A primeras horas del miércoles, una muchedumbre recorría el mercado de frutas del barrio periférico de I-11 en busca de manzanas, naranjas, mandarinas y guayabas cuando una bomba de unos cinco kilos oculta en una caja estalló, provocando un cráter de metro y medio de diámetro.
Un periodista de la AFP vio charcos de sangre y trozos de piel en el suelo de este mercado al aire libre acordonado por la policía y las fuerzas antiterroristas.
"La explosión se produjo en torno a las 8H00 (3H00 GMT), los cuerpos volaron literalmente por el aire antes de caer al suelo", declaró a la AFP Muhamad Tahir, un comerciante con un puesto en el mercado.
Otro hombre, Jair Ulá, rompió a llorar al enterarse de la muerte de su hermano. "Mi hermano trabajaba aquí pero ya no está", decía entre sollozos.
"El balance total es ahora de 22 muertos y 96 heridos", declaró Javed Qazi, vicedirector del hospital PIMS, al que fueron transportadas la mayoría de las víctimas.
"Una bomba casera de 4 o 5 kilos estalló en el mercado cuando había unas 2.000 personas", declaró por su parte Muhamad Jalid Jatak, inspector jefe de la policía de Islamabad.
Este atentado, que no ha sido reivindicado, es el más sangriento cometido en la capital, Islamabad, que suele quedar al margen de la violencia que ensangrienta el resto del país.
En Pakistan, los atentados suelen registrarse en Karachi (sur), en las zonas del noroeste fronterizas con Afganistán y en la provincia inestable de Baluchistán, donde una quincena de personas perdieron la vida el martes al estallar una bomba en un tren.
- ¿Alto el fuego? -
El atentado de Islamabad se produce en un contexto de negociaciones entre el gobierno y los rebeldes de Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP), una coalición de grupos islamistas armados. Las dos partes se han comprometido a respetar un alto el fuego para fortalecer sus conversaciones de paz.
El portavoz oficial del TTP, Shahidulá Shahid, negó que su movimiento esté implicado en este ataque. "No matamos a civiles inocentes, el gobierno debería detener a los culpables y encontrar la mano invisible que está detrás de estos actos", declaró a la AFP.
Los insurgentes prolongaron la semana pasada el alto el fuego hasta el 10 de abril y pidieron al gobierno que libere a 300 de sus partidarios
"Si el gobierno responde favorablemente a nuestras demandas, convocaremos una reunión de nuestro consejo central para decidir sobre lo que ocurrirá después", dijo entonces la rebelión.
Los comentaristas paquistaníes son escépticos sobre el desenlace de estas negociaciones y estiman que las dos partes intentan sobre todo ganar tiempo ante la próxima retirada de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, que tendrá lugar antes de final de año.
Además las demandas de los insurgentes talibanes, como la aplicación de la versión rigorista de la ley islámica, son difícilmente aceptables para el gobierno.
También existen discrepancias importantes en el TTP sobre la conveniencia de negociar con el gobierno.
Una facción disidente de TTP, Ahrar ul Hind, violó el alto el fuego el mes pasado, al atribuirse un asalto a un tribunal de Islamabad en el que murieron 11 personas.