más comprometido? Claro. ¿No trata problemas con realismo? Pues no. Quien quiera leer eso tiene donde elegir. Yo escribo para los que desean evadirse con la lectura. Y tiene su arte que miles de personas lo hagan con un libro de más de 500 páginas".
El primero que se evade con sus libros es el propio Ruiz. Escribiéndolos. Le dedica un par de horas al día después de lidiar con una empresa de 1.000 trabajadores, 260 autobuses y 46 millones de viajeros al año. Cuando termina la comida vuelve a la oficina a supervisar el trabajo del día.
-Con lo bien que le va, ¿no le tienta dejar los autobuses?
-Mucho. Sería increíble despertarme cada día sin otra cosa que hacer que escribir en esta ciudad maravillosa. Pero cada etapa tiene su tiempo y, de momento, seguiré en el transporte.

Jueves, 12 de Febrero 2009
El País, España
           


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