Stanley McChrystal y Barak Obama
En un largo artículo publicado el lunes en la revista estadounidense Rolling Stone, McChrystal, comandante de los 142.000 soldados de la coalición en Afganistán, se burla abiertamente del vicepresidente norteamericano Joe Biden, conocido por su escepticismo ante la estrategia militar en este país.
El general afirma también haberse sentido "traicionado" por el embajador estadounidense en Kabul, Karl Eikenberry, durante un debate el año pasado en la Casa Blanca sobre la estrategia en Afganistán.
En el artículo, McChrystal denigra asimismo al enviado especial de Estados Unidos para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke. "Otro email de Holbrooke", afirma mirando su teléfono celular. "No quiero ni abrirlo", agrega.
También se refiere al presidente norteamericano, recordando las fricciones entre el ejército y la Casa Blanca el pasado otoño boreal, cuando Barack Obama reflexionaba sobre el envío de refuerzos que reclamaba McChrystal. El general afirma que fue un momento "penoso".
Sin embargo, la publicación del artículo pareció pillarlo desprevenido y McChrystal se vio obligado a disculparse.
"Fue un error que demuestra poco juicio y nunca debería haber ocurrido", afirmó en un comunicado. "Tengo un enorme respeto y admiración por el presidente Obama y su equipo de seguridad", añadió.
La situación se vio complicada cuando el Reino Unido anunció el martes que su enviado especial en Afganistán y Pakistán, Sherard Cowper-Coles, el diplomático británico de mayor rango en este país, deja sus funciones temporalmente.
"Se toma una ausencia prolongada", informó en Londres una portavoz de la cancillería sin precisar los motivos. "Debería estar de vuelta en el otoño" boreal, agregó.
El diario británico The Guardian afirmaba el martes que Sir Sherard estuvo en conflicto con los responsables estadounidenses y de la OTAN en los últimos meses sobre la estrategia en Afganistán. Consideraba que la lucha armada contra los insurgentes está destinada al fracaso y abogaba a favor de negociaciones de paz con los talibanes, según el diario.
El ministro de Relaciones Exteriores británico, William Hague, examinará la función del emisario especial en Afganistán, informó la BBC, citando a una fuente del Foreign Office. El ministro no provocó la partida del emisario y desea que se mantenga en el puesto, según la misma fuente.
Estas fricciones tienen lugar tras una jornada sangrienta para la OTAN en Afganistán el lunes, en la que murieron diez de sus soldados, en ataques de insurgentes y un accidente de helicóptero. Esta es la segunda vez este mes que diez efectivos de la coalición mueren en un solo día.
Las muertes de tres comandos australianos, cinco estadounidenses, un canadiense o otro soldado cuya nacionalidad no fue precisada elevaron a 65 el número de bajas de la OTAN en junio y a un total de 285 en lo que va de año, según un recuento de la AFP.
Este creciente número de bajas es mal recibido en los países occidentales, cuyos líderes políticos se encuentran bajo una creciente presión de sus opiniones públicas, que no quieren pagar tan elevado precio por una guerra lejana y aparentemente interminable.
La mayor parte del sur de Afganistán está sacudida por la insurgencia talibán, que se encuentra en su fase más violenta desde la invasión de 2001, liderada por Estados Unidos, que expulsó al régimen islamista radical del poder e instaló un gobierno respaldado por Occidente y dirigido por Hamid Karzai.
El general afirma también haberse sentido "traicionado" por el embajador estadounidense en Kabul, Karl Eikenberry, durante un debate el año pasado en la Casa Blanca sobre la estrategia en Afganistán.
En el artículo, McChrystal denigra asimismo al enviado especial de Estados Unidos para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke. "Otro email de Holbrooke", afirma mirando su teléfono celular. "No quiero ni abrirlo", agrega.
También se refiere al presidente norteamericano, recordando las fricciones entre el ejército y la Casa Blanca el pasado otoño boreal, cuando Barack Obama reflexionaba sobre el envío de refuerzos que reclamaba McChrystal. El general afirma que fue un momento "penoso".
Sin embargo, la publicación del artículo pareció pillarlo desprevenido y McChrystal se vio obligado a disculparse.
"Fue un error que demuestra poco juicio y nunca debería haber ocurrido", afirmó en un comunicado. "Tengo un enorme respeto y admiración por el presidente Obama y su equipo de seguridad", añadió.
La situación se vio complicada cuando el Reino Unido anunció el martes que su enviado especial en Afganistán y Pakistán, Sherard Cowper-Coles, el diplomático británico de mayor rango en este país, deja sus funciones temporalmente.
"Se toma una ausencia prolongada", informó en Londres una portavoz de la cancillería sin precisar los motivos. "Debería estar de vuelta en el otoño" boreal, agregó.
El diario británico The Guardian afirmaba el martes que Sir Sherard estuvo en conflicto con los responsables estadounidenses y de la OTAN en los últimos meses sobre la estrategia en Afganistán. Consideraba que la lucha armada contra los insurgentes está destinada al fracaso y abogaba a favor de negociaciones de paz con los talibanes, según el diario.
El ministro de Relaciones Exteriores británico, William Hague, examinará la función del emisario especial en Afganistán, informó la BBC, citando a una fuente del Foreign Office. El ministro no provocó la partida del emisario y desea que se mantenga en el puesto, según la misma fuente.
Estas fricciones tienen lugar tras una jornada sangrienta para la OTAN en Afganistán el lunes, en la que murieron diez de sus soldados, en ataques de insurgentes y un accidente de helicóptero. Esta es la segunda vez este mes que diez efectivos de la coalición mueren en un solo día.
Las muertes de tres comandos australianos, cinco estadounidenses, un canadiense o otro soldado cuya nacionalidad no fue precisada elevaron a 65 el número de bajas de la OTAN en junio y a un total de 285 en lo que va de año, según un recuento de la AFP.
Este creciente número de bajas es mal recibido en los países occidentales, cuyos líderes políticos se encuentran bajo una creciente presión de sus opiniones públicas, que no quieren pagar tan elevado precio por una guerra lejana y aparentemente interminable.
La mayor parte del sur de Afganistán está sacudida por la insurgencia talibán, que se encuentra en su fase más violenta desde la invasión de 2001, liderada por Estados Unidos, que expulsó al régimen islamista radical del poder e instaló un gobierno respaldado por Occidente y dirigido por Hamid Karzai.