CARLOS PRIETO - MADRID -
Apunten esta fecha: 7 de septiembre de 1910. Pocas semanas antes de morir en la estación de tren de Astapovo, Lev Tolstói escribe la última de sus cartas a Mahatma Gandhi. El futuro padre de la independencia de la India vivía entonces en Sudáfrica, controlada por las metrópolis europeas, donde luchaba por los derechos de los indios que trabajaban en ese país.
"Requerir que cese toda aplicación obligatoria de impuestos, así como la abolición de todas las instituciones legales y de la policía y, por encima de todo, de las instituciones militares". Esas eran algunas de las recetas del escritor ruso, pero no sólo para ese país africano, sino para todo el mundo. Para entendernos: Tolstói estaba echado al monte.
Ahí surgió el chispazo en la cabeza del escritor. El autor de La muerte de Iván Ilich concluyó que las enseñanzas pacifistas que Cristo impartió en el Sermón de la Montaña fueron traicionadas por la Iglesia. Preso de ira, abandonó progresivamente la ficción y se centró en la publicación de panfletos de agitación político-religiosa. Su descomunal fama no evitó que El reino de Dios está en vosotros fuera censurado en Rusia "aunque corrió de mano en mano clandestinamente", apunta su traductor-y que se publicara con éxito en países como Inglaterra, Francia, Alemania y EEUU.
Influido por el ensayo de Henry David Thoreau La desobediencia civil, plasmó también su particular visión sobre la doctrina de la no violencia, convirtiéndose en una mezcla de filósofo anarcopacifista e ideólogo cristiano libertario. "El auténtico cristianismo es la doctrina de la resignación, del perdón a las ofensas y el amor y el Estado con toda su pompa, su violencia, sus ejecuciones y sus guerras son dos conceptos irreconciliables. La profesión del auténtico cristianismo no sólo excluye la posibilidad de reconocer el Estado, sino que destruye sus cimientos", bramó el novelista ruso.
La lectura del libro inflamó el pensamiento de Gandhi. La correspondencia entre ambos se inició el 10 de noviembre de 1901. Gandhi le escribe desde Londres para hablarle sobre la lucha de los indios en la provincia sudafricana de Transvaal, donde ya se estaba cocinando el experimento sudafricano conocido posteriormente como Apartheid.
En la larguísima carta que puso fin en septiembre de 1910 a la correspondencia entre los dos hombres, Lev Tolstói disertó a fondo sobre la táctica que popularizaría Gandhi años después en la India ocupada: la resistencia no violenta. "La vida de las naciones cristianas presenta una contradicción entre el amar, que debería prescribir la ley de conducta, y el uso de la fuerza, que puede reconocerse bajo diversas formas, como gobiernos, tribunales y ejércitos, que se aceptan como necesarios y apreciados", escribe. ¿Y contra las porras y la represión? Una buena dosis de amor, concluyó enfebrecido el novelista ruso: "Lo que denominamos la renuncia a toda oposición mediante la fuerza, simplemente implica la doctrina de la ley del amor no pervertida por sofismas. La ley del amor deja de ser válida si se defiende por la fuerza".
Tolstói zanjó su incendiaria misiva profetizando que la no violencia acabará convirtiéndose en el arma revolucionaria que haría tambalear a los poderosos: "Los gobiernos saben de dónde procede la mayor de sus amenazas y permanecen en guardia y ojo avizor, no sólo para preservar sus intereses, sino también para proteger su propia existencia". Lo que sonaba a bravata y a idealización ingenua del amor y la resistencia pasiva, acabaría transformándose en un movimiento de masas que, liderado por Mahatma Gandhi, se "llevaría por delante" al todopoderoso Ejército británico que ocupaba la India. Quizás las autoridades británicas se arrepintieran a posteriori de no haber controlado la correspondencia de Gandhi.
Apunten esta fecha: 7 de septiembre de 1910. Pocas semanas antes de morir en la estación de tren de Astapovo, Lev Tolstói escribe la última de sus cartas a Mahatma Gandhi. El futuro padre de la independencia de la India vivía entonces en Sudáfrica, controlada por las metrópolis europeas, donde luchaba por los derechos de los indios que trabajaban en ese país.
"Requerir que cese toda aplicación obligatoria de impuestos, así como la abolición de todas las instituciones legales y de la policía y, por encima de todo, de las instituciones militares". Esas eran algunas de las recetas del escritor ruso, pero no sólo para ese país africano, sino para todo el mundo. Para entendernos: Tolstói estaba echado al monte.
"Su lectura me abrumó. Me marcó para siempre", contó el líder indio
El autor de Guerra y paz se había radicalizado en los últimos años de su vida, como demuestra la lectura de El reino de Dios está en vosotros (1890-1893), ensayo casi inédito en España (la anterior traducción se hizo en 1902) que la editorial Kairos publica ahora coincidiendo con el centenario de su muerte. "Su lectura me abrumó. Me marcó para siempre", admitió Gandhi, cuya primera carta a Tolstói, recogida en la nueva edición del ensayo, data de 1901. De la nobleza a la barricada
Lo curioso es que nada hacía presagiar que el novelista, descendiente de la más antigua nobleza rusa (su padre era conde y su madre princesa), pudiera acabar influyendo decisivamente en el pensamiento del célebre revolucionario indio. El novelista arremetió en el libro contra la Iglesia y el Estado
Tras pasar por el Ejército y dedicarse con tremendo éxito a la literatura, Tolstói sufrió una "terrible crisis existencial y espiritual que lo sume en una profunda depresión, y que lo lleva al borde del suicidio", recuerda Joaquín Fernández-Valdés, traductor de El reino de Dios está en vosotros. "Siente un abismo y necesita encontrar un sentido a la vida. Busca frenéticamente respuestas en la ciencia y en la filosofía primero, y en la Iglesia ortodoxa después. Muy decepcionado por lo que halla en todas ellas, investiga entonces en la fuente original del cristianismo: las sagradas escrituras", apunta Fernández-Valdés. Ahí surgió el chispazo en la cabeza del escritor. El autor de La muerte de Iván Ilich concluyó que las enseñanzas pacifistas que Cristo impartió en el Sermón de la Montaña fueron traicionadas por la Iglesia. Preso de ira, abandonó progresivamente la ficción y se centró en la publicación de panfletos de agitación político-religiosa. Su descomunal fama no evitó que El reino de Dios está en vosotros fuera censurado en Rusia "aunque corrió de mano en mano clandestinamente", apunta su traductor-y que se publicara con éxito en países como Inglaterra, Francia, Alemania y EEUU.
Contra todo y contra todos
En las misivas intercambiaron pareceres sobre la no violencia
Tolstói arremetió en el libro contra la Iglesia, por conciliar violencia y religión, y el Estado, que sólo sirve para oprimir a la población en beneficio de unos pocos. "Ni la banda de malhechores más despiadada es tan terrible como una organización estatal", escribió sin tapujos. Influido por el ensayo de Henry David Thoreau La desobediencia civil, plasmó también su particular visión sobre la doctrina de la no violencia, convirtiéndose en una mezcla de filósofo anarcopacifista e ideólogo cristiano libertario. "El auténtico cristianismo es la doctrina de la resignación, del perdón a las ofensas y el amor y el Estado con toda su pompa, su violencia, sus ejecuciones y sus guerras son dos conceptos irreconciliables. La profesión del auténtico cristianismo no sólo excluye la posibilidad de reconocer el Estado, sino que destruye sus cimientos", bramó el novelista ruso.
La lectura del libro inflamó el pensamiento de Gandhi. La correspondencia entre ambos se inició el 10 de noviembre de 1901. Gandhi le escribe desde Londres para hablarle sobre la lucha de los indios en la provincia sudafricana de Transvaal, donde ya se estaba cocinando el experimento sudafricano conocido posteriormente como Apartheid.
"La ley del amor deja de ser válida si se defiende por la fuerza"
Y ya puestos pidió a Tolstói que utilizara "su influencia" para popularizar el movimiento de resistencia. "De tener éxito no sólo sería un triunfo de la religión, el amor y la verdad sobre la irreligión, el odio y la falsedad, sino que muy probablemente sirviera como ejemplo para los millones de seres que viven en la India, o para gentes en otras partes del mundo que pudieran estar oprimidas, y que ciertamente significaría un avance de cara a acabar con la violencia, al menos en la India. Si aguantáramos hasta el final, como creo que seremos capaces de hacer, tengo pocas dudas acerca del éxito final", escribe Gandhi sobre una lucha sin cuartel que desafiaba abiertamente las leyes racistas con actos de desobediencia pacífica reprimidos a lo bestia por las autoridades coloniales. Vía revolucionaria
Lev Tolstói, que a lo largo de su vida escribió nada menos que 10.000 cartas a personajes tan variopintos como el zar Nicolás II, el poeta Rainer Maria Rilke y al escritor George Bernard Shaw, no tardó en responder a Gandhi. "¡Que Dios ayude a nuestros queridos hermanos y colegas del Transvaal! También entre nosotros se deja sentir intensamente esa lucha entre gentileza y brutalidad, entre humildad y amor, orgullo y violencia, sobre todo en el choque entre deber religioso y las leyes del Estado, expresado en la negación a prestar el servicio militar. Esas negaciones se producen cada vez con mayor asiduidad", escribió aludiendo a los rusos que se negaban a servir en el Ejército de su país.En la larguísima carta que puso fin en septiembre de 1910 a la correspondencia entre los dos hombres, Lev Tolstói disertó a fondo sobre la táctica que popularizaría Gandhi años después en la India ocupada: la resistencia no violenta. "La vida de las naciones cristianas presenta una contradicción entre el amar, que debería prescribir la ley de conducta, y el uso de la fuerza, que puede reconocerse bajo diversas formas, como gobiernos, tribunales y ejércitos, que se aceptan como necesarios y apreciados", escribe. ¿Y contra las porras y la represión? Una buena dosis de amor, concluyó enfebrecido el novelista ruso: "Lo que denominamos la renuncia a toda oposición mediante la fuerza, simplemente implica la doctrina de la ley del amor no pervertida por sofismas. La ley del amor deja de ser válida si se defiende por la fuerza".
Tolstói zanjó su incendiaria misiva profetizando que la no violencia acabará convirtiéndose en el arma revolucionaria que haría tambalear a los poderosos: "Los gobiernos saben de dónde procede la mayor de sus amenazas y permanecen en guardia y ojo avizor, no sólo para preservar sus intereses, sino también para proteger su propia existencia". Lo que sonaba a bravata y a idealización ingenua del amor y la resistencia pasiva, acabaría transformándose en un movimiento de masas que, liderado por Mahatma Gandhi, se "llevaría por delante" al todopoderoso Ejército británico que ocupaba la India. Quizás las autoridades británicas se arrepintieran a posteriori de no haber controlado la correspondencia de Gandhi.