Tras haber vivido más de 40 años exiliado en Buenos Aires y Nueva York y haber regresado a España como director del Instituto Cervantes en 1991, este historiador, hijo del que fuera presidente de la República española en el exilio, Claudio Sánchez-Albornoz, no tiene ahora intención de volver a pisar el monumento de "Cuelgamuros", como se le llamaba cuando llegó. Ni siquiera si se sacan de allí los restos del dictador Francisco Franco, tal y como ha prometido que hará el Gobierno español del socialista Pedro Sánchez durante este mes de julio.
dpa: ¿Por qué fue detenido y condenado en 1947?
Formábamos parte de una organización estudiantil clandestina. Habíamos hecho propaganda y habíamos movilizado a los estudiantes. También se cita con frecuencia la pintada (que la organización hizo) en las paredes de la Facultad de Filosofía y Letras (en Madrid). Pero la causa es que estábamos organizados y teníamos relaciones con otras organizaciones estudiantiles.
dpa: ¿Cuántos fueron al Valle de los Caídos? ¿Qué se encontraron allí?
Del grupo nuestro fuimos tres: Manuel Lamana, Ignacio Faure y yo. Era un campo de trabajo con presos políticos. Había tres destacamentos penales en ese momento. Uno estaba destinado a horadar la cripta, otro se dedicaba a la construcción del monasterio y un tercero, el más numeroso, estaba destinado a construir la carretera y la explanada que hay delante de la cripta. Para diferenciarlo de los campos de concentración alemanes, no estaba rodeado por una alambrada. Pero toda España era una cárcel. De todos los que se fugaron, solo mi compañero (Lamana) y yo tuvimos éxito. Los demás eran detenidos nada más llegar a su pueblo. A otros los detenían en el camino porque para viajar se necesitaba un salvoconducto. La mayoría de los que estaban allí eran campesinos que no tenían medios.
dpa: ¿Cómo era el día a día?
Era el día a día del trabajo. Para desayunar nos daban un caldo de achicoria y un trozo de pan y después había que trabajar. Se comía y otra vez al trabajo. Y tras ocho o diez horas, cena y al petate. Dormíamos en unos barracones, en unas literas de madera sobre las que había unos jergones de paja con una manta. Cada tres horas había que formar (filas) para el recuento, para saber si alguien se había fugado. Yo tengo que decir que me libré de poner piedras porque el preso que estaba a cargo de la oficina (del destacamento) fue puesto en libertad el día anterior a mi llegada y el jefe, al ver que era estudiante y que sabía escribir a máquina, me mandó a la oficina.
Sánchez-Albornoz y su compañero Lamana protagonizaron la fuga más famosa del Valle de los Caídos, reflejada en la película "Los años bárbaros" (Fernando Colomo, 1998). Dos jóvenes norteamericanas los recogieron cerca del campo de trabajo y los llevaron hasta Barcelona. Después cruzaron a pie los montes Pirineos hasta Francia.
dpa: ¿Cómo organizaron la fuga?
La perpectiva de quedarme allí cumpliendo condena, con 21 años, no me agradaba demasiado. Tenía ese impulso juvenil. Me puse en contacto con los compañeros de la organización estudiantil en Francia y ellos conectaron con (el escritor estadounidense) Norman Mailer, que se había comprado un automóvil y se había ido a recorrer Francia. Tenía una hermana en París a la que dejó el coche. Y ella tenía una amiga también americana. Les dijeron a las dos que vinieran a España a rescatar a dos individuos. A los 18 años esas cosas se hacen (risas).
dpa: ¿Cómo evitaron ser detenidos?
Lo organizaron muy bien. Consiguieron salvoconductos falsificados con las fotografías y sellos correspondientes para poder circular por España. Además, consiguieron, a través de una organización clandestina en Barcelona, el salvoconducto de frontera, firmado por el capitán general de Cataluña. También consiguieron un guía para cruzar los Pirineos, pero falló porque llegamos tarde a Barcelona.
Sánchez-Albornoz y Lamana aprovecharon para escapar un domingo de agosto, en el que no había recuento a media mañana. "Monte arriba, monte abajo" llegaron hasta el vehículo que les esperaba. En el campo de trabajo se dieron cuenta de su ausencia, pero cuando emitieron la orden de busca y captura, ellos ya estaban camino de Barcelona.
dpa: En su momento hubo rumores sobre una posible ayuda externa. Parecía que algunos no creían que unos estudiantes hubieran podido escapar del Valle de los caídos y llegar a Francia por su propio pie...
Eso es lo significativo de esa fuga: al ser pocos y bien organizados, no había peligro de filtraciones. Las organizaciones grandes podían hacer maravillas, pero la confidencialidad no estaba garantizada.
dpa: ¿Ha vuelto usted al Valle de los Caídos?
No, no he vuelto.
dpa: ¿Y tiene intención de hacerlo?
No, ni siquiera cuando saquen de allí a Franco.
dpa: ¿Por qué cree que eso no ha ocurrido hasta ahora?
Por un lado, en los primeros años de la Transición no había ninguna disposición a resolver el problema. Y después, con la llegada de los socialistas al poder (en 1982), la mayor urgencia que tenía tanto el Gobierno como la gente era resolver problemas sociales, políticos, económicos e incluso reconsiderar la situación internacional del país. Entonces dejaron esos vestigios del régimen atrás, también con la esperanza de que los propios franquistas fueran evolucionando y no quedaran aferrados a las imágenes del pasado. Confiaron en una evolución de los grupos conservadores en dirección a una reconversión democrática. Lo que pasa es que esto no se ha dado.
dpa: Uno de los grandes reclamos de las víctimas del franquismo es que se investiguen los crímenes de la guerra y de la dictadura y que se busquen los restos de los miles de desaparecidos que hay.
El conservador Partido Popular (PP) ha montado toda una campaña de reivindicación de las víctimas del terrorismo (de ETA), cosa que me parece muy bien, pero no está dispuesto a reclamar la condición de víctimas de todos los fusilados dejados en las cunetas. Hay una ambigüedad cínica. Se ha tomado el caso de Cuelgamuros y de Franco como una cosa simbólica de un cambio pendiente.
dpa: En el año 76 usted dijo al diario "El País" que era optimista respecto al destino político de España. ¿Qué balance hace más de 40 años después? ¿Sigue siendo ahora optimista de cara al futuro?
Me declaré optimista porque era un momento en el que se estaban produciendo cambios fundamentales. Y, en parte, los motivos de ese optimismo se han cumplido: la sociedad española de hoy no tiene nada que ver con la del año 76 en las costumbres, en las relaciones sociales, en el nivel económico, en la presencia internacional... Pero ese optimismo falló en que se dio la oportunidad a la clase conservadora de reconvertirse en una clase conservadora democrática y eso se ha producido solo en nombre.
dpa: ¿Qué opina de la propuesta del partido liberal Ciudadanos para crear en el Valle de los Caídos un cementerio nacional similar al de Arlington, en Estados Unidos?
Es absolutamente ridículo. Los cementerios americanos son laicos, aconfesionales y además eso se hace en caliente, al terminar una guerra. Aquí han pasado 80 años de la guerra. Además, hay una falta de respeto en esa propuesta de un cementerio nacional...
dpa: ¿Se refiere a la enorme cruz que corona el Valle de los Caídos?
Claro. Esto podría ser así siempre que se construyan al lado una hoz y un martillo (risas).
dpa: ¿Y la propuesta del Gobierno de convertir el lugar en un monumento a la reconciliación?
Pues una de dos: o se pica la cúpula (de la basílica católica) con toda la simbología que tiene o se le añaden símbolos masónicos. Que me digan cómo se puede hacer una cosa neutral ahí. No se puede.
dpa: ¿Qué haría usted? ¿Apostaría por cerrarlo?
Lo primero que hay que hacer es dejar de meter dinero en la preservación de ese monumento y dejar que la naturaleza siga su curso. Y quizá en el siglo que viene tendremos unas ruinas entre las cuales se podrá pasear como se pasea entre las ruinas en Roma.
dpa: La fuga de Cuelgamuros y el exilio le han acompañado toda su vida. ¿Es una carga o un orgullo? ¿Cómo le ha influido?
Un poco de todo: carga en el sentido de que he quedado privado de vivir en España durante muchos años, pero al mismo tiempo me llena de orgullo y no reniego de ello. Creo que mi doble decisión fue acertada. Primero, mostrar mi disconformidad con la Universidad franquista, y segundo, fugarme y no cumplir la condena.
dpa: ¿Por qué fue detenido y condenado en 1947?
Formábamos parte de una organización estudiantil clandestina. Habíamos hecho propaganda y habíamos movilizado a los estudiantes. También se cita con frecuencia la pintada (que la organización hizo) en las paredes de la Facultad de Filosofía y Letras (en Madrid). Pero la causa es que estábamos organizados y teníamos relaciones con otras organizaciones estudiantiles.
dpa: ¿Cuántos fueron al Valle de los Caídos? ¿Qué se encontraron allí?
Del grupo nuestro fuimos tres: Manuel Lamana, Ignacio Faure y yo. Era un campo de trabajo con presos políticos. Había tres destacamentos penales en ese momento. Uno estaba destinado a horadar la cripta, otro se dedicaba a la construcción del monasterio y un tercero, el más numeroso, estaba destinado a construir la carretera y la explanada que hay delante de la cripta. Para diferenciarlo de los campos de concentración alemanes, no estaba rodeado por una alambrada. Pero toda España era una cárcel. De todos los que se fugaron, solo mi compañero (Lamana) y yo tuvimos éxito. Los demás eran detenidos nada más llegar a su pueblo. A otros los detenían en el camino porque para viajar se necesitaba un salvoconducto. La mayoría de los que estaban allí eran campesinos que no tenían medios.
dpa: ¿Cómo era el día a día?
Era el día a día del trabajo. Para desayunar nos daban un caldo de achicoria y un trozo de pan y después había que trabajar. Se comía y otra vez al trabajo. Y tras ocho o diez horas, cena y al petate. Dormíamos en unos barracones, en unas literas de madera sobre las que había unos jergones de paja con una manta. Cada tres horas había que formar (filas) para el recuento, para saber si alguien se había fugado. Yo tengo que decir que me libré de poner piedras porque el preso que estaba a cargo de la oficina (del destacamento) fue puesto en libertad el día anterior a mi llegada y el jefe, al ver que era estudiante y que sabía escribir a máquina, me mandó a la oficina.
Sánchez-Albornoz y su compañero Lamana protagonizaron la fuga más famosa del Valle de los Caídos, reflejada en la película "Los años bárbaros" (Fernando Colomo, 1998). Dos jóvenes norteamericanas los recogieron cerca del campo de trabajo y los llevaron hasta Barcelona. Después cruzaron a pie los montes Pirineos hasta Francia.
dpa: ¿Cómo organizaron la fuga?
La perpectiva de quedarme allí cumpliendo condena, con 21 años, no me agradaba demasiado. Tenía ese impulso juvenil. Me puse en contacto con los compañeros de la organización estudiantil en Francia y ellos conectaron con (el escritor estadounidense) Norman Mailer, que se había comprado un automóvil y se había ido a recorrer Francia. Tenía una hermana en París a la que dejó el coche. Y ella tenía una amiga también americana. Les dijeron a las dos que vinieran a España a rescatar a dos individuos. A los 18 años esas cosas se hacen (risas).
dpa: ¿Cómo evitaron ser detenidos?
Lo organizaron muy bien. Consiguieron salvoconductos falsificados con las fotografías y sellos correspondientes para poder circular por España. Además, consiguieron, a través de una organización clandestina en Barcelona, el salvoconducto de frontera, firmado por el capitán general de Cataluña. También consiguieron un guía para cruzar los Pirineos, pero falló porque llegamos tarde a Barcelona.
Sánchez-Albornoz y Lamana aprovecharon para escapar un domingo de agosto, en el que no había recuento a media mañana. "Monte arriba, monte abajo" llegaron hasta el vehículo que les esperaba. En el campo de trabajo se dieron cuenta de su ausencia, pero cuando emitieron la orden de busca y captura, ellos ya estaban camino de Barcelona.
dpa: En su momento hubo rumores sobre una posible ayuda externa. Parecía que algunos no creían que unos estudiantes hubieran podido escapar del Valle de los caídos y llegar a Francia por su propio pie...
Eso es lo significativo de esa fuga: al ser pocos y bien organizados, no había peligro de filtraciones. Las organizaciones grandes podían hacer maravillas, pero la confidencialidad no estaba garantizada.
dpa: ¿Ha vuelto usted al Valle de los Caídos?
No, no he vuelto.
dpa: ¿Y tiene intención de hacerlo?
No, ni siquiera cuando saquen de allí a Franco.
dpa: ¿Por qué cree que eso no ha ocurrido hasta ahora?
Por un lado, en los primeros años de la Transición no había ninguna disposición a resolver el problema. Y después, con la llegada de los socialistas al poder (en 1982), la mayor urgencia que tenía tanto el Gobierno como la gente era resolver problemas sociales, políticos, económicos e incluso reconsiderar la situación internacional del país. Entonces dejaron esos vestigios del régimen atrás, también con la esperanza de que los propios franquistas fueran evolucionando y no quedaran aferrados a las imágenes del pasado. Confiaron en una evolución de los grupos conservadores en dirección a una reconversión democrática. Lo que pasa es que esto no se ha dado.
dpa: Uno de los grandes reclamos de las víctimas del franquismo es que se investiguen los crímenes de la guerra y de la dictadura y que se busquen los restos de los miles de desaparecidos que hay.
El conservador Partido Popular (PP) ha montado toda una campaña de reivindicación de las víctimas del terrorismo (de ETA), cosa que me parece muy bien, pero no está dispuesto a reclamar la condición de víctimas de todos los fusilados dejados en las cunetas. Hay una ambigüedad cínica. Se ha tomado el caso de Cuelgamuros y de Franco como una cosa simbólica de un cambio pendiente.
dpa: En el año 76 usted dijo al diario "El País" que era optimista respecto al destino político de España. ¿Qué balance hace más de 40 años después? ¿Sigue siendo ahora optimista de cara al futuro?
Me declaré optimista porque era un momento en el que se estaban produciendo cambios fundamentales. Y, en parte, los motivos de ese optimismo se han cumplido: la sociedad española de hoy no tiene nada que ver con la del año 76 en las costumbres, en las relaciones sociales, en el nivel económico, en la presencia internacional... Pero ese optimismo falló en que se dio la oportunidad a la clase conservadora de reconvertirse en una clase conservadora democrática y eso se ha producido solo en nombre.
dpa: ¿Qué opina de la propuesta del partido liberal Ciudadanos para crear en el Valle de los Caídos un cementerio nacional similar al de Arlington, en Estados Unidos?
Es absolutamente ridículo. Los cementerios americanos son laicos, aconfesionales y además eso se hace en caliente, al terminar una guerra. Aquí han pasado 80 años de la guerra. Además, hay una falta de respeto en esa propuesta de un cementerio nacional...
dpa: ¿Se refiere a la enorme cruz que corona el Valle de los Caídos?
Claro. Esto podría ser así siempre que se construyan al lado una hoz y un martillo (risas).
dpa: ¿Y la propuesta del Gobierno de convertir el lugar en un monumento a la reconciliación?
Pues una de dos: o se pica la cúpula (de la basílica católica) con toda la simbología que tiene o se le añaden símbolos masónicos. Que me digan cómo se puede hacer una cosa neutral ahí. No se puede.
dpa: ¿Qué haría usted? ¿Apostaría por cerrarlo?
Lo primero que hay que hacer es dejar de meter dinero en la preservación de ese monumento y dejar que la naturaleza siga su curso. Y quizá en el siglo que viene tendremos unas ruinas entre las cuales se podrá pasear como se pasea entre las ruinas en Roma.
dpa: La fuga de Cuelgamuros y el exilio le han acompañado toda su vida. ¿Es una carga o un orgullo? ¿Cómo le ha influido?
Un poco de todo: carga en el sentido de que he quedado privado de vivir en España durante muchos años, pero al mismo tiempo me llena de orgullo y no reniego de ello. Creo que mi doble decisión fue acertada. Primero, mostrar mi disconformidad con la Universidad franquista, y segundo, fugarme y no cumplir la condena.